Historia de una Cruz
Antonio de Trueba
Cuento
I
Una tarde de Agosto, justamente un mes después que los sambernabeses se merendaron la cabra negra, estaba agonizando un anciano de San Bernabé, y el señor Cura le prodigaba sus consuelos.
Allá sobre las cumbres de Ordunte se ponía obscuro el cielo, brillaba el relámpago, y rugía sordamente el trueno.
Era la una de la tardo, y los labradores dormían la siesta en sus casas, esperando á que en la torre de la iglesia sonaran las dos para volver á sus heredades.
La tempestad se iba acercando, como que se cernía ya sobre los campos de Nava, Jijano y el Benón; pero nadie se curaba de ella en San Bernabé, acostumbrado como estaba el vecindario á que el señor Cura diese buena cuenta de ella con sus conjuros
Sin embargo, un grito de terror y asombro resonó en todas las casas al estallar un rayo que derribó la encina mayor del campo, precisamente aquella á cuya sombra había sido merendada la cabra negra, y al sentir el ruido de una nube de piedra como nueces, que rompía las tejas y los cristales de las casas y destrozaba el ramaje de los árboles.
En el momento en que la terrible tempestad se alejaba de San Bernabé, el señor Cura salió de casa del moribundo, entró en la iglesia y tocó á muerto ¡El anciano á quien auxiliaba, acababa de expirar!
Los vecinos salían de sus casas, y dirigiendo la vista á la vega desde las cercanías de la iglesia, prorrumpían en lágrimas y gritos de desolación; era porque el terrible pedrisco había asolado completamente los campos de San Bernabé. Todo, maizales, viñedos, patatas, colmenares, todo, todo había sido destruído.
Muy pronto los lloros y lamentaciones se trocaron en gritos de indignación y amargas reconvenciones, dirigidas al señor Cura porque no había conjurado la tempestad.
Dominio público
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Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.