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Sherlock Holmes

Arthur Conan Doyle


Novela, cuento


Estudio en Escarlata

Primera parte

(Reimpresión de las memorias de John H. Watson, doctor en medicina y oficial retirado del Cuerpo de Sanidad)

1. Mr. Sherlock Holmes

En el año 1878 obtuve el título de doctor en medicina por la Universidad de Londres, asistiendo después en Netley a los cursos que son de rigor antes de ingresar como médico en el ejército. Concluidos allí mis estudios, fui puntualmente destinado el 5.0 de Fusileros de Northumberland en calidad de médico ayudante. El regimiento se hallaba por entonces estacionado en la India, y antes de que pudiera unirme a él, estalló la segunda guerra de Afganistán. Al desembarcar en Bombay me llegó la noticia de que las tropas a las que estaba agregado habían traspuesto la línea montañosa, muy dentro ya de territorio enemigo. Seguí, sin embargo, camino con muchos otros oficiales en parecida situación a la mía, hasta Candahar, donde sano y salvo, y en compañía por fin del regimiento, me incorporé sin más dilación a mi nuevo servicio.

La campaña trajo a muchos honores, pero a mí sólo desgracias y calamidades. Fui separado de mi brigada e incorporado a las tropas de Berkshire, con las que estuve de servicio durante el desastre de Maiwand. En la susodicha batalla una bala de Jezail me hirió el hombro, haciéndose añicos el hueso y sufriendo algún daño la arteria subclavia. Hubiera caído en manos de los despiadados ghazis a no ser por el valor y lealtad de Murray, mi asistente, quien, tras ponerme de través sobre una caballería, logró alcanzar felizmente las líneas británicas.


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2.126 págs. / 2 días, 14 horas / 2.552 visitas.

Publicado el 9 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

El Embudo de Cuero

Arthur Conan Doyle


Cuento


—Esto que acabo de leerle — prosiguió Dacre — es la minuta oficial del proceso de Marie Madeleine d'Aubray, marquesa de Brinvilliers, una de las más célebres envenenadoras y asesinas de todos los tiempos.

Permanecí sentado y en silencio, bajo el peso abrumador de aquel incidente de índole tan extraordinaria y de la prueba decisiva con que Dacre había explicado lo que realmente significaba. Recordé de una manera confusa ciertos detalles de la vida de aquella mujer; su desenfrenado libertinaje, la sangre fría y la prolongada tortura a que sometió a su padre enfermo, y el asesinato de sus hermanos por móviles de mezquinas ventajas. Recordé también la entereza de su muerte, que contribuyó en algo a expiar los horrores de su vida, haciendo que todo París simpatizase con sus últimos momentos y la proclamara como a una mártir a los pocos días de haberla maldecido como asesina. Una objeción, y sólo una, surgía en mi cerebro:

—¿Cómo fue que las iniciales de su nombre y apellido fuesen inscritas junto con el distintivo de su rango en el embudo? O es que llevaban su respeto medieval a la nobleza hasta el punto de inscribir sus títulos en los instrumentos de tortura?

—Ese mismo problema me tuvo intrigado a mí; pero es susceptible de una explicación sencilla — dijo Dacre —. Ese caso despertó en su tiempo un interés extraordinario, y resulta muy natural que la Reynie, jefe de Policía, retuviese el embudo como recuerdo macabro. No era suceso frecuente el que una marquesa de Francia fuese sometida al interrogatorio extraordinario. Ahora bien, el grabar las iniciales de la mujer en el embudo para que sirviera de información a los demás, es, desde luego, un recurso de lo más corriente en un caso así.

—¿Y esto? — pregunté, apuntando con el dedo hacia las marcas que se veían en el gollete de cuero.

Dacre me contestó, retirándose de mi lado:


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1 pág. / 1 minuto / 2.868 visitas.

Publicado el 26 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

La Travesía del «Flowery Land»

Arthur Conan Doyle


Cuento


Un remolcador a vapor resoplaba cansinamente arrastrando el clíper de altos mástiles, bien equipado con lanchas de salvamento. El clíper, con sus relucientes costados recién pintados de negro, su afilada proa, y su arqueada bovedilla, era la viva imagen del velero rápido y audaz; pero quienes conocieran su historia podrían haberlo convertido en el perfecto ejemplo para ilustrar un sermón sobre la desaparición del marinero británico; y en este sentido, el clíper era el escándalo del río. Chinos, franceses, noruegos, españoles, turcos…: transportaba un verdadero muestrario de la raza humana. Todos ellos trabajaban arduamente, limpiando los puentes y cerrando las escotillas, pero el alto y corpulento primer oficial se mesó los cabellos cuando descubrió que prácticamente ninguno de los hombres que componían la tripulación era capaz de comprender una orden dada en inglés.

El capitán, John Smith, llevaba consigo a su hermano pequeño, George Smith. Le había hecho embarcar con la esperanza de que la travesía fuera beneficiosa para su salud. Estaban en ese momento sentados ambos a la mesa, con una botella de champán abierta entre ellos, cuando el primer oficial, obedeciendo a una orden del capitán, hizo su aparición. Todavía le ardían los ojos de resultas de su reciente estallido de ira.

—¡Bueno, señor Karswell! —exclamó el capitán—, nos espera un largo viaje. Calculo que necesitaremos unos seis meses antes de vislumbrar el faro de Singapur. He pensado que le gustaría tomar una copa con nosotros. ¡Brindemos porque nos conozcamos mejor y porque tengamos un buen viaje!

Era el capitán un tipo jovial y simpático. Su cara, muy roja y marcada por las inclemencias del tiempo, irradiaba buen humor. El gesto hosco del primer oficial se relajó al oír estas cordiales palabras, y se bebió de un trago la copa de champán que el capitán le ofrecía.


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13 págs. / 23 minutos / 377 visitas.

Publicado el 23 de enero de 2018 por Edu Robsy.

La Corona de Berilos

Arthur Conan Doyle


Cuento


—Holmes —dije una mañana, mientras contemplaba la calle desde nuestro mirador—, por ahí viene un loco. ¡Qué vergüenza que su familia le deje salir solo!

Mi amigo se levantó perezosamente de su sillón y miró sobre mi hombro, con las manos metidas en los bolsillos de su bata. Era una mañana fresca y luminosa de febrero, y la nieve del día anterior aún permanecía acumulada sobre el suelo, en una espesa capa que brillaba bajo el sol invernal. En el centro de la calzada de Baker Street, el tráfico la había surcado formando una franja terrosa y parda, pero a ambos lados de la calzada y en los bordes de las aceras aún seguía tan blanca como cuando cayó. El pavimento gris estaba limpio y barrido, pero aún resultaba peligrosamente resbaladizo, por lo que se veían menos peatones que de costumbre. En realidad, por la parte que llevaba a la estación del Metro no venía nadie, a excepción del solitario caballero cuya excéntrica conducta me había llamado la atención.

Se trataba de un hombre de unos cincuenta años, alto, corpulento y de aspecto imponente, con un rostro enorme, de rasgos muy marcados, y una figura impresionante. Iba vestido con estilo serio, pero lujoso: levita negra, sombrero reluciente, polainas impecables de color pardo y pantalones gris perla de muy buen corte. Sin embargo, su manera de actuar ofrecía un absurdo contraste con la dignidad de su atuendo y su porte, porque venía a todo correr, dando saltitos de vez en cuando, como los que da un hombre cansado y poco acostumbrado a someter a un esfuerzo a sus piernas. Y mientras corría, alzaba y bajaba las manos, movía de un lado a otro la cabeza y deformaba su cara con las más extraordinarias contorsiones.

—¿Qué demonios puede pasarle? —pregunté—. Está mirando los números de las casas.

—Me parece que viene aquí —dijo Holmes, frotándose las manos.

—¿Aquí?


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30 págs. / 52 minutos / 90 visitas.

Publicado el 27 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

El Regreso de Sherlock Holmes

Arthur Conan Doyle


Novela


Parte I

La aventura de la casa vacía

En la primavera de 1894, el asesinato del honorable Ronald Adair, ocurrido en las más extrañas e inexplicables circunstancias, tenía interesado a todo Londres y consternado al mundo elegante. El público estaba ya informado de los detalles del crimen que habían salido a la luz durante la investigación policial; pero en aquel entonces se había suprimido mucha información, ya que el ministerio fiscal disponía de pruebas tan abrumadoras que no se consideró necesario dar a conocer todos los hechos. Hasta ahora, después de transcurridos casi diez años, no se me ha permitido aportar los eslabones perdidos que faltaban para completar aquella notable cadena. El crimen tenía interés por sí mismo, pero para mí aquel interés se quedó en nada, comparado con una derivación inimaginable, que me ocasionó el sobresalto y la sorpresa mayores de toda mi vida aventurera. Aun ahora, después de tanto tiempo, me estremezco al pensar en ello y siento de nuevo aquel repentino torrente de alegría, asombro e incredulidad que inundó por completo mi mente. Aquí debo pedir disculpas a ese público que ha mostrado cierto interés por las ocasiones y fugaces visiones que yo le ofrecía de los pensamientos y actos de un hombre excepcional, por no haber compartido con él mis conocimientos. Me habría considerado en el deber de hacerlo de no habérmelo impedido una prohibición terminante, impuesta por su propia boca, que no se levantó hasta el día 3 del mes pasado.


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358 págs. / 10 horas, 27 minutos / 183 visitas.

Publicado el 25 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

El Valle del Terror

Arthur Conan Doyle


Novela


Primera parte. La tragedia de Birlstone

I. El aviso

—Estoy tentado de pensar… —dije.

—Yo debería hacer lo mismo. —Sherlock Holmes observó impacientemente.

Pienso que soy uno de los más pacientes de entre los mortales; pero admito que me molestó esa burlona interrupción.

—De verdad, Holmes —dije con severidad— resulta usted un poco irritante en ciertas ocasiones.

Holmes estaba ensimismado en sus propios pensamientos para dar una respuesta inmediata a mi réplica. Se recostó sobre su mano, con su desayuno intacto ante él, y clavó su mirada en el trozo de papel que acababa de sacar de su sobre. Luego tomo el mismo sobre, tendiéndolo contra la luz y estudiándolo cuidadosamente, tanto el exterior como la cubierta.

—Es la letra de Porlock —dijo pensativo—. Me quedan pocas dudas de que sea su letra, aunque la haya visto sólo dos veces anteriormente. La e griega con el peculiar adorno arriba es muy distintiva. Pero si es Porlock, entonces debe ser algo de primerísima importancia.

Hablaba más consigo mismo que conmigo; pero mi incomodidad desapareció para dar lugar al interés que despertaron aquellas palabras.

—¿Quién es ese Porlock? —pregunté.


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200 págs. / 5 horas, 51 minutos / 229 visitas.

Publicado el 24 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

Los Matones de Market Drayton

Arthur Conan Doyle


Cuento


Al norte de Wrekin, en medio de esa región bucólica, suavemente ondulada, que se extiende allí donde el condado de Shropshire linda con el de Staffordshire, se encuentra una comarca rústica que es quizá la más auténtica que podemos hallar en todo el territorio de Inglaterra. A cierta distancia en dirección al sudeste se elevan las grandes alfarerías de Staffordshire; y todavía más al sur, una larga y oscura humareda marca el emplazamiento de las minas de hierