Casilda
Antonio de Trueba
Cuento infantil
I
Era el rey de Toledo el moro Almenón, con quien el rey de Castilla don Fernando el Grande mantenía cordial amistad.
Este rey moro tenía una hija muy hermosa y compasiva, llamada Casilda.
Una esclava castellana contó á la hija del rey moro que los nazarenos amaban á su Dios, y á su rey, y á sus padres, y á sus hermanos, y á sus esposas.
También contó la esclava á la hija del rey moro, que los nazarenos nunca quedan huérfanos de madre, porque cuando pierden á la que los concibió, les queda otra, llamada María, que es una madre inmortal.
Pasaron años, pasaron años, y Casilda fué creciendo en cuerpo y en hermosura y en virtud. Se le murió su madre, y envidió la dicha de los huérfanos nazarenos.
En los confines del jardín que rodeaba el palacio del rey moro, había unas lóbregas mazmorras, donde gemían, hambrientos y cargados de cadenas, muchos cautivos cristianos.
Sucedió que un día fué Casilda á pasear por los jardines de su padre, y oyó gemir á los pobres cautivos. La princesa mora tornó al palacio, lleno su corazón de tristeza.
II
Á la puerta del palacio encontró Casilda á su padre, y arrodillándose á sus pies, le dijo:
—¡Padre! ¡Señor padre! En las mazmorras gime muchedumbre de cautivos. Quítales sus cadenas, ábreles las puertas de su prisión y déjalos tornar á tierra de nazarenos, donde lloran por ellos padres, hermanos, esposas, amadas.
El moro bendijo á su hija en el fondo de su corazón, porque era bueno y amaba á Casilda como á la niña de sus ojos.
El pobre moro no tenía más hija que aquélla.
El pobre moro amaba á Casilda porque era su hija, y porque era además la viva imagen de la dulce esposa cuya pérdida lloraba hacía un año.
Pero el moro, antes que padre, era musulmán y rey, y se creía obligado á castigar la audacia de su hija.
Dominio público
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Publicado el 9 de abril de 2020 por Edu Robsy.