Textos más populares este mes de Ambrose Bierce | pág. 4

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autor: Ambrose Bierce


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Un Hijo de los Dioses

Ambrose Bierce


Cuento


Día de brisa en un paisaje soleado. Campo abierto a derecha, a izquierda, hacia adelante; detrás, un bosque. En el linde del bosque, frente al campo abierto pero temiendo aventurarse en él, largas líneas de soldados que conversan; crujido de innumerables pasos sobre las hojas secas que tapizan el suelo entre los árboles; voces roncas de los oficiales que dan órdenes. Al frente de las tropas —pero no demasiado expuestos— apartados grupos de soldados de caballería; muchos miran atentamente la cumbre de una colina situada a una milla de distancia en la dirección del avance interrumpido. Porque ese ejército poderoso, que se desplaza en orden de batalla a través de un bosque, acaba de encontrar un obstáculo formidable: el campo abierto. La cumbre de la suave colina a una milla de distancia tiene un aspecto siniestro. Dice: ¡Cuidado! Está coronada por un largo muro de piedra que se extiende a derecha e izquierda. Detrás del muro hay un cerco. Detrás del cerco se ven las copas de algunos árboles dispuestos muy irregularmente. Entre los árboles, ¿qué? Es necesario saberlo.

Ayer, y muchos días y noches antes, combatíamos en alguna parte; había un incesante cañoneo y de tiempo en tiempo el redoble del vivo fuego de los fusiles al que se mezclaban vítores —nuestros o de nuestro enemigo: rara vez lo sabíamos— atestiguando una ventaja transitoria. Esta mañana, al romper el día, el enemigo había desaparecido. Avanzamos cruzando sus fortalezas y terraplenes —¡tan a menudo lo habíamos intentado vanamente!— a través de los desechos de sus campamentos abandonados, en medio de las tumbas de sus caídos en el bosque.


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8 págs. / 14 minutos / 78 visitas.

Publicado el 26 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Uno de los Desaparecidos

Ambrose Bierce


Cuento


Jerome Searing, soldado raso del ejército del general Sherman, que entonces combatía al enemigo en Kermesaw Mountain, Georgia, dio la espalda al pequeño grupo de oficiales con los que había estado conversando en voz baja, atravesó una estrecha franja de trincheras y desapareció en el bosque. Ninguno de los hombres alineados tras las trincheras le dijo una palabra, y apenas él les dirigió un movimiento de cabeza al pasar, pero todos los que lo vieron comprendieron que a aquel valiente acababan de confiarle una misión peligrosa. Jerome Searing, aunque era soldado raso, no servía en las filas; por razones de servicio estaba destacado en el cuartel general de la división, y en las listas figuraba como asistente. «Asistente» es una palabra que comprende multitud de obligaciones. Un asistente puede ser un mensajero, un oficinista, el criado de un oficial... cualquier cosa. Puede realizar servicios que no están previstos en las instrucciones y reglamentaciones militares. Su naturaleza puede depender de las aptitudes del asistente, del favor de otros o de la mera casualidad. El soldado Searing, un incomparable tirador, joven, fuerte, inteligente e insensible al miedo, era explorador. Al general que comandaba su división no le satisfacía obedecer ciegamente las órdenes, sin saber qué era lo que había frente a sus tropas, incluso cuando éstas no se hallaban destacadas en servicio y sólo formaban una fracción del ejército en línea; ni le agradaba recibir la información por sus vis—á—vis a través de los canales acostumbrados, Quería saber más de lo que le informaban los mandos del ejército y los choques entre los destacamentos y los tiradores. Para ello estaba Jerome Searing, con su audacia extraordinaria, su conocimiento del bosque, sus observadores ojos y su veracidad en el relato.


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14 págs. / 25 minutos / 72 visitas.

Publicado el 26 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Visiones de la Noche

Ambrose Bierce


Cuento


Tengo la convicción de que el don de los sueños es un valioso obsequio literario, pues si con alguna técnica aún no descubierta pudiéramos captar, fijar y utilizar las insólitas imágenes que proporciona, tendríamos una literatura «muy por encima de lo corriente». Del mismo modo que los animales adiestrados adquieren nuevas capacidades y aptitudes, ese don podría mejorarse sensiblemente una vez capturado y domesticado. Con ello, doblaríamos las horas productivas y realizaríamos nuestra más fructífera labor mientras dormimos. Pero, incluso en las condiciones actuales, el mundo de los sueños es un terreno que produce rentas, tal y como demuestra «Kubla Khan».

