El Maestro de Hacer Cucharas
Antonio de Trueba
Cuento
I
A Ramón no le podían ver ni pintado en su pueblo, porque era un holgazán como una loma, sin oficio ni beneficio, por lo que le llamaban el maestro de hacer cucharas, que en aquel país significa aproximadamente lo que en otros el maestro de atar escobas. Mientras le duró la herencia paterna lo pasó muy bien, andando de viga derecha; pero cuando acabó de comérsela, no encontró quien le diese para llenar la andorga, y á fuerza de acostarse con una ración de hambre y levantarse con otra de necesidad, se iba quedando como un alambre.
—Pero, hombre—le decían todos,—ya sabes que en esta vida caduca, el que no trabaja no manduca.
—¡Ya lo sé, por mi desgracia!—contestaba Ramón bostezando.
—Pues entonces, ¿por qué no trabajas para manducar? Dios opina que el hombre debe ganar el sustento con el sudor de su frente.
—En ese punto no estoy conforme con Dios.
—¡No digas judiadas, hombre!
—Las opiniones son libres.
—Pero no las opiniones contrarias á las de Dios.
Razonando y disputando así el maestro de hacer cucharas, se moría de hambre por no querer doblar el espinazo, y recordando é interpretando absurdamente el precepto bíblico que dice: «Nadie es profeta en su patria», y el refrán que añade: «El que no se aventura no pasa la mar», determinó irse por el mundo en busca de tierra donde pudiera comer sin trabajar.
Andando, andando, recorrió las siete partidas sin encontrar lo que buscaba, y llegó á un pueblo, donde se sentó, desfallecido de hambre, en uno de los bancos de piedra que adornaban un paseo.
Al fin del paseo se veía un convento, cuyos frailes pasaban y repasaban por delante de Ramón, tan colorados y tan gordos, que daba gusto el verlos.
Dominio público
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Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.