Las Dudas de San Pedro
Antonio de Trueba
Cuento
I
Cuando Cristo y San Pedro andaban por el mundo sucedieron cosas que el pueblo español me ha contado en el lenguaje candorosamente familiar, anacrónico y castizo en que, con la ayuda de Dios, las voy a recontar.
San Pedro era un gran santo, y Cristo le quería mucho, como lo prueba el haberle nombrado su vicario en la tierra y el haberle dado después las llaves del cielo; pero a pesar de eso, San Pedro tenía sus debilidades de hombre, de lo que es testigo aquello del gallo, y sus rarezas de viejo, de lo que dará testimonio la presente narración.
Cristo notaba hacía algún tiempo que San Pedro estaba cada vez más caviloso y triste, y un día que caminaban juntos por Galilea, le dijo:
—Amado Pedro, ¿cuál es la causa de las melancolías y cavilaciones en que te sumes con frecuencia?
—Señor Maestro, contestó San Pedro, desgraciadamente no se equivoca Vd., que hace tiempo me atormentan dudas que casi no me dejan pegar los ojos de noche ni solazarme con los encantos de la naturaleza de día.
—¿Me dirás, amado Pedro, qué dudas son esas?
—Señor Maestro, trabajillo me costará el decírselo a Vd., porque mis dudas son tales, que se me cae la cara de vergüenza sólo con pensar en ellas.
—Amado Pedro, rústico y humilde pescador eras en esta mar de Galilea cuando, siguiendo las inspiraciones de mi Padre, te elegí para predicar el Evangelio de Dios a las gentes, y aun para más altos destinos te reservo. Te he infundido la ciencia divina de mi Padre, que es la sabiduría suprema en el cielo y en la tierra, y ¿crees que no tengo derecho a exigirte que me muestres todo lo más recóndito de tu corazón y tu inteligencia?
—Es verdad, señor Maestro, que tiene usted derecho para eso y mucho más, pero mis dudas son terribles...
—Amado Pedro, dime cuáles son.
—Pues ha de saber Vd. que dudo de la justicia y sabiduría de Dios.
—¿De mi Padre?
Dominio público
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Publicado el 26 de octubre de 2020 por Edu Robsy.