Textos más populares esta semana de Antón Chéjov | pág. 2

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autor: Antón Chéjov


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Lo Timó

Antón Chéjov


Cuento


En tiempos de antaño, en Inglaterra, los delincuentes condenados a la pena de muerte gozaban del derecho a vender en vida sus cadáveres a los anatomistas y los fisiólogos. El dinero obtenido de esta forma, aquellos se lo daban a sus familias o se lo bebían. Uno de ellos, pescado en un crimen horrible, llamó a su lugar a un científico médico y, tras negociar con él hasta el hartazgo, le vendió su propia persona por dos guineas. Pero al recibir el dinero él, de pronto, se empezó a carcajear...

—¿De qué se ríe? —se asombró el médico.

—¡Usted me compró a mí, como un hombre que debe ser colgado —dijo el delincuente carcajeándose—, pero yo lo timé a usted! ¡Yo voy a ser quemado! ¡Ja-já!


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1 pág. / 1 minuto / 1.518 visitas.

Publicado el 7 de junio de 2016 por Edu Robsy.

El Jardín de los Cerezos

Antón Chéjov


Teatro



PERSONAJES

LUBOVA ANDREIEVNA RANEVSKAIA, propietaria rural.
ANIA, diecisiete años, su hija.
VARIA, veinticuatro años, su hija adoptiva.
LEÓNIDAS ANDREIEVITCH GAIEF, hermano de Lubova Andreievna.
YERMOLAI ALEXIEVITCH LOPAKHIN, mercader.
PIOTOR SERGINEVITCH TROFIMOF, estudiante.
PITSCHIK BORISAVITCH SIMEACOF, pequeño propietario rural.
CARLOTA YVANOVNA.
SIMEÓN PANTELEIVITCH EPIFOTOF, administrador.
DUNIASCHA, camarera.
FIRZ, ochenta y siete años, camarero.
YASCHA, joven ayuda de cámara.
Un desconocido.
El jefe de la estación del ferrocarril.
PESTOVITCH TCHINOVNIK, funcionario público.
Gente en visita.
Sirvientes.

Primera parte

Casa—habitación en la finca de Lubova Andreievna. Aposento llamado «de los niños», porque allí durmieron siempre los niños de la familia. Una puerta comunica con el cuarto de Ania. Muebles sólidos, de caoba barnizada, estilo 1830. Macizo velador. Amplio canapé. Viejo armario. En las paredes, litografías iluminadas. Despunta el alba de un día del mes de mayo. Luz matinal, tenue, propia de los crepúsculos del Norte. Por la ancha ventana, el jardín de los cerezos muestra a todos sus árboles en flor. La blancura tenue de las flores armonízase con la suave claridad del horizonte, que se ilumina poco a poco. El jardín de los cerezos es la belleza, el tesoro de la finca; es el orgullo de los propietarios. Aquí están Duniascha, en pie, con una vela en la mano; Lopakhin, sentado, con un libro abierto delante de sus ojos.

LOPAKHIN (aplicando el oído). —Paréceme que el tren ha llegado por fin. ¡Gracias a Dios! ¿Puedes decirme qué hora es?

DUNIASCHA. —Son las dos. (Apaga la bujía.) Ya lo ve usted, amanece.


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39 págs. / 1 hora, 8 minutos / 985 visitas.

Publicado el 20 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Un Casamiento por Interés

Antón Chéjov


Cuento


Tomo primero

En la casa de la viuda de Musurin celébrase un banquete de boda.

Veintitrés comensales; ocho de ellos no comen nada, dormitan y aseguran que están «mareados». Las velas, el quinqué y el candelabro cojo, alquilado en la hospedería vecina, resplandecen tanto, que uno de los convidados—el telegrafista—guiña los ojos y habla melindrosamente de la electricidad, profetizando el dominio de este último sistema de alumbrado: «A la electricidad en general le está reservado un gran porvenir.» Pero los comensales le escuchan con cierto desdén.

—La electricidad... —murmura el padrino, fijando sus miradas aturdidas en su plato—la electricidad, o sea el alumbrado eléctrico, no es, a mi sentir, mas que una trampa. Meten allí un carboncillo y se creen que la gente es tonta. ¡No, amigo; dame lumbre que no sea un carboncillo, sino algo substancioso, ardiente, que arda! Dame fuego, ¿comprendes? ¡Fuego verdadero!, no imaginario.

—Si usted viera de qué está compuesta una batería eléctrica—contesta el telegrafista, dándose tono—hablaría usted de otro modo.

—No tengo ningún deseo de verla... ¡estafadores que sois!... ¡Engañáis a la gente sencilla! ¡Os conozco! Y usted, joven, señor don..., no tengo el honor de saber su nombre y apellido, en lugar de hablar en favor de esas engañifas, beba usted e invite a los demás a que beban...

—Soy completamente de su opinión, padrino—interviene con voz de falsete el novio, Aplombof, joven de cuello largo y cabellos en punta—. ¿Para qué entablar estas conversaciones científicas? No me disgusta a mí tampoco hablar de inventos nuevos; pero en otra ocasión y otro lugar. ¿Qué te parece, machère?—prosigue, volviéndose a la novia.

La novia, Dachenka, que tiene marcadas en sus facciones todas las cualidades menos una, la facultad de pensar, ruborízase y balbucea:


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4 págs. / 7 minutos / 440 visitas.

Publicado el 27 de septiembre de 2020 por Edu Robsy.

Los Veraneantes

Antón Chéjov


Cuento


En el andén del apeadero de un lugar veraniego paséase una parejita de recién casados. El la estrecha amoroso el talle y ella se inclina ligeramente hacia él; los dos se sienten felices. La Luna los contempla desde las nubes y frunce el ceño; seguramente los envidia en su inútil soledad. El aire, inmóvil, está impregnado del perfume de las lilas y de los cerezos. Al otro lado de la vía óyese el chillido agudo de los grillos.

—¡Qué hermoso, Sacha!

—¡Qué hermoso!—repite la joven—. Me parece un sueño. Fíjate qué hermoso y atrayente es aquel bosquecito, qué bellos estos enormes postes telegráficos. ¿No es verdad que animan el paisaje?... Hablan de la gente... de la civilización. ¿Te gusta cuando el viento nos trae el sonido lejano de un tren en marcha?

—Sí...; pero ¡qué manos tan calientes tienes, Varia! Estás nerviosa. ¿Qué hay para cenar?

—Okrochka [1] y pollo...; habrá bastante. De la ciudad he hecho traerte sardinas en conserva.

La Luna hace una mueca y se esconde detrás de las nubes; la felicidad humana le recuerda su aislamiento y su lecho solitario detrás de los montes y valles...

—¡El tren llega! ¡Qué hermoso!—exclama Varia.

A lo lejos aparecen tres ojos centelleantes. El jefe de estación sale al andén. Por todos lados aparecen luces de señales.

—Miraremos cómo se marcha el tren y nos iremos a casa—dice Sacha bostezando—. ¡Qué dichosos somos, Varia! Es verdad; parece un sueño.

El monstruo negro acércase al andén y se detiene... Por las ventanas alumbradas vense hombros, sombreros, caras dormidas...

—¡Hola, hola! —dicen desde un vagón—. Varia con su marido han salido a recibirnos. ¡Están aquí! ¡Varia! ¡Varia! ¡Hola!


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1 pág. / 3 minutos / 401 visitas.

Publicado el 7 de junio de 2016 por Edu Robsy.

¡Chist!

Antón Chéjov


Cuento


Iván Krasnukin, periodista de no mucha importancia, vuelve muy tarde a su hogar, con talante desapacible, desaliñado y totalmente absorto. Tiene el aspecto de alguien a quien se espera para hacer una pesquisa o que medita suicidarse. Da unos paseos por su despacho, se detiene, se despeina de un manotazo y dice con tono de Laertes disponiéndose a vengar a su hermana:

—¡Estás molido, moralmente agotado, te entregas a la melancolía, y, a pesar de todo, enciérrate en tu despacho y escribe! ¿Y a esto se llama vida? ¿Por qué no ha descrito nadie la disonancia dolorosa que se produce en el alma de un escritor que está triste y debe hacer reír a la gente o que está alegre y debe verter lágrimas de encargo? Yo debo ser festivo, matarlas callando, e ingenioso, pero imagínese que me entrego a la melancolía o, una suposición, ¡que estoy enfermo, que ha muerto mi niño, que mi mujer está de parto!... Dice todo esto agitando los brazos y moviendo los ojos desesperadamente... Luego entra en el dormitorio y despierta a su mujer.


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3 págs. / 6 minutos / 241 visitas.

Publicado el 20 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Historia de una Anguila y Otras Historias

Antón Chéjov


Cuentos, Colección


Historia de una anguila

Es una mañana de verano; reina en la Naturaleza una tranquilidad absoluta; óyese solamente, de vez en cuando, las estridencias de los grillos. Junto a la caseta de baños en construcción, bajo las ramas verdes de un sauce, se agita en el agua el carpintero Guerasim, campesino alto, flaco, de rizosos cabellos bermejos; sopla, refunfuña, guiña los ojos y procura sacar algo de entre las raíces del sauce. A su lado, con el agua hasta el cuello, está otro carpintero, Liubim, hombre joven, bajo de estatura y jorobado; su cara es triangular y tiene ojos de chino. Entrambos llevan blusas y calzones y parecen hallarse ateridos de frío, lo cual se comprende, porque hace más de una hora que permanecen en el agua.

—¿Por qué empujas sin cesar con la mano?—grita el jorobado, tembloroso—. ¡Cabeza de burro! ¡Tenlo!..., ¡tenlo!..., ¡que no se te escape el maldito pez! ¡Te repito que lo agarres bien!

—¡No se escapará!... ¿Por dónde quieres que se nos escape?

—Se ha metido por debajo de los troncos— contesta Gnerasim con su voz de bajo ronco—. No hay por dónde cogerla.

—¡Cógela por las agallas! ¡Cógela y no la sueltes!

—¡Espera! Ya la tengo, no sé por dónde. El caso es que la tengo. ¡Cáspita! La maldita muerde.

—Por las agallas te he dicho; no la sueltes...

—No se ven las agallas. Espera. Ya la he cogido por alguna parte; por el labio creo que la he cogido.

—¡No; ¡por el labio no tires de ella! Se te va a escapar. ¡Por las agallas, por las agallas! Otra vez empujas con la mano. ¡Qué imbécil eres, válgame Dios! ¡Agárrala!

—¡Agárrala!...— exclama Guerasim irritado—. Es muy fácil dar órdenes... ¡Métete tú mismo en el agua y agárrala, diablo de jorobado que eres! ¿A que estás sin hacer nada?

—Bien la agarraría si pudiese. Bajo de estatura como soy, no puedo meterme allí; es muy hondo.


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102 págs. / 3 horas / 146 visitas.

Publicado el 26 de septiembre de 2020 por Edu Robsy.

Una Bromita

Antón Chéjov


Cuento


Un claro mediodía de invierno... El frío es intenso, el hielo cruje, y a Nádeñka, que me tiene agarrado del brazo, la plateada escarcha le cubre los bucles en las sienes y el vello encima del labio superior. Estamos sobre una alta colina. Desde nuestros pies hasta el llano se extiende una pendiente, en la cual el sol se mira como en un espejo. A nuestro lado está un pequeño trineo, revestido con un llamativo paño rojo.

—Deslicémonos hasta abajo, Nadezhda Petrovna —le suplico—. ¡Siquiera una sola vez! Le aseguro que llegaremos sanos y salvos.

