Lozoya
Antonio de Trueba
Cuento
I
El pecho sacó fuera
el río, y le habló de esta manera.
(Fr. Luis de León.—Prof. del Tajo.)
Más fresco que una lechuga y más limpio que la plata, el
serranito Lozoya saltaba y corría y hacía doscientas mil diabluras en el
apacible valle de la Oliva, cuando allá por el año de 1852 se encontró
de manos á boca con unos señores madrileños, que le dijeron:
—¡Alto ahí, buen amigo! Traemos orden de Su Majestad la Reina para prenderle á usted y llevarle á Madrid.
—¡Vayan ustedes adonde se fué mi dinero!—replicó Lozoya sin dignarse detener el paso.—¿Que tengo yo que ver con la Reina ni con Madrid?
—Eso no es cuenta nuestra. Deténgase usted y no se ande con juegos, que nosotros somos mandados, y el que manda, manda.
—¡Pues les digo á ustedes que no me detengo! ¡Caracoles! ¡También es mucho cuento esto de que ni en los valles más solitarios le han de dejar á uno vivir en paz y en gracia de Dios! ¿Me moto yo con alguien acaso?
—Hombro no sea usted majadero, que no se le va á llevar á Madrid para nada malo. Se le construirá á usted un magnífico palacio en el Campo de Guardias; se le liarán á usted dentro de Madrid caminos cubiertos para que no le molesten los carruajes, ni la gente, ni el sol, ni la lluvia, ni el viento; se le admitirá á usted en las casas principales de la corte; tendrá usted entrada en los jardines...
—Pues dénlos ustedes muchos recados al palacio y á los caminos y á las casas y á los jardines, que yo me encuentro tan ricamente aquí, y no tengo gana de conversación. ¿Están ustedes enterados? Con que beso á ustedes la mano.
—¡Oiga usted!...
—Al otro oído, que por éste no oigo.
Y así diciendo, Lozoya apretó el paso murmurando no se qué y echando espumarajos de coraje.
—¡Favor á Isabel II!—gritaron los madrileños.
Dominio público
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Publicado el 23 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.