Textos más vistos de Arthur Conan Doyle publicados por Edu Robsy no disponibles | pág. 2

Mostrando 11 a 20 de 39 textos encontrados.


Buscador de títulos

autor: Arthur Conan Doyle editor: Edu Robsy textos no disponibles


1234

El Duelo en Francia

Arthur Conan Doyle


Cuento


En uno de los innumerables códigos legales que existen en Francia, hay una cláusula cuyo propósito es impedir, o por lo menos regular, la práctica del duelo, según la cual es ilegal batirse en duelo por cualquier causa cuyo valor económico sea inferior a dos peniques y medio. Esta limitación, por más modesta que parezca, era por lo visto demasiado drástica para los gustos de los caballeros a los que debería aplicarse, y en la larga lista de combates singulares del pasado encontramos muchos cuyo origen, si lo evaluáramos, no alcanzaría el elevado importe antes mencionado. La mezcla de numerosas naciones, a cual más fogosa, que componen el pueblo francés —galos, armoricanos, francos, borgoñones, normandos, godos— ha producido una raza dotada al parecer de un espíritu combativo más desarrollado que cualquier otra nación europea. A pesar de las incesantes guerras que forman la historia de Francia, en ningún momento se han interrumpido los combates y venganzas privados, a modo de un largo arroyo sangriento que atraviesa todas las épocas, más estrecho o más ancho según los siglos, y que alcanza a veces las proporciones de una auténtica inundación, como si el país hubiera sido víctima de una repentina epidemia de locura homicida. Acontecimientos recientes han mostrado que esta tendencia nacional no se ha debilitado ni mucho menos, y que lo más probable es que el duelo, cuando haya sido erradicado de todos los demás países europeos, subsista todavía en ese pueblo galante cuya preocupación por el honor les hace a veces descuidar la inteligencia.


Información texto

Protegido por copyright
11 págs. / 20 minutos / 693 visitas.

Publicado el 23 de enero de 2018 por Edu Robsy.

El Lote Número 249

Arthur Conan Doyle


Cuento


Es posible que no pueda pronunciarse jamás un juicio absoluto y definitivo acerca de las relaciones de Edward Bellingham con William Monkhouse Lee, ni sobre la causa que motivó el gran terror de Abercrombie Smith. Es verdad que poseemos un relato completo y claro del propio Smith, así como determinadas corroboraciones que pudo encontrar en hombres como Thomas Styles, el sirviente; del reverendo Plumptree Peterson, miembro del Old College, y de otras personas que tuvieron oportunidad de obtener una visión pasajera de este o aquel incidente, dentro de una singular cadena de sucesos. No obstante, en lo esencial, la historia se apoya sólo en el testimonio de Smith, y la mayoría se inclinará a pensar que es más probable que un cerebro aparentemente sano sufra una sutil deformación en su textura, algún extraño defecto en su funcionamiento, que el hecho de que se haya transgredido el camino de la Naturaleza, a pleno día, en un centro de enseñanza tan afamado como la Universidad de Oxford. Sin embargo, cuando nos paramos a pensar en lo estrecho y tortuoso que es ese sendero de la Naturaleza, en lo confusamente que podemos trazarlo, a pesar de todas las luces de la ciencia, y en cómo surgen misteriosamente de la oscuridad que lo rodea enormes y terribles posibilidades, llegamos a la conclusión de que tiene que ser audaz y seguro de sí mismo el hombre capaz de poner un límite a los extraños senderos laterales por los que puede vagar el espíritu humano.


Información texto

Protegido por copyright
42 págs. / 1 hora, 13 minutos / 215 visitas.

Publicado el 2 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

El Valle del Terror

Arthur Conan Doyle


Novela


Primera parte. La tragedia de Birlstone

I. El aviso

—Estoy tentado de pensar… —dije.

—Yo debería hacer lo mismo. —Sherlock Holmes observó impacientemente.

Pienso que soy uno de los más pacientes de entre los mortales; pero admito que me molestó esa burlona interrupción.