Pero Nádeñka tiene miedo. El espacio desde sus pequeñas galochas hasta el pie de la helada colina le parece un inmenso abismo, profundo y aterrador. Ya sólo al proponerle yo que se siente en el trineo o por mirar hacia abajo se le corta el aliento y está a punto de desmayarse; ¡qué no sucederá entonces cuando ella se arriesgue a lanzarse al abismo! Se morirá, perderá la razón.

—¡Le ruego! —le digo—. ¡No hay que tener miedo! ¡Comprenda, de una vez, que es una falta de valor, una simple cobardía!

Nádeñka cede al fin, y advierto por su cara que lo hace arriesgando su vida. La acomodo en el trineo, pálida y temblorosa; la rodeo con un brazo y nos precipitamos al abismo. El trineo vuela como una bala. El aire hendido nos golpea en la cara, brama, silba en los oídos, nos sacude y pellizca furibundo, quiere arrancar nuestras cabezas. La presión del viento torna difícil la respiración. Parece que el mismo diablo nos estrecha entre sus garras y, afilando, nos arrastra al infierno. Los objetos que nos rodean se funden en una solo franja larga que corre vertiginosamente... Un instante más y llegará nuestro fin.

—¡La amo, Nadia! —digo a media voz.

El trineo comienza a correr más despacio, el bramido del viento y el chirriar de los patines ya no son tan terribles, la respiración no se corta más y, por fin, estamos abajo.


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4 págs. / 8 minutos / 137 visitas.

Publicado el 7 de junio de 2016 por Edu Robsy.

La Lengua Larga

Antón Chéjov


Cuento


Natalia Mihailovna, señora muy joven y muy guapa, acaba de llegar en el tren de Jalta, donde ha pasado el verano, y mientras come charla sin cesar, refiriendo los encantos de aquel país. El marido, alegre y satisfecho de su llegada, mira su cara entusiasmada con ojos enternecidos y de vez en cuando le dirige alguna pregunta.

—Dicen que la vida es allí muy cara—le preguntó, entre otras cosas.

—¿Cómo decirte? Creo que la carestía no es tan grande como la suelen pintar. Temamos con Julia Petrovna una habitación bastante confortable por veinte rublos al día. Todo depende de saber arreglarse. Naturalmente, si va uno en excursión a los montes, por ejemplo Al Ai-Patri... el caballo... el guía... resulta caro... ¡carísimo!... Pero, chico, ¡qué montes aquellos! Imagínate unos montes altísimos... mil veces más altos que la iglesia... Arriba, niebla... nada más que niebla... Abajo, piedras, nada más que piedras... ¡Ah! ¡Cuánto lo recuerdo!

—A propósito. Durante tu ausencia leí no pocas atrocidades sobre aquellos guías... ¿Es cierto que son tan perversos?

Natalia Mihailovna hace una mueca y mueve la cabeza negativamente.

—Son tártaros como todos los demás tártaros—contesta—. Pero, después de todo, yo no los vi mas que de lejos una o dos veces... Me los indicaron, pero no les hice caso... Sentía siempre aversión hacia toda clase de circasianos, griegos, moros...

—Parece que son unos tenorios.

—Puede ser... Hay algunas descaradas que... Natalia Mihailovna salta de su silla, y con ojos dilatados, como si viese algo terrorífico, le dice a su marido, recalcando las frases:


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3 págs. / 6 minutos / 103 visitas.

Publicado el 27 de septiembre de 2020 por Edu Robsy.

Historia de una Anguila

Antón Chéjov


Cuento


Es una mañana de verano; reina en la Naturaleza una tranquilidad absoluta; óyese solamente, de vez en cuando, las estridencias de los grillos. Junto a la caseta de baños en construcción, bajo las ramas verdes de un sauce, se agita en el agua el carpintero Guerasim, campesino alto, flaco, de rizosos cabellos bermejos; sopla, refunfuña, guiña los ojos y procura sacar algo de entre las raíces del sauce. A su lado, con el agua hasta el cuello, está otro carpintero, Liubim, hombre joven, bajo de estatura y jorobado; su cara es triangular y tiene ojos de chino. Entrambos llevan blusas y calzones y parecen hallarse ateridos de frío, lo cual se comprende, porque hace más de una hora que permanecen en el agua.

—¿Por qué empujas sin cesar con la mano?—grita el jorobado, tembloroso—. ¡Cabeza de burro! ¡Tenlo!..., ¡tenlo!..., ¡que no se te escape el maldito pez! ¡Te repito que lo agarres bien!

—¡No se escapará!... ¿Por dónde quieres que se nos escape?

—Se ha metido por debajo de los troncos— contesta Gnerasim con su voz de bajo ronco—. No hay por dónde cogerla.

—¡Cógela por las agallas! ¡Cógela y no la sueltes!

—¡Espera! Ya la tengo, no sé por dónde. El caso es que la tengo. ¡Cáspita! La maldita muerde.

—Por las agallas te he dicho; no la sueltes...

—No se ven las agallas. Espera. Ya la he cogido por alguna parte; por el labio creo que la he cogido.

—¡No; ¡por el labio no tires de ella! Se te va a escapar. ¡Por las agallas, por las agallas! Otra vez empujas con la mano. ¡Qué imbécil eres, válgame Dios! ¡Agárrala!

—¡Agárrala!...— exclama Guerasim irritado—. Es muy fácil dar órdenes... ¡Métete tú mismo en el agua y agárrala, diablo de jorobado que eres! ¿A que estás sin hacer nada?

—Bien la agarraría si pudiese. Bajo de estatura como soy, no puedo meterme allí; es muy hondo.


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5 págs. / 9 minutos / 76 visitas.

Publicado el 27 de septiembre de 2020 por Edu Robsy.

Una Historia Aburrida

Antón Chéjov


Novela corta


I

Vive en Rusia un profesor emérito llamado Nikolái Stepánovich de Tal y Tal, consejero privado y caballero; tiene tantas condecoraciones, rusas y extranjeras, que, cuando se ve en la tesitura de ponérselas, los estudiantes lo llaman «el iconostasio». Todos sus conocidos pertenecen a lo más granado de la aristocracia; al menos en los últimos veinticinco o treinta años no ha habido en Rusia un erudito ilustre al que no haya tratado durante algún tiempo. Ahora no tiene con quién relacionarse, pero, si echamos la vista atrás, la larga lista de sus amigos célebres incluye nombres como Pirogov, Kavelin y el poeta Nekrásov, que lo honraron con su sincera y cálida amistad. Es miembro de todas las universidades rusas y de tres extranjeras. Etcétera, etcétera. Todo eso, y muchas cosas más que podrían decirse, constituye lo que se llama mi nombre.

Mi nombre es famoso. En Rusia lo conoce cualquier persona educada, mientras en el extranjero se le agregan los calificativos de «distinguido» y «honorable» cuando se lo menciona desde la cátedra. Es uno de los escasos nombres afortunados cuyo menosprecio o mención vana, ya sea en público o en la prensa, se considera una señal de mala educación. Y así debe ser. Pues mi nombre está íntimamente ligado al concepto de persona célebre, de grandes dotes e indudable utilidad. Soy un hombre hacendoso y perseverante, lo que es importante, y tengo talento, lo que es más importante aún. Además, dicho sea de paso, soy educado, modesto y honrado. Jamás he metido la nariz en la literatura ni en la política, no he buscado la popularidad polemizando con ignorantes, no he pronunciado discursos en banquetes o ante la tumba de mis colegas… En suma, mi nombre académico no presenta ninguna mancha ni tiene motivo de queja. Es afortunado.


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72 págs. / 2 horas, 6 minutos / 1.167 visitas.

Publicado el 8 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

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