Textos más populares este mes de Antón Chéjov no disponibles | pág. 5

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autor: Antón Chéjov textos no disponibles


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La Gaviota

Antón Chéjov


Teatro


PERSONAJES

IRINA NIKOLAIEVNA ARKÁDINA, viuda de Trepliov, actriz.
KONSTANTÍN GAVRÍLOVICH TREPLIOV, su hijo, joven.
PIOTR NIKOLAIEVICH SORIN, hermano de Irina.
NINA MIJAILOVNA ZARIECHNAIA, joven hija de un rico terrateniente.
ILYA AFANASIEVICH SHAMRÁIEV, teniente retirado, administrador de Sorin.
POLINA ANDRÉIEVNA, su mujer.
MASHA, su hija.
BORIS ALEXEIEVICH TRIGORIN, literato.
EVGUENI SERGUEIEVICH DORN, médico.
SEMIÓN SEMIONOVICH MEDVEDENKO, maestro de escuela.
YÁKOV, mozo.
Un COCINERO.
Una DONCELLA.

La acción se desarrolla en la finca de Sorin. Entre los actos tercero y cuarto transcurren dos años.

ACTO PRIMERO

Rincón del parque en la finca de Sorin. Una amplia avenida que, partiendo del espectador, se hunde en el parque, lleva a un lago; en el paseo hay un tablado provisional levantado para una representación en familia; cierra por completo la vista del lago. A derecha e izquierda del tablado, arbustos. Algunas sillas, una mesita. Acaba de ponerse el sol. En el tablado, tras el telón, Yákov y otros trabajadores; se oyen toses y golpes. Masha y Medvedenko aparecen por la izquierda; regresan de un paseo.

MEDVEDENKO.— ¿Por qué va usted siempre vestida de negro?

MASHA.— Es luto que llevo por mi vida. Soy desgraciada.

MEDVEDENKO.— ¿Por qué? (Reflexionando.) No lo comprendo… Usted goza de buena salud; su padre, sin ser rico, tiene una posición acomodada. Mi vida es mucho más dura que la suya. No gano más que veintitrés rublos al mes, de los que aún se me descuenta una parte para la jubilación, y a pesar de todo no llevo luto. (Se sientan.)

MASHA.— No es cuestión de dinero. Se puede ser pobre y feliz.


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59 págs. / 1 hora, 43 minutos / 864 visitas.

Publicado el 21 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

Tres Años

Antón Chéjov


Novela corta


I

Reinaba ya la oscuridad, en algunas casas las ventanas estaban iluminadas y al final de la calle, detrás de los cuarteles, empezaba a remontarse una pálida luna. Láptev, sentado en un banco, a la puerta de su casa, esperaba que finalizara el oficio vespertino en la iglesia de San Pedro y San Pablo. Contaba con que Yulia Serguéievna, al regresar de la misa, pasara por allí; en tal caso, él podría dirigirle la palabra y tal vez disfrutar de su compañía toda la tarde.

Llevaba allí ya una hora y media, y durante ese tiempo había estado acordándose de su casa de Moscú, de sus amigos de la capital, del criado Piotr, de su escritorio; alguna que otra vez contemplaba con incredulidad los árboles sombríos e inmóviles, y le parecía extraño no hallarse en su dacha de Sokólniki, sino en una ciudad de provincias, en una casa junto a la que cada mañana y cada tarde pasaba un gran rebaño que levantaba enormes nubes de polvo, conducido por unos cuantos pastores que de vez en cuando tañían el cuerno. Le venían a la memoria las largas conversaciones moscovitas, en las que él mismo había tomado parte hacía relativamente poco, conversaciones en las que se aseguraba que se podía vivir sin amor, que el amor apasionado constituía una suerte de aberración, que no existía lo que ha dado en llamarse amor, sólo una atracción física de sexos opuestos, y cosas por el estilo; se acordaba de esas cosas y pensaba con tristeza que, si en esos momentos alguien le hubiera preguntado qué era el amor, no habría sabido qué contestar.


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112 págs. / 3 horas, 16 minutos / 230 visitas.

Publicado el 8 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

El Duelo

Antón Chéjov


Novela corta


I

Eran las ocho de la mañana, la hora en que los oficiales, los funcionarios y los forasteros solían bañarse en el mar, después de una noche calurosa y sofocante; luego se dirigían al pabellón a tomarse un café o un té. Iván Andreich Laievski, un joven de veintiocho años, enjuto, rubio, con la gorra del Ministerio de Hacienda y zapatillas, encontró en la playa a muchos conocidos, entre ellos a su amigo el médico militar Samóilenko.

Con su gran cabeza rapada, sin cuello, colorado, narigudo, espesas cejas negras y patillas llenas de canas, gordo, adiposo y, por si eso fuera poco, con ese vozarrón ronco y marcial, el tal Samóilenko causaba una impresión desagradable a cada nuevo recién llegado. A estos se les antojaba un tipo tosco y desabrido, aunque, después de tratarlo dos o tres días, empezaban a encontrar su rostro extremadamente bondadoso, gentil y hasta atractivo. A pesar de su aire desmañado y de su tono poco ceremonioso, era un hombre pacífico, de una bondad desmesurada, afable y servicial. En la ciudad tuteaba a todo el mundo, prestaba dinero a cualquiera, curaba, concertaba voluntades, reconciliaba, organizaba meriendas campestres en las que asaban brochetas de cordero y preparaba una deliciosa sopa de pescado; siempre andaba ocupándose de alguien, pidiendo favores, y nunca le faltaban motivos para estar alegre. Según la opinión general, era un hombre intachable, y sólo se le atribuían dos debilidades: la primera era que se avergonzaba de su bondad y trataba de enmascararla con una mirada severa y una rudeza postiza; la segunda consistía en su manía de que los enfermeros y los soldados le dieran el trato de excelencia, cuando sólo era consejero de Estado.


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129 págs. / 3 horas, 46 minutos / 717 visitas.

Publicado el 8 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

Extraña Confesión

Antón Chéjov


Novela


—¿Cuál es el tema de su obra? —pregunté, con displicencia, al señor elegante, extremadamente ágil y desenvuelto, llamado Iván Kamychov, que necesitado de fondos y declarándose un principiante, me proponía la publicación de un grueso manuscrito.

—¿Qué le puedo decir?… El tema no es nuevo… Amor…, asesinato… Lea, usted verá… Son las memorias de un juez de instrucción. —Sin duda fruncí las cejas, porque Kamychov pestañeó, se estremeció y agregó rápidamente—: Mi relato está en viejo estilo judicial, pero usted encontrará un hecho real…, la verdad… Todo lo que evoco pasó ante mi vista, de pe a pa; fui testigo y hasta participé en el hecho…

—Lo importante no es la verdad, y no es indispensable haber visto un hecho para describirlo. Nuestro público está harto de los Gaboriau y de los Chkliarevski. Harto de asesinatos misteriosos, de hábiles detectives y de jueces sagaces. Es verdad que hay público y público. Hablo del que lee nuestro diario. ¿Cuál es el título de su relato?

—Un drama en la cacería.

—Veamos, no es un título serio… y, en verdad, tengo tantos textos para publicar que me es prácticamente imposible aceptar otros, aunque sean meritorios.

—A pesar de todo, señor, guarde mi manuscrito… Usted dice: «No es serio», pero no puede calificarse así lo que no se ha leído… ¿Ypor qué no quiere usted admitir que hasta los jueces de instrucción sepan escribir seriamente?

Kamychov balbuceaba, hacía girar un lápiz entre sus dedos y se miraba la punta de sus zapatos. Terminó por conmoverme.

—Perfectamente, déjeme su manuscrito. Pero no le prometo leerlo en seguida. Tendrá que esperar…

—¿Mucho tiempo?

—No sé… Vuelva dentro de dos o tres meses…

—¡Oh, cuánto tiempo! Bueno, no me atrevo a insistir…, será como usted quiera.


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161 págs. / 4 horas, 42 minutos / 164 visitas.

Publicado el 9 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

El Reino de las Mujeres

Antón Chéjov


Cuento


La víspera

Ahí estaba el fajo de billetes. Provenía de la dacha del bosque, del almacenista. Éste especificaba que enviaba mil quinientos rublos arrebatados a alguien por la vía judicial en un pleito ganado en segunda instancia. A Anna Akimovna no le agradaban estas cosas, y palabras como ganar un pleito y por la vía judicial le asustaban. Sabía que no había que cometer injusticias y, por alguna razón, cuando el director de la fábrica, Nazarich, o el almacenista de la dacha quitaban algo por la vía judicial, saliendo victoriosos en este tipo de asuntos, sentía temor y vergüenza y, por ello, ahora también experimentó esas mismas sensaciones y deseó esconder el fajo de billetes en cualquier sitio para no verlo.

Pensaba enfadada en que las mujeres de su generación —ella ya tenía veinticinco años— serían ahora amas de casa, se habrían casado y dormirían profundamente para despertarse por la mañana de estupendo humor. Muchas de las casadas ya tendrían niños. Sólo ella, como una vieja, se veía obligada a permanecer sentada delante de estas cartas, haciendo anotaciones sobre ellas, respondiendo la correspondencia para pasarse después toda la tarde, hasta medianoche, sin nada que hacer, a la espera de conciliar el sueño; durante todo el día siguiente la felicitarían y atendería peticiones y al otro seguramente habría un escándalo en la fábrica, pegarían a alguien o alguien moriría por causa del vodka y a ella le remordería la conciencia. Finalizadas las fiestas, Nazarich despediría a unos veinte hombres y esos veinte hombres se apelotonarían con las cabezas descubiertas junto a su puerta y sentiría remordimientos al dirigirse hacia ellos para echarlos como perros. Y todos sus conocidos la criticarían a sus espaldas y le enviarían anónimos tachándola de explotadora acaudalada, que se come la vida de los demás y chupa la sangre a sus trabajadores.


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48 págs. / 1 hora, 24 minutos / 335 visitas.

Publicado el 10 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

Tres Hermanas

Antón Chéjov


Teatro


Personajes

ANDREI SERGUEEVICH PROSOROV.
NATALIA IVANOVNA, su novia y después su mujer.
OLGA, MASCHA, IRINA, sus hermanas.
FEDOR ILICH KULIGUIN, profesor en un colegio, esposo de Mascha.
ALEXANDER IGNATIEVICH VERSCHININ, teniente coronel al mando de una batería.
NIKOLAI LVOVICH, BARÓN TUSENBACH, primer teniente.
VASILI VASILLEVICH SOLIONII, capitán.
IVÁN ROMANOVICH CHEBUTIKIN, médico militar.
ALEKSEI PETROVICH FEDOTIK, segundo teniente.
VLADIMIR KARLOVICH RODE, segundo teniente.
FERAPONT, guarda del Ayuntamiento. Un viejo.
ANFISA, el ama. Anciana de ochenta años.

La acción tiene lugar en una ciudad de provincia.

Acto I

La escena representa una sala de la casa de los PROSOROV a través de cuyas columnas se divisa un gran salón. Es mediodía. En la calle brilla un sol alegre, y en el salón se dispone la mesa para el almuerzo.

Escena I

OLGA, vestida con el uniforme azul de profesora de un colegio de niñas, corrige, de pie y andando, los cuadernos de sus alumnas. MASCHA, de negro, y sentada, con el sombrero descansando sobre las rodillas, lee en un libro. IRINA, de blanco, está de pie, en actitud pensativa.


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78 págs. / 2 horas, 16 minutos / 151 visitas.

Publicado el 26 de junio de 2018 por Edu Robsy.

Mi Mujer

Antón Chéjov


Cuento


I

Recibí la siguiente carta:


¡Estimado señor Pável Andréievich!

No lejos de donde usted vive, y más concretamente en la aldea de Pestrovo, se están produciendo unos hechos lamentables y considero mi deber informarle de ellos. Todos los campesinos de esta aldea vendieron sus isbas y sus pertenencias con intención de emigrar a la provincia de Tomsk; no obstante, no alcanzaron su destino y se han visto obligados a regresar. Aquí, naturalmente, ya no poseen nada, ahora todo es de otros; se han instalado hasta tres o cuatro familias en cada isba, de modo que residen en ellas no menos de quince personas de ambos sexos, sin contar a los niños pequeños, y en definitiva no tienen qué comer, pasan hambre, se ha extendido la epidemia de tifus exantemático, asociado al hambre; todo el mundo, literalmente, está enfermo. Comentaba al respecto una enfermera: «Llegabas a una isba y ¿con qué te encontrabas? Todos habían caído enfermos, todos deliraban, algunos reían a carcajadas, otros estaban fuera de sí; había un hedor insoportable, no disponían de agua, no había quien fuera a buscarla, y por toda comida tenían una patata helada». ¿Qué pueden hacer la enfermera y Sóbol (el médico del zemstvo), si más que medicinas lo que necesitan es pan, del que carecen por completo? El consejo del zemstvo les niega su ayuda con el pretexto de que ya no están registrados en esta provincia, sino en la de Tomsk, de modo que no hay dinero para ellos. Al informarle de esto, y conociendo su humanidad, le ruego que no se resista a prestar urgentemente su ayuda.

ALGUIEN QUE LE QUIERE BIEN
 


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58 págs. / 1 hora, 41 minutos / 137 visitas.

Publicado el 26 de junio de 2018 por Edu Robsy.

Mercancía Viva

Antón Chéjov


Cuento


Dedicado a F. F. Popudoglo

I

Grojolski abrazó a Liza, le besuqueó todos los dedos, que tenían las uñas rosadas y mordisqueadas, y la sentó en un sofá tapizado con terciopelo barato. Liza cruzó las piernas, se colocó las manos bajo la cabeza y se tumbó.

Grojolski se sentó a su lado, en una silla, y se inclinó hacia ella. Era todo ojos.

¡Qué guapa le parecía, así iluminada por los rayos del poniente!

El sol de la tarde, dorado, levemente teñido de púrpura: todo eso podía verse por la ventana.

Toda la estancia, Liza incluida, quedaba iluminada por una luz viva, que no llegaba a herir la vista, como bañada en oro momentáneamente…

Grojolski estaba embobado. Liza tampoco es que fuera una belleza extraordinaria. Es verdad que su carita de gato, de ojos castaños y nariz respingona, resultaba fresca y hasta picante, que sus ralos cabellos rizados eran negros como el carbón, que su cuerpo menudo parecía gracioso, ágil y correcto, como el cuerpo de una anguila eléctrica, pero en conjunto… En fin, mi gusto es lo de menos. Grojolski, mimado por las mujeres, que se había enamorado y desenamorado cien veces a lo largo de su vida, veía en ella a una belleza. La amaba, y el ciego amor encuentra en todas partes la belleza ideal.

—Escucha —empezó, mirándola a los ojos—. Necesitaba hablar un rato contigo, cariño. El amor no soporta lo impreciso, lo confuso… Las relaciones indefinidas, ya sabes… Ya te lo dije ayer, Liza. Vamos a intentar zanjar hoy la discusión que ayer se planteó. Venga, tenemos que tomar una decisión de común acuerdo. ¿Qué podemos hacer?

Liza bostezó y, torciendo el gesto, sacó de debajo de la cabeza la mano derecha.

—¿Qué podemos hacer? —repitió las palabras de Grojolski con voz casi inaudible.


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44 págs. / 1 hora, 17 minutos / 138 visitas.

Publicado el 26 de junio de 2018 por Edu Robsy.

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