De los dos hombres que estaban
hablando, uno era médico.
—Le pedí que viniera, doctor, aunque
no creo que pueda hacer nada. Quizás pueda recomendarme un
especialista en psicopatía, porque creo que estoy un poco
loco.
—Pues parece usted perfectamente
—contestó el médico.
—Juzgue usted mismo: tengo
alucinaciones. Todas las noches me despierto y veo en la
habitación, mirándome fijamente, un enorme perro negro de
Terranova con una pata delantera de color blanco.
—Dice usted que despierta; ¿pero está
seguro de eso? A veces, las alucinaciones tan sólo son sueños.
—Oh, despierto, de eso estoy seguro.
A veces me quedo acostado mucho tiempo mirando al perro tan
fijamente como él a mí... siempre dejo la luz encendida.
Cuando no puedo soportarlo más, me siento en la cama: ¡y no
hay nada en la habitación!
—Mmmm... ¿qué expresión tiene el
animal?
—A mí me parece siniestra.
Evidentemente sé que, salvo en el arte, el rostro de un animal
en reposo tiene siempre la misma expresión. Pero este animal
no es real. Los perros de Terranova tienen un aspecto muy
amable, como usted sabrá; ¿qué le pasará a éste?
—Realmente mi diagnosis no tendría
valor alguno: no voy a tratar al perro.
El médico se rió de su propia broma,
pero sin dejar de observar al paciente con el rabillo del ojo.
Después, dijo:
—Fleming, la descripción que me ha
dado del animal concuerda con la del perro del fallecido
Atwell Barton.
Fleming se incorporó a medias en su
asiento, pero volvió a sentarse e hizo un visible intento de
mostrarse indiferente.
—Me acuerdo de Barton —dijo—. Creo
que era... se informó que... ¿no hubo algo sospechoso en su
muerte?
Mirando ahora directamente a los ojos
de su paciente, el médico respondió:
Información texto 'La Alucinación de Staley Fleming'