El Gran Pecado: la Marquesa de Tardiente
Antonio de Hoyos y Vinent
Novela corta
Parte 1
Capítulo 1. La afirmación
Los pueblos felices y las mujeres
honradas
no tienen ni historia ni novela.
S. J. PALADAN.
Como sintiera aún los ojos de Roberto fijos en ella, con aquella actitud suplicante de víctima en el ara, actitud plena de mudo reproche y silenciosa queja, afirmó rotunda, agresiva:
—Yo soy una mujer honrada…
Nadie lo había puesto en duda, y así hubo un movimiento de expectación en espera de las explicaciones que de seguro seguirían a tal afirmación de fe. Pero Candelaria callaba y no parecía dispuesta a proseguir, desde el momento en que Roberto, un tanto azorado, habíase apoyado en la chimenea fingiendo estudiar con atención profunda una miniatura de Isabey.
Entonces Piedad Gante, duquesa de Gante y de Malferida, con la autoridad que le daban su posición social, su virtud intachable, su ciencia del mundo y, sobre todo, un cierto parentesco con la procaz, corrigió, mitad en broma, mitad en serio.
—Mujer, Candelaria, cualquiera que te oyese creería que las demás éramos unas perdidas.
Julito Calabrés, defendido contra sus treinta y tantos años en el parapetado de una juventud desbordada en malignidad, murmuró al oído de Amalia Ramos, que fumaba dando chupaditas al Setos Amber y creía lo más prudente abstenerse, segura de que «aquello» de la honradez no iba por ella.
—¡Chúpate ésa! ¡Vaya una lección que se ha llevado la pedantona de Candelaria!
La interesada, mientras, había abierto su pelliza de renard argentée y se abanicaba, disimulando mal su despecho.
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Publicado el 17 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.