¿Y qué es el sueño? Pues una desordenada disposición de recuerdos inconexos, una embrollada sucesión de pensamientos que una vez estuvieron presentes en la conciencia insomne. Es una resurrección de todos los muertos en tropel (pasados y recientes, justos e injustos) que, emergiendo de sus tumbas resquebrajadas «con las mismas ropas que llevaban en vida», corren desordenadamente para conseguir una audiencia del director de todo ese baile mientras se desgarran los vestidos unos a otros. Pero, ¿es que realmente hay un director? En absoluto; el que debía serlo renunció a su autoridad y la masa se ha apoderado de su voluntad. Murió, pero no resucita con los demás; su capacidad de juicio y de sorpresa ha desaparecido. Puede sentir dolor y alegría, terror y atracción, pero no asombro. Lo monstruoso, absurdo y antinatural se convierte entonces en sencillo, correcto y razonable. Ni lo ridículo divierte ni lo imposible desconcierta. El único poeta verdadero que encontramos es, pues, el soñador; en él «la imaginación es compacta».


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6 págs. / 12 minutos / 94 visitas.

Publicado el 26 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Diccionario del Diablo

Ambrose Bierce


Diccionario


A

Abandonado, s. y adj. El que no tiene favores que otorgar. Desprovisto de fortuna. Amigo de la verdad y el sentido común.

Abdicación, s. Acto mediante el cual un soberano demuestra percibir la alta temperatura del trono.

Abdomen, s. Templo del dios Estómago, al que rinden culto y sacrificio todos los hombres auténticos. Las mujeres sólo prestan a esta antigua fe un sentimiento vacilante. A veces ofician en su altar, de modo tibio e ineficaz, pero sin veneración real por la única deidad que los hombres verdaderamente adoran. Si la mujer manejara a su gusto el mercado mundial, nuestra especie se volvería graminívora.

Aborígenes, s. Seres de escaso mérito que entorpecen el suelo de un país recién descubierto. Pronto dejan de entorpecer; entonces, fertilizan.

Abrupto, adj. Repentino, sin ceremonia, como la llegada de un cañonazo y la partida del soldado a quien está dirigido. El doctor Samuel Johnson, refiriéndose a las ideas de otro autor, dijo hermosamente que estaban "concatenadas sin abrupción".

Absoluto, adj. Independiente, irresponsable. Una monarquía absoluta es aquella en que el soberano hace lo que le place, siempre que él plazca a los asesinos. No quedan muchas: la mayoría han sido reemplazadas por monarquías limitadas, donde el poder del soberano para hacer el mal (y el bien) está muy restringido; o por repúblicas, donde gobierna el azar.

Abstemio, s. Persona de carácter débil, que cede a la tentación de negarse un placer. Abstemio total es el que se abstiene de todo, menos de la abstención; en especial, se abstiene de no meterse en los asuntos ajenos.

Absurdo, s. Declaración de fe en manifiesta contradicción con nuestra opiniones. Adj. Cada uno de los reproches que se hacen a este excelente diccionario.


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118 págs. / 3 horas, 26 minutos / 218 visitas.

Publicado el 27 de julio de 2016 por Edu Robsy.

El Dedo Medio del Pie Derecho

Ambrose Bierce


Cuento


I

Es bien sabido que la vieja casa Manton está embrujada. En todo el distrito rural que la rodea, y aún en el pueblo de Marshall, a una milla de distancia, ninguna persona de mente imparcial tiene duda alguna de ello; la incredulidad se confina a aquellas personas opinionadas que serán llamadas "chiflados" tan pronto como esta útil palabra haya penetrado los terrenos intelectuales del Avance Marshall. La evidencia de que la casa está embrujada es de dos tipos: el testimonio de testigos desinteresados que tienen prueba ocular, y el de la casa misma. El primero puede ser ignorado y descartado con cualquiera de las diversas causas de objeción que pueden ser alegadas en su contra por quienes fingen ingenuidad, pero los hechos observables por todos son reales y convincentes.