—De verdad, Holmes —dije con severidad— resulta usted un poco irritante en ciertas ocasiones.

Holmes estaba ensimismado en sus propios pensamientos para dar una respuesta inmediata a mi réplica. Se recostó sobre su mano, con su desayuno intacto ante él, y clavó su mirada en el trozo de papel que acababa de sacar de su sobre. Luego tomo el mismo sobre, tendiéndolo contra la luz y estudiándolo cuidadosamente, tanto el exterior como la cubierta.

—Es la letra de Porlock —dijo pensativo—. Me quedan pocas dudas de que sea su letra, aunque la haya visto sólo dos veces anteriormente. La e griega con el peculiar adorno arriba es muy distintiva. Pero si es Porlock, entonces debe ser algo de primerísima importancia.

Hablaba más consigo mismo que conmigo; pero mi incomodidad desapareció para dar lugar al interés que despertaron aquellas palabras.

—¿Quién es ese Porlock? —pregunté.


Información texto

Protegido por copyright
200 págs. / 5 horas, 51 minutos / 225 visitas.

Publicado el 24 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

La Travesía del «Flowery Land»

Arthur Conan Doyle


Cuento


Un remolcador a vapor resoplaba cansinamente arrastrando el clíper de altos mástiles, bien equipado con lanchas de salvamento. El clíper, con sus relucientes costados recién pintados de negro, su afilada proa, y su arqueada bovedilla, era la viva imagen del velero rápido y audaz; pero quienes conocieran su historia podrían haberlo convertido en el perfecto ejemplo para ilustrar un sermón sobre la desaparición del marinero británico; y en este sentido, el clíper era el escándalo del río. Chinos, franceses, noruegos, españoles, turcos…: transportaba un verdadero muestrario de la raza humana. Todos ellos trabajaban arduamente, limpiando los puentes y cerrando las escotillas, pero el alto y corpulento primer oficial se mesó los cabellos cuando descubrió que prácticamente ninguno de los hombres que componían la tripulación era capaz de comprender una orden dada en inglés.

El capitán, John Smith, llevaba consigo a su hermano pequeño, George Smith. Le había hecho embarcar con la esperanza de que la travesía fuera beneficiosa para su salud. Estaban en ese momento sentados ambos a la mesa, con una botella de champán abierta entre ellos, cuando el primer oficial, obedeciendo a una orden del capitán, hizo su aparición. Todavía le ardían los ojos de resultas de su reciente estallido de ira.

—¡Bueno, señor Karswell! —exclamó el capitán—, nos espera un largo viaje. Calculo que necesitaremos unos seis meses antes de vislumbrar el faro de Singapur. He pensado que le gustaría tomar una copa con nosotros. ¡Brindemos porque nos conozcamos mejor y porque tengamos un buen viaje!

Era el capitán un tipo jovial y simpático. Su cara, muy roja y marcada por las inclemencias del tiempo, irradiaba buen humor. El gesto hosco del primer oficial se relajó al oír estas cordiales palabras, y se bebió de un trago la copa de champán que el capitán le ofrecía.


Información texto

Protegido por copyright
13 págs. / 23 minutos / 364 visitas.

Publicado el 23 de enero de 2018 por Edu Robsy.

Las Hazañas del Brigadier Gerard

Arthur Conan Doyle


Cuento


1. De como el brigadier llegó al castillo de los horrores

Hacéis bien, amigos míos, en tratarme con respeto, pues al honrarme a mí os honráis vosotros mismos y a la Francia entera.

No es quien os habla un viejo militar de bigotes grises, que come su tortilla y bebe su vaso de vino; es una página de la historia, de la historia más gloriosa de nuestro país, que no ha sido igualada por ningún otro.

Soy uno de los últimos de aquellos hombres admirables que antes de dejar de ser muchachos fueron militares veteranos; de aquellos que aprendieron antes a hacer uso de la espada que de la navaja de afeitar, y que durante más de cien batallas no permitieron ni una sola vez que el enemigo viese el color de sus mochilas.

