Los Ojos de la Pantera
Ambrose Bierce
Cuento
UNO NO SIEMPRE SE CASA CUANDO ESTÁ LOCO
Un hombre y una mujer —la naturaleza había sido responsable del agrupamiento— se encontraban sobre un rústico asiento a última hora de la tarde. El hombre era de mediana edad, esbelto, atezado, tenía la expresión de un poeta y la tez de un pirata: era un hombre al que a nadie le importaría volver a mirar una segunda vez. La mujer era joven, rubia, llena de gracia, con algo en su figura y movimientos que sugería la palabra «ligereza». Iba vestida con un traje gris al que daban textura unas extrañas manchas marrones. Podía ser hermosa, pero no era fácil decirlo porque los ojos impedían que se prestara atención al resto del cuerpo: eran de color verde grisáceo, largos y estrechos, con una expresión que desafiaba todo análisis. De lo único que podía estar seguro uno es de que eran inquietantes. Cleopatra debió tener unos ojos semejantes.
El hombre y la mujer estaban conversando.
—Cierto —decía ella—. ¡Dios sabe que te amo! Pero casarme contigo… eso no. No puedo ni podré hacerlo.
—Irene, ya me has dicho eso muchas veces, pero siempre me has negado cualquier explicación. Tengo derecho a saber, a entender, a poner a prueba mi fortaleza si es que la tengo. Dame una razón.
—¿De por qué te amo?
Tras sus lágrimas y palidez, la mujer estaba sonriendo. Pero aquello no provocó sentido del humor alguno en el hombre.
—No; para eso no hay razones. Una razón para no casarte conmigo. Tengo derecho a saberlo. Debo saberlo. ¡Lo sabré!
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Publicado el 1 de marzo de 2017 por Edu Robsy.