Textos más populares esta semana de Antonio de Trueba publicados por Edu Robsy | pág. 7

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autor: Antonio de Trueba editor: Edu Robsy


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La Escapatoria

Antonio de Trueba


Cuento


I

Juan era un mozo que, mejorando lo presento, valía cualquier dinero; pero tenía un pero, como todos lo tenemos, más ó menos grande, en esto pícaro mundo: este pero era la pícara vanidad, que se fundaba en que sabía leer de corrido, escribir una carta de modo que, aunque mal, se entendiese, y oficiar una misa de manera que al oirle no echasen á correr los perros que hubiese en la iglesia.

Vino de las merindades de Castilla á trabajaren las veneras de Triano, bailó toda la tarde en la romería de Santa Agueda con una chica baracaldesa, la chica le gustó, á pesar de que le habían dicho pestes de los baracaldeses, él gustó también á la chica, y convinieron en que ni pintados podían ser mejores para «casarse juntos«. Juan habló de este proyecto á los padres de Ramona (que así se llamaba la chica baracaldesa); á los padres de Ramona les pareció el proyecto á padres de Ramona, y pocas semanas después Ramona y Juan se casaron, y en casa de los padres de Ramona hubo dos matrimonios en lugar de uno.

El día de la boda se comió y se bebió en grande, y como en tales casos la lengua se alarga y la conciencia se ensancha, así Ramona como sus padres-tuvieron aquel día algunas salidas de pie de banco, que á Juan disgustaron un poquillo, porque demostraban que su mujer y sus suegros no habían inventado la pólvora, ó lo que era lo mismo, no eran del todo dignos de haber emparentado tan estrechamente con un mozo que sabía leer de corrido, escribir una carta de modo que, aunque mal, se entendiese, y oficiar una misa de manera que al oirle no echasen á correr los perros que hubiese en la iglesia.

Juan se quejó de esto aquella misma noche á otro maqueto paisano suyo, que era uno de los convidados á la boda, y el maqueto le dijo:


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Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

El Desarreglo del Mundo

Antonio de Trueba


Cuento


Cuento popular recogido en Vizcaya

I

Cuando Cristo y San Pedro andaban por el mundo, el mundo estaba casi tan desarreglado como ahora, que es cuanto se puede decir, para probar que ya entonces los hombres y las mujeres eran hijos de Adán y Eva.

Cristo había enviado á los Apóstoles á predicar su doctrina en diferentes regiones de la tierra, y sólo había conservado á su lado, como secretario y consejero, á San Pedro, que, aunque era un viejo muy regañón, como todos los viejos, era muy santo y sabía mucho; y Cristo le consultaba con frecuencia, teniendo muy presente aquello de que «más sabe el diablo por viejo que por diablo.»

Un día recibió Cristo carta de Santiago, que era el Apóstol que había enviado á España, y en ella le decía que no las tenía todas consigo con los españoles, porque eran gente que echaba á perder todas las buenas cualidades con que nacían, con los defectos que conforme iban creciendo iban adquiriendo; pongo por ejemplo, el defecto de creer que no había en el mundo con ser mundo, tierra más fértil, rica y herniosa que la de España, ni hombres más valientes, gallardos y talentudos que los españoles; ni mujeres más hermosas, sandungueras y discretas que las españolas; ni pueblo más noble y bien hablado y gobernable que el español.

Cristo se puso de muy mal humor cuando recibió esta carta, porque, lo que él decía:


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Publicado el 24 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

El Sacristán de Garáizar

Antonio de Trueba


Cuento


I

Siempre que yo caminaba, valle arriba ó valle abajo, por la carretera paralela al riachuelo sombreado de hayas, castaños, robles y nogales, en vez de absorber mi atención los molinos y las ruinas de ferrerías, como sucede siempre que sigo el curso de algún río ó riachuelo, la absorbía una aldeíta medio escondida en la arboleda, allá arriba, á mitad de la vertiente de la montaña. Aquella aldeíta, que hubiera pasado inadvertida para los que transitaban por el valle, á no ser por las heredades lindamente cultivadas que tenía en sus inmediaciones, y el campanario de su iglesita que sobresalía de la arboleda, y alguna que otra casa que blanqueaba entre ésta, era la de Garáizar.

Tenía yo mucho deseo de trepar á ella, no tanto porque me enamoraba su situación, como-por lo mucho y bien que de ella me hablaba el señor cura de Basarte siempre que le visitaba, yendo con algunos amigos aficionados á la caza, que á mí sólo me gusta en el plato y como pretexto para pasear al aire libre y recrearme con los encantos dé la Naturaleza virgen, ó poco menos, del contacto del hombre.