Más de veinte años pasamos enseñando a Europa a pelear, y aun cuando aprendió la lección, fue siempre el termómetro y jamás la bayoneta el que producía algún efecto en el más grande de los grandes ejércitos.

En Berlín, en Nápoles, en Viena, en Lisboa, en Moscú, en todas partes hemos acuartelado nuestros caballos.

Sí, amigos míos, lo repito: hacéis bien en mandar a vuestros hijos a saludarme, pues mis oídos han escuchado las dianas francesas y mis ojos han visto el orgulloso estandarte francés en sitios donde jamás ha llegado a escucharse ni a verse.

Siempre recuerdo con placer aquellos gloriosos tiempos, y después de comer, al echar la siesta en mi butaca, veo desfilar por delante de mí las inmensas filas de guerreros: los cazadores con sus chaquetas verdes, los elegantes coraceros, los lanceros de Poniatowsky, los dragones con sus capotes blancos y los galantes granaderos.


Información texto

Protegido por copyright
208 págs. / 6 horas, 4 minutos / 128 visitas.

Publicado el 15 de enero de 2018 por Edu Robsy.

El Dedo Pulgar del Ingeniero

Arthur Conan Doyle


Cuento


Entre todos los problemas que se sometieron al criterio de mi amigo Sherlock Holmes durante los años que duró nuestra asociación, sólo hubo dos que llegaran a su conocimiento por mediación mía, el del pulgar del señor Hatherley y el de la locura del coronel Warburton. Es posible que este último ofreciera más campo para un observador agudo y original, pero el otro tuvo un principio tan extraño y unos detalles tan dramáticos que quizás merezca más ser publicado, aunque ofreciera a mi amigo menos oportunidades para aplicar los métodos de razonamiento deductivo con los que obtenía tan espectaculares resultados. La historia, según tengo entendido, se ha contado más de una vez en los periódicos, pero, como sucede siempre con estas narraciones, su efecto es mucho menos intenso cuando se exponen en bloque, en media columna de letra impresa, que cuando los hechos evolucionan poco a poco ante tus propios ojos y el misterio se va aclarando progresivamente, a medida que cada nuevo descubrimiento permite avanzar un paso hacia la verdad completa. En su momento, las circunstancias del caso me impresionaron profundamente, y el efecto apenas ha disminuido a pesar de los dos años transcurridos.

Los hechos que me dispongo a resumir ocurrieron en el verano del 89, poco después de mi matrimonio. Yo había vuelto a ejercer la medicina y había abandonado por fin a Sherlock Holmes en sus habitaciones de Baker Street, aunque le visitaba con frecuencia y a veces hasta lograba convencerle de que renunciase a sus costumbres bohemias hasta el punto de venir a visitarnos. Mi clientela aumentaba constantemente y, dado que no vivía muy lejos de la estación de Paddington, tenía algunos pacientes entre los ferroviarios. Uno de éstos, al que había curado de una larga y dolorosa enfermedad, no se cansaba de alabar mis virtudes, y tenía como norma enviarme a todo sufriente sobre el que tuviera la más mínima influencia.


Información texto

Protegido por copyright
25 págs. / 44 minutos / 199 visitas.

