Las Opinones de Jerónimo Coignard
Anatole France
Novela
Dedicatoria
A Octavio Mirbeau
No necesito detallar aquí la vida del señor abate Jerónimo Coignard, profesor de Elocuencia en el colegio de Beauvais, bibliotecario de monseñor de Séez, Sagiensis episcopi bibliothecarius solertissimus, como dice su epitafio, luego memorialista en el cementerio de San Inocencio y, por último, conservador de aquella célebre Astaraciana, la reina de las bibliotecas, cuya pérdida nunca será bastante lamentada. Al morir en la carretera de Lyon asesinado por un judío cabalista llamado Mosaide (Judœa manu nefandissima), dejó muchas obras interrumpidas y el recuerdo de bellas conversaciones familiares. Todos los incidentes de su extraña existencia y de su trágico fin han sido relatados por su discípulo Jacobo Menetrier, apodado Dalevuelta porque era hijo de un figonero de la calle de San Jacobo. El tal Dalevuelta profesaba por aquel a quien tenía costumbre de llamar su bondadoso maestro una fervorosa y viva admiración. «Es —decía— el más deslumbrante ingenio que ha florecído sobre la tierra.» Redactó con modestia y exactitud las Memorias del señor abate Coignard, que revive en esta obra como Sócrates en las Memorables de Xenofonte.
Atento, exacto y cariñoso, trazó un retrato rebosante de vida e impregnado en una piadosa fidelidad. Es una obra que hace pensar en aquellos retratos de Erasmo pintados por Holbein, que pueden verse en el Louvre, en el Museo de Bale y en Humpton Court, y cuya finura no nos cansamos de saborear. En una palabra: nos dejó una obra maestra.
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Publicado el 22 de junio de 2018 por Edu Robsy.