El señor cura de Basarte era natural de Garáizar y tenía un vicio parecido á otro mío, que era el de no encontrar pueblo tan de su gusto como aquél donde había nacido y tenía los recuerdos de la familia y la infancia.

El bello ideal del señor cura de Basarte, que aún era joven, era, como el mío, vivir y morir en su aldea natal.

Iba yo vallecito abajo un hermoso día de la Ascensión del Señor, por la mañana, cuando oí tocar á misa en Santa María de Garáizar. Ya la había oído en el pueblo de donde venía, pero había llegado á la iglesia un poco tarde y me remordía un poco la conciencia el haber oído misa incompleta en día tan señalado.


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Publicado el 24 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

Minómanos y Besugómanos

Antonio de Trueba


Cuento


I

Uno de los últimos días del mes de Diciembre de 1872, en cuya época estaba en toda su intensidad la minomanía en Vizcaya, salieron de Bilbao, apretados como sardinas en tonel, en un desvencijado tílburi, D. Celestino y otros dos minómanos, y se encaminaron hacia las Encartaciones, donde están los montes de hierro de la Cantabria marítima, que admiraron al naturalista Plinio hace cerca de dos mil anos, y en cuyas agrestes y elevadísimas montañas estaba próxima á rugir una caldera de agua hirviendo que arrastrase en pos de sí 2.000 quintales de vena, que en otros tiempos no arrastraban doscientas yuntas de bueyes.

Conforme caminaban, molían á los aldeanos que encontraban al paso preguntándoles si había ó dejaba de haber veneras ó señales de ellas aquí ó allá ó en el otro lado, y los aldeanos, después de contestarles cualquier cosa para salir del paso, apretaban el suyo sonriendo maliciosamente de ellos.

Algunas veces veían en la falda de la montaña peñascos negruzcos, que les hacían dar un grito de alegría creyendo que eran ferruginosos, y saltando del tílburi D. Celestino, que pretendía ser el más inteligente en mineralogía, trepaba allá, y bajaba en seguida desconsolado con la noticia de que el peñasco era arenisco y su color obscuro provenía de la intemperie.

Pero no desmayaban sus risueñas esperanzas con estos desengaños, porque sus esperanzas estaban en una aldea que les habían asegurado era un nuevo Galdames no descubierto aunn por ningún Ochandátegui.


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Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

El Ten-con-ten

Antonio de Trueba


Cuento


I

Este era un joven Monarca (ignoro si del sexo, masculino ó del femenino, pues la tradición popular sólo le da el ambiguo nombre de Monarca) que se propuso, al empezar su reinado, hacerse amar de todos sus súbditos por medio del ten-con-ten, ó lo que es lo mismo, procurando complacer á todos.

Firmo en este propósito, que por inspiración propia, y no por consejo ajeno, había adoptado como base de su difícil misión de reinar en un pueblo dividido y encismado por la picara política, quiso completar su plan de conducta gubernamental oyendo los consejos del General Robles, que había sido Ministro y Consejero muy amado del Rey, su augusto padre

El General Robles, más conocido por este nombre que por su título de Duque de no sé qué pueblo, donde había alcanzado una gran victoria sobre extranjeros invasores de la patria, era un venerable anciano.

Hijo de honrados y pobres labradores, había ingresado en la milicia como soldado raso, y á fuerza de tiempo, de talento, de valor, de patriotismo y de honradez, había ascendido á General,y de General á Duque, y de Duque á Ministro, y de Ministro á todo lo más á que entonces se podía ascender, que era el calificativo de ilustre, que ahora se planta á cualquier cabecilla de motín triunfante.

Las genialidades del General. Robles eran muy célebres y enamoraban al Rey mismo. Como muestra de ellas, voy á citar una.


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Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

El General Manduca

Antonio de Trueba


Cuento


I

Esto sucedió á fines del siglo pasado, en un Estado de Europa cuyo nombre calla la historia, porque esta señora cantó las glorías de la dinastía reinante, y así que cayó aquella dinastía, se dedicó á cantar las glorias de su sucesora, resultando de esto tal embrollo, que nada podemos sacar en limpio los que no queremos mancharnos.

