El Aljibe de la Vieja
Antonio Afán de Ribera
Cuento
I
—¡Qué miedo anoche, comadre María! Apenas recé las ánimas, di tres vueltas a la llave del portón y tapé las rendijas de la ventana con los restos de mi último zagalejo. Siquiera pude dormirme pensando si el espanto del aljibe se introduciría en mi aposento.
—¡Cómo ha de ser, Joaquina! Nuestros pecados llaman a voces el enojo celeste, y estamos abocados a presenciar castigos tremendos. Bien lo dice en sus sermones el padre Benito de San Diego.
—¿Y no dice también el fraile de nuestro convento vecino que no es regular paguen justos por pecadores? —preguntó con voz estentórea y un poco tomada por el vino, un robusto mancebo con visos de soldado.
—Callaos, hereje; más valiera que cuidarais de acepillar vuestro uniforme, que se lleva todas las noches la cal de la ventana de la Dorotea.
—Pues por eso lo digo, santa... mujer. Si no hubiera lenguas maldicientes y ojos que ven visiones, no se escondería mi novia apenas el sol se pone, por miedo a vuestros romances. Pero ya se buscará medio de alentar a las mozas del barrio, y romper las costillas a las fantasmas y a sus procuradores
—Insensato, judío —clamaron ambas mujeres, acercándose al joven en ademán de arañarlo.
Y en esto hubiera venido a parar el caso si los gritos de una porción de muchachos, precursores de la llegada de una anciana, no hubiese interrumpido el poco edificante diálogo.
—¡Que lo cuente, que lo cuente! La tía Salvadorica lo ha visto —exclamaban las voces infantiles del concurso.
—Diga cuanto sepa, madre Salvadora —añadieron las mozuelas que venían sirviéndola de escolta.
Ea pues, voy a complaceros —respondió parándose en medio del ya formado corro—; dejadme me siente en esta piedra, que recuerda mis primeros años, y hagamos la señal de la cruz para que el espíritu maligno no se goce en ver cómo nos espantan los triunfos de sus inicuas artimaña(s).
Dominio público
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Publicado el 5 de febrero de 2023 por Edu Robsy.