La Bohemia Londinense
Antonio de Hoyos y Vinent
Novela corta
I. Los prolegómenos de una novela de Conan Doyle en el Colonial
Julio Galán Barón estirose los puños, tal vez para resaltar aquella pulsera oriental (pacotilla de Tánger u Orán), recuerdo de su escapatoria al norte de África cuando se sintió —hijo único, rico y mimado— en el caso de olvidar los disgustos (que, afortunadamente para él, no tenía), y dar, de paso, uno a mamá (¡tan buena y abnegada la pobre!) y a papá (que, pese al aire feroz, le adoraba), al fin y al cabo decididos a perdonarle todo con tal de tener al hijo, que era la gran razón de su vida, y aseguró muy serio:
—De la semana que viene no pasa. Embarco en los primeros días, y dentro de un mes me tenéis en el Senegal con mi rifle cazando tigres.
Silvestre Fonseca, mientras se calaba el monóculo, afirmó con entusiasta fervor:
—¡Cuenta conmigo! Ya sabes que esta vez me voy contigo sin falta. Aunque para ello tenga que cargar con el medallón de brillantes de tía Casiana.
Dos o tres de los héroes de la pandilla, en ratos de jolgorio, de buen humor o de pedantesca fanfarronería, se ponían monóculo (que vaya usted a saber de dónde habían sacado), para parodiar al fantasmón del conde, que no era mala persona pero que sabía presumir tomando aires de superioridad impertinente.
Como la envidia le traía a maltraer, Campos de Maldonado, el pseudoliterato fracasado, que, a falta de triunfos propios, había quedado para papeles de Chiuti desempeñados sin la gracia, ligereza, desenfado ni buena voluntad propios del personaje de Zorrilla, sino con una acritud concentrada y agresiva de carabina, ironizó agrio, sin comprensión ni simpatía por las fanfarronadas pueriles:
—Me parece a mí que lo que es tú... Como hagas otro viaje que no sea el que te pague tu padre a Santa Rita, lo más que irás será al Tercio, y para eso te faltan arrestos...
Dominio público
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Publicado el 16 de abril de 2019 por Edu Robsy.