Por aquellos tiempos estaban de moda los filósofos, y si no, que se lo pregunten á Voltaire, á Rousseau, á Diderot, á Catalina II de Rusia y á Federico II de Prusia, que florecieron en aquellos tiempos y pasaban por la flor y nata de la filosofía. Así á nadie extrañará que en el Estado Anónimo (llamarémosle así para que nos entendamos) hubiese un General que pasaba por filósofo.

También calla la historia el nombre de este General, porque la muy tunanta, de tanto como sabía, parecía que no sabía nada; pero yo lo llamaré el General Manduca, nombre compuesto de las locuciones mandar y estar como un duque, de que sale mandar á lo duque, y por último, Manduca, cuyos componentes son atributos esenciales de un General que llega, como llegó este, á Presidente del Consejo de Ministros.

II

El General Manduca tenía ideas muy singulares acerca de la organización y disciplina del ejército de su digno mando.

El General Manduca no quería ver ni pintados soldados voluntarios: todos habían de ser forzosos, y así era que en aquel reino el reemplazo del ejército se verificaba en su totalidad por medio de quintas, con la particularidad de que no se admitía sustituto alguno, y de que como el General en jefe supiese que algún quinto se alegraba de que le hubiese tocado coger el chopo, hacía que diariamente le rompiese el cabo una vara en las costillas á fin de que ansiase volver á su pueblo á destripar terrones.


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Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Las Dudas de San Pedro

Antonio de Trueba


Cuento


I

Cuando Cristo y San Pedro andaban por el mundo sucedieron cosas que el pueblo español me ha contado en el lenguaje candorosamente familiar, anacrónico y castizo en que, con la ayuda de Dios, las voy a recontar.

San Pedro era un gran santo, y Cristo le quería mucho, como lo prueba el haberle nombrado su vicario en la tierra y el haberle dado después las llaves del cielo; pero a pesar de eso, San Pedro tenía sus debilidades de hombre, de lo que es testigo aquello del gallo, y sus rarezas de viejo, de lo que dará testimonio la presente narración.

Cristo notaba hacía algún tiempo que San Pedro estaba cada vez más caviloso y triste, y un día que caminaban juntos por Galilea, le dijo:

—Amado Pedro, ¿cuál es la causa de las melancolías y cavilaciones en que te sumes con frecuencia?

—Señor Maestro, contestó San Pedro, desgraciadamente no se equivoca Vd., que hace tiempo me atormentan dudas que casi no me dejan pegar los ojos de noche ni solazarme con los encantos de la naturaleza de día.

—¿Me dirás, amado Pedro, qué dudas son esas?

—Señor Maestro, trabajillo me costará el decírselo a Vd., porque mis dudas son tales, que se me cae la cara de vergüenza sólo con pensar en ellas.

—Amado Pedro, rústico y humilde pescador eras en esta mar de Galilea cuando, siguiendo las inspiraciones de mi Padre, te elegí para predicar el Evangelio de Dios a las gentes, y aun para más altos destinos te reservo. Te he infundido la ciencia divina de mi Padre, que es la sabiduría suprema en el cielo y en la tierra, y ¿crees que no tengo derecho a exigirte que me muestres todo lo más recóndito de tu corazón y tu inteligencia?

—Es verdad, señor Maestro, que tiene usted derecho para eso y mucho más, pero mis dudas son terribles...

—Amado Pedro, dime cuáles son.

—Pues ha de saber Vd. que dudo de la justicia y sabiduría de Dios.

—¿De mi Padre?


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Publicado el 26 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Las Dos Noblezas

Antonio de Trueba


Cuento


Este era un Rey muy bueno y querido de sus vasallos; pero tenía sus rarezas, como á todos nos sucede; entre ellas, la de no permitir en su reino, y menos en su corte, el ejercicio de artes mecánicas, tales como la zapatería, porque decía que tales artes eran opuestas á la nobleza que quería conservar en su reino en toda su pureza y esplendor. Reyes así serán muy buenos, pero á mí no me gustan, acaso porque yo no entiendo de estas cosas. Preguntando al buen anciano que me contó este cuento que pensaba de tales Reyes y que de los que pecaban en el extremo opuesto, se limitó á contestarme: «¡Mal año para ellos!»

El Rey era viudo y tenía una hija por quien deliraba, creyéndola la chica más hermosa de este mundo. La Princesa era, en efecto, un prodigio de hermosura y gracia; sobre todo, su pie era una maravilla por lo chiquirritito y mono; y era de suponer que de allí arriba todo correspondiese al pie, inclusa la pantorrilla, que era preciosa, según decían todos los que habían logrado ver un poquito de ella al levantar la Princesa el vestido con mucha monería para pasar algún charco.