Publicado el 26 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

El Gato del Brasil

Arthur Conan Doyle


Cuento


Es una desgracia para un joven tener aficiones caras, grandes expectativas de riqueza, parientes aristocráticos, pero sin dinero contante y sonante, y ninguna profesión con que poder ganarlo. El hecho es que mi padre, hombre bondadoso, optimista y jactancioso, tenía una confianza tal en la riqueza y en la benevolencia de su hermano mayor, solterón, lord Southerton, que dio por hecho el que yo, su único hijo, no me vería nunca en la necesidad de ganarme la vida. Se imaginó que, aun en el caso de no existir para mí una vacante en las grandes posesiones de Southerton, encontraría, por lo menos, algún cargo en el servicio diplomático, que sigue siendo espacio cerrado de nuestras clases privilegiadas. Falleció demasiado pronto para comprobar todo lo equivocado de sus cálculos. Ni mi tío ni el estado se dieron por enterados de mi existencia, ni mostraron el menor interés por mi porvenir. Todo lo que me llegaba como recordatorio de ser el heredero de la casa de Otswell y de una de las mayores fortunas del país, eran un par de faisanes de cuando en cuando, o una canastilla de liebres. Mientras tanto, yo me encontré soltero y paseante, viviendo en un departamento de Grosvenor-Mansions, sin más ocupaciones que el tiro de pichón y jugar al polo en Hurlingham. Un mes tras otro fui comprobando que cada vez resultaba más difícil conseguir que los prestamistas me renovasen los pagarés, y obtener más dinero a cuenta de las propiedades que habría de heredar. Vislumbraba la ruina que se me presentaba cada día más clara, más inminente y más completa.


Información texto

Protegido por copyright
27 págs. / 47 minutos / 128 visitas.

Publicado el 26 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

El Misterio de Copper Beeches

Arthur Conan Doyle


Cuento


—El hombre que ama el arte por el arte —comentó Sherlock Holmes, dejando a un lado la hoja de anuncios del Daily Telegraph— suele encontrar los placeres más intensos en sus manifestaciones más humildes y menos importantes. Me complace advertir, Watson, que hasta ahora ha captado usted esa gran verdad, y que en esas pequeñas crónicas de nuestros casos que ha tenido la bondad de redactar, debo decir que, embelleciéndolas en algunos puntos, no ha dado preferencia a las numerosas causes célebres y procesos sensacionales en los que he intervenido, sino más bien a incidentes que pueden haber sido triviales, pero que daban ocasión al empleo de las facultades de deducción y síntesis que he convertido en mi especialidad.

—Y, sin embargo —dije yo, sonriendo—, no me considero definitivamente absuelto de la acusación de sensacionalismo que se ha lanzado contra mis crónicas.

—Tal vez haya cometido un error —apuntó él, tomando una brasa con las pinzas y encendiendo con ellas la larga pipa de cerezo que sustituía a la de arcilla cuando se sentía más dado a la polémica que a la reflexión—. Quizá se haya equivocado al intentar añadir color y vida a sus descripciones, en lugar de limitarse a exponer los sesudos razonamientos de causa a efecto, que son en realidad lo único verdaderamente digno de mención del asunto.

—Me parece que en ese aspecto le he hecho a usted justicia —comenté, algo fríamente, porque me repugnaba la egolatría que, como había observado más de una vez, constituía un importante factor en el singular carácter de mi amigo.


Información texto

Protegido por copyright
30 págs. / 53 minutos / 136 visitas.

Publicado el 26 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

El tren especial desaparecido

Arthur Conan Doyle


Crónica


La confesión hecha por Herbert de Lernac, que se halla en la actualidad penado con sentencia de muerte en Marsella, ha venido a arrojar luz sobre uno de los crímenes más inexplicables del siglo, sobre un suceso que, según creo, no tiene precedente alguno en los anales del crimen de ningún país. Aunque en los medios oficiales se muestran reacios a tratar del asunto, por lo que los informes entregados a la prensa son muy pocos, existen, no obstante, indicaciones de que la confesión de este archicriminal está corroborada por los hechos y de que hemos encontrado, al fin, la solución del más asombroso de los asuntos. Como el suceso ocurrió hace ya ocho años y una crisis política que en aquellos momentos tenía absorta la atención del público vino, hasta cierto punto, a quitarle importancia, convendrá que yo exponga los hechos tal como me ha sido posible conocerlos. Los he examinado comparando los periódicos de Liverpool de aquella fecha, las actas de la investigación realizada acerca de John Stater, maquinista del tren, y los archivos de la compañía de ferrocarril de Londres y la Costa Occidental, que han sido puestos cortésmente a mi disposición. Resumiéndolos, son como siguen:


Información texto

Protegido por copyright
23 págs. / 40 minutos / 365 visitas.

Publicado el 19 de enero de 2018 por Edu Robsy.

1234