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El Collar del Cardenal

Anthony Hope


Novela


Capítulo I. Una multitud de buenas razones

De acuerdo con los numerosos precedentes que existen, podría comenzar reclamando la simpatía que merece un huérfano que se halla solo en el mundo. Podría incluso apelar a mi niñez sin guía y a la ausencia de aleccionamiento paterno, a fin de excusar mis faltas y atenuar mis imprudencias. Pero la simpatía que pudiera despertar con ello se perdería, me temo, a la vista de mis pretensiones. Pues la verdad es que mi condición solitaria apenas repercutió en mí: los tristes eventos que la provocaron se habían mitigado debido a la costumbre y el tiempo transcurrido, y existía un acuerdo para dejarme no sólo enteramente libre para dirigir mi vida como quisiera sino, asimismo, bien provisto de competencias que incrementaban el poder de esa libertad. Y en cuanto a las imprudencias —no quiero hacer uso de un término más acerbo— en que incurrí durante ese par de semanas, he de decir que no fueron en su mayor parte originadas ni incitadas por mí. En lo que sucedió tras mi llegada a Francia, yo fui mucho más víctima de las circunstancias que no provocador de ellas, y el papel principal que desempeñé en el asunto lo fue a la fuerza, por obra de un extraño azar y, más tarde, por las incitaciones a las que fui sometido debido a la posición que adopté.


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Publicado el 13 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Ruperto de Hentzau

Anthony Hope


Novela


Capítulo I. El adiós de la Reina

Quien ha vivido en el mundo y advertido que el acto más insignificante puede engendrar innumerables consecuencias, no es capaz de asegurar que la muerte del duque de Strelsau, la liberación y la restauración del rey Rodolfo, habían terminado de un modo definitivo con los disturbios causados por la audaz conspiración de Miguel el Negro.

La lucha fue encarnizada, la puesta considerable, desaforadas las pasiones, y la simiente del odio esparcida por doquier.

Pero ya que Miguel pagó con la existencia el atentado contra la corona, todo parecía terminado.

Miguel había muerto, la princesa casó con su primo, el secreto no respiró, el señor de Rassendyll desapareció de Ruritania. ¿No era esto un desenlace?

En tal sentido hablaba a mi amigo, el condestable de Zenda, conversando tranquilamente en su casa. Me contestó así:

—Es usted muy optimista, amigo Fritz. ¿Acaso ha muerto Ruperto de Hentzau? Creo que no.

El principal agente de que echaba mano Ruperto para reconciliarse con el Rey era su primo el conde de Rischenheim, mozo de preclaro linaje, muy rico y que le quería.

El conde desempeñaba perfectamente su cometido. Reconocía las graves faltas de Ruperto; pero invocaba en su favor la ligereza de la juventud, la influencia predominante del duque Miguel, y prometía para lo porvenir una fidelidad tan discreta como sincera.

Pero, como puede comprenderse, lo mismo el Rey que sus compañeros, conocían demasiado a Ruperto de Hentzau para atender las súplicas de sus embajadores. Ruperto parecía decir por boca de éstos: «Pagadme bien y callaré».

Nosotros nos limitábamos a tener en secuestro los bienes del Conde y procurábamos vigilarle cuidadosamente a él, pues estábamos decididos a que no penetrara en Ruritania.


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Publicado el 13 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.