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Dominio público
10 págs. / 18 minutos / 276 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Los Sucesos Nocturnos en el Barranco del Muerto

Ambrose Bierce


Cuento


Un relato que es falso

Hacía una noche especialmente fría y clara, como el corazón de un diamante. Las noches claras tienen la peculiaridad de ser perspicaces. En la oscuridad puedes tener frío y no darte cuenta; sin embargo, cuando ves, sufres. Esa noche era suficientemente sagaz para morder como una serpiente. La luna se movía de modo misterioso tras los pinos gigantes que coronaban la Montaña del Sur, haciendo que la dura corteza de la nieve produjera destellos y subrayando contra el negro Oeste los contornos fantasmales de la Cordillera de la Costa, más allá de la cual se extendía el Pacífico invisible. La nieve se amontonaba en los claros del fondo del barranco, en las extensas sierras que subían y bajaban, y en las colinas, donde parecía que el rocío manaba y se desbordaba. Rocío que en realidad era la luz del sol, reflejada dos veces: una desde la luna, y otra desde la nieve.

Sobre ésta, muchas de las barracas del abandonado campamento minero aparecían destruidas (un marinero podría haber dicho que se habían ido a pique). La nieve cubría a intervalos irregulares los altos caballetes que una vez habían soportado el peso de un arroyo al que llamaban «flume»; porque «flume», claro está, viene de flumen. El privilegio de hablar Latín se cuenta entre las ventajas de las que las montañas no pueden privar al buscador de oro. Éste, al referirse a un compañero muerto dice: «Se ha ido “flume” arriba», que es una bonita forma de decir: «Su vida ha retornado a la Fuente de la Vida».


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10 págs. / 17 minutos / 83 visitas.

Publicado el 1 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Muerte de Halpin Frayser

Ambrose Bierce


Cuento


I

Porque la muerte provoca cambios más importantes de lo que comúnmente se cree. Aunque, en general, es el espíritu el que, tras desaparecer, suele volver y es en ocasiones contemplado por los vivos (encarnado en el mismo cuerpo que poseía en vida), también ha ocurrido que el cuerpo haya andado errante sin el espíritu. Quienes han sobrevivido a tales encuentros manifiestan que esas macabras criaturas carecen de todo sentimiento natural, y de su recuerdo, a excepción del odio. Asimismo, se sabe de algunos espíritus que, habiendo sido benignos en vida, se transforman en malignos después de la muerte.

Hali.

Una oscura noche de verano, un hombre que dormía en un bosque despertó de un sueño del que no recordaba nada. Levantó la cabeza y, después de fijar la mirada durante un rato en la oscuridad que le rodeaba, dijo: «Catherine Larue». No agregó nada más; ni siquiera sabía por qué había dicho eso.

El hombre se llamaba Halpin Frayser. Vivía en Santa Helena, pero su paradero actual es desconocido, pues ha muerto. Quien tiene el hábito de dormir en los bosques sin otra cosa bajo su cuerpo que hojarasca y tierra húmeda, arropado únicamente por las ramas de las que han caído las hojas y el cielo del que la tierra procede, no puede esperar vivir muchos años, y Frayser ya había cumplido los treinta y dos. Hay personas en este mundo, millones, y con mucho las mejores, que consideran tal edad como avanzada: son los niños. Para quienes contemplan el periplo vital desde el puerto de partida, la nave que ha recorrido una distancia considerable parece muy próxima a la otra orilla. Con todo, no está claro que Halpin Frayser muriera por estar a la intemperie.


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17 págs. / 30 minutos / 72 visitas.

Publicado el 1 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Desapariciones Misteriosas

Ambrose Bierce


Cuento


La dificultad de cruzar un campo

Una mañana de julio de 1854 un colono llamado Williamson, que vivía a unas seis millas de Selma, Alabama, estaba sentado con su mujer y su hijo en la terraza de su vivienda. Delante de la casa había una pradera de césped que se extendía unas cincuenta yardas hasta llegar a la carretera pública, o «la pista», como solían llamarla. Más allá de esta carretera había un prado de unos diez acres, recién segado, completamente llano y sin un árbol, roca, o cualquier otro objeto natural o artificial en su superficie. En aquel momento no había en el campo ni siquiera un animal doméstico. Al otro lado del prado, en otro campo, una docena de esclavos trabajaban bajo la vigilancia de un capataz.

