El día 1 de mayo se inclinaba al anochecer. El susurro de los pinos de
Sokólniki y el canto de los pájaros son ahogados por el ruido de los carruajes,
el vocerío y la música. El paseo está en pleno. En una de las mesas de té del
Viejo Paseo está sentada una parejita: el hombre con un cilindro grasoso y la
dama con un sombrerito azul claro. Ante ellos, en la mesa, hay un samovar
hirviendo, una botella de vodka vacía, tacitas, copitas, un salchichón cortado,
cáscaras de naranja y demás. El hombre está brutalmente borracho... Mira absorto
la cáscara de naranja y sonríe sin sentido.
—¡Te hartaste, ídolo! —balbucea la dama enojada, mirando confundida
alrededor—. Si tú, antes de beber, lo pensaras, tus ojos son impúdicos. Es poco
lo que a la gente le repugna verte, te arruinaste a ti mismo todo el placer.
Tomas por ejemplo té, ¿y a qué te sabe ahora? Para ti ahora la mermelada, el
salchichón es lo mismo... Y yo me esforcé pues, tomé lo mejor que había...
La sonrisa sin sentido en el rostro del hombre se convierte en una expresión
de agudo pesar.
—M—masha, ¿a dónde llevan a la gente?
—No la llevan a ningún lugar, sino pasea por su cuenta.
—¿Y para qué va el alguacil?
—¿El alguacil? Para el orden, y acaso y pasea... ¡Epa, hasta donde bebió, ya
no entiende nada!
—Yo... no estoy mal... Yo soy un pintor... de género...
—¡Cállate! Te hartaste, bueno y cállate... Tú, en lugar de balbucear, piensa
mejor... Alrededor hay árboles verdes, hierbita, pajaritos de voces diversas...
Y tú sin atención, como si no estuvieras ahí... Miras, y como en la niebla...
Los pintores se empeñan ahora en reparar en la naturaleza, y tú como un curda...
—La naturaleza... —dice el hombre y mueve la cabeza—. La na—naturaleza... Los
pajaritos cantan... los cocodrilos se arrastran... los leones... los tigres...
Información texto 'En el paseo de Sokólniki'