La Celebridad
Antón Chéjov
Cuento
Son las doce de la noche. Mitiá Kuldarof, muy excitado, los cabellos en desorden, entra como un torbellino en casa de sus padres y empieza a correr por todas las estancias.
Sus padres están acostándose. La hermana, ya en el lecho, acaba de leer la última página de una novela. Los hermanos colegiales duermen.
—¿De dónde vienes?—le preguntan sus padres—. ¿Qué te ocurre?
—No me lo preguntéis. Yo no me lo esperaba, no; nunca me lo podía esperar. Es increíble.
Déjase caer en una butaca, riendo a carcajadas. La felicidad le impide tenerse en pie.
—Es increíble. No os lo hubierais imaginado nunca. Podéis mirar.
La hermana salta de la cama, se echa un manto sobre los hombros y se acerca a él. Los colegiales se despiertan.
—¿Qué te pasa? Diríase que te has vuelto loco.
—Es de alegría, mamá. Toda Rusia me conoce ahora, toda... Antes erais vosotros los únicos en saber que en este mundo existe Dimitri Kuldarof. En adelante toda Rusia lo sabrá. Madrecita. ¡Dios mío!
Mitiá salta, da algunos pasos y vuelve a arrellanarse en su sillón.
—Pero, ¿qué pasa, en fin? Cuéntalo razonadamente.
—Vosotros vivís sin vida, como unos salvajes. No leéis los periódicos. No hacéis caso alguno de la publicidad. Y la verdad es que los periódicos contienen cosas extraordinarias. Nada de lo que sucede puede mantenerse oculto. ¡Qué feliz soy, Dios mío! En los periódicos solamente se habla de gente célebre, y he aquí que ahora se han ocupado también de mí.
—¿Que hablan de ti? ¿Dónde?
El papá se pone pálido. La mamá mira los grabados y se santigua. Los colegiales saltan de sus camas, tapados apenas por sus camisas de dormir, muy cortas, y se acercan al hermano mayor.
—Sí, señor; se han ocupado de mí; toda Rusia me conoce. Vea usted este periódico, mamá; guárdele como recuerdo. De vez en cuando lo volveremos a leer. Míralo.
Dominio público
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Publicado el 27 de septiembre de 2020 por Edu Robsy.