Arrojando la punta de un cigarro, el colono se puso en pie y dijo:

—He olvidado hablarle a Andrew de los caballos.

Andrew era el capataz.

Williamson echó a andar con calma por el paseo de gravilla, arrancando alguna flor a su paso, cruzó la carretera y llegó al prado. Mientras cerraba la verja de entrada se detuvo un momento a saludar a su vecino Armour Wren, que vivía en la plantación de al lado y pasaba por allí. Mr. Wren iba en un coche abierto, acompañado de su hijo James, un muchacho de trece años. Cuando se alejaron unas doscientas yardas del lugar en el que se habían encontrado, Mr. Wren dijo a su hijo:

—He olvidado hablarle a Mr. Williamson de los caballos.

Mr. Wren había vendido a Mr. Williamson unos caballos que iban a ser enviados ese mismo día, pero, por alguna razón que ahora no se recuerda, no iban a poder ser entregados hasta el día siguiente. Mr. Wren indicó al cochero que diera la vuelta y, mientras el vehículo giraba, los tres vieron a Williamson cruzando lentamente los pastos. En aquel momento uno de los caballos del coche dio un traspié y estuvo a punto de caer. No había hecho más que recobrarse cuando James Wren exclamó:


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7 págs. / 13 minutos / 270 visitas.

Publicado el 1 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Uno de Gemelos

Ambrose Bierce


Cuento


Una carta encontrada entre los papeles del difunto Mortimer Barr

Me preguntas si en mi experiencia como miembro de una pareja de gemelos he observado alguna vez algo que resulte inexplicable por las leyes naturales a las que estamos acostumbrados. Tú mismo juzgarás; tal vez no todos estemos acostumbrados a las mismas leyes de la naturaleza. Puede que tú conozcas algo que yo no sé, y que lo que para mí resulta inexplicable sea muy claro para ti.


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8 págs. / 14 minutos / 270 visitas.

Publicado el 1 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Reino de lo Irreal

Ambrose Bierce


Cuento


I

En un tramo que hay entre Auburn y Newcastle, siguiendo en primer lugar la orilla de un arroyo y luego la otra, la carretera ocupa todo el fondo de un desfiladero que está en parte excavado en las pronunciadas laderas, y en parte levantado con las piedras sacadas del lecho del arroyo por los mineros. Las colinas están cubiertas de árboles y el curso del río es sinuoso.

En noches oscuras hay que conducir con cuidado para no salirse de la carretera e irse al agua. La noche de mi recuerdo había poca luz, y el riachuelo, crecido por una reciente tormenta, se había convertido en un torrente. Venía de Newcastle y me encontraba a una milla de Auburn, en la zona más oscura y estrecha del desfiladero, con la vista atenta a la carretera que se extendía por delante de mi caballo. De pronto, y casi debajo del hocico del animal, vi a un hombre; di un tirón tan fuerte a las riendas que poco faltó para que la criatura quedara sentada sobre sus ancas.

—Usted perdone —dije—, no le había visto.

—No se podía esperar que me viera —replicó con educación el individuo mientras se aproximaba al costado de la carreta—; y el ruido del desfiladero impidió que yo le oyera.

Aunque habían pasado cinco años, reconocí aquella voz enseguida. No me agradaba especialmente volver a oírla.

—Usted es el Dr. Dorrimore ¿verdad? —pregunté.

—Exacto; y usted es mi buen amigo Mr. Manrich. Me alegra muchísimo verle —añadió esbozando una sonrisa—, sobre todo porque vamos en la misma dirección y, como es natural, espero que me invite a ir con usted en la carreta.

—Cosa que yo le ofrezco de todo corazón.

Lo que no era verdad en absoluto.


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8 págs. / 14 minutos / 97 visitas.

Publicado el 1 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

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