Allí todos los artefactos se traían de tierra extranjera, porque no se permitía fabricar ninguno en el reino, y, por consiguiente, también el calzado era allí extranjero. Como el pie de la Princesa era un pie de ángel, era casi imposible que hombres le hiciesen zapatos como es debido, y mucho más imposible haciéndolos sin medida.

El Rey estaba disgustadísimo con esto último, y por más que preguntaba á sus nobles ministros y cortesanos cómo se podría remediar tan grave inconveniente, no acertaba á remediarle, porque todos sus cortesanos y ministros se encogían de hombros cuando S. M. los consultaba sobre asunto tan importante y transcendental.


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Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Las Romerías

Antonio de Trueba


Cuento


A don Vicente de Arana

I

Querido Vicente: El cuento popular que va usted á leer acaso permanecería en mi cartera en forma de breves apuntes, si la víspera de San Vicente mártir, del presente año 1880, no nos hubiéramos encontrado usted y yo en Abando, cerca de la iglesia parroquial donde recibió usted el bautismo y están los recuerdos religiosos más queridos y venerandos para usted y su buena familia.

A pesar de que corrían los últimos días del mes de Enero, era el tiempo todo lo hermoso que puede ser en tal estación: la temperatura, que en nuestros apacibles valles de Vizcaya apenas desciende nunca al grado de congelación, era este cruel invierno tan baja; que ya se habían helado casi todos los naranjos y limoneros de los mismos valles; pero al de noche helaba con intensidad aquí desconocida, de día brillaba el sol espléndidamente, porque, como dije, no recuerdo en cuál de mis escritos, el cielo de Vizcaya, cuando le da por vestirse de azul, que es pocas veces, hasta la camisa se pone de este hermoso color.

Como sé el amor que tiene usted á todo lo que se relaciona con la aldea natal, cuyos amenos campos han inspirado á su alma de verdadero poeta y á su patriotismo de verdadero vizcaíno tantos hermosos versos y tantas hermosas leyendas, de cuyo mérito da testimonio el éxito de su libro, modestamente titulado El oro y el oropel, hablóle á usted de la festividad del día siguiente, cuya romería tenía probabilidades de ser muy concurrida y alegre, merced á la hermosura del tiempo.


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Publicado el 24 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

La Verdad

Antonio de Trueba


Cuento


Cuento popular de Vizcaya

I

Este era un comerciante de Bilbao, muy rico, muy rico, llamado don Juan de Eguía, de quien tengo noticia por un viejecito de Deusto, que aunque de algunas cosas sabia mucho menos que yo, de otras sabía mucho más, como lo prueba la siguiente lecioncita que me dió un día que le hablé de cuentos populares:

—Cuentan que un soldado llevaba siempre en la mochila un par de guijarros, y en cuanto llegaba al alojamiento, encargaba á la patrona que se los guisara en salsa, con lo cual engañaba el pan de munición, moja que moja en la salsilla. Los cuentos populares son guijarros que andan rodando por los campos y no tienen sustancia, y á veces descalabran al buen sentido: pero si se los guisa bien, se chupa uno los dedo con la salsilla y al buen sentido que anda algo torcido, le pone derecho como un uso.

Pero volvamos á don Juan de Eguía, que ya tendremos ocasión de volver al viejecito de discreto. Don Juan era hombre bueno y discreto, pero tenía una manía singular: partiendo del supuesto vulgar de que su apellido ¡que significa «localidad angulosa») significaba «la verdad», y queriendo vivir de acuerdo con él, llevaba tan adelante el amor á esta virtud, que la convertía en generadora de todas las virtudes humanas, de modo que para él, hombre capaz de faltar á la verdad, era capaz de faltar á todo lo bueno y santo.

Y he llamado manía á su extremado amor á la verdad, porque la exageración, áun en los afectos más santos, conduce al fanatismo, y el fanatismo, á su vez, conduce á todo lo malo.

«Una mentira bien compuesta, mucho, vale y poco cuesta», dice un proverbio vulgar, y hay casos en que la mentira es santa, porque sin causar mal alguno, previene y evita males muy grandes. Vaya un ejemplo de esto que me puso el viejecito de Dausto, al contarme el cuento de don Juan de Eguía, que estoy guisando como Dios me da á entender:


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Publicado el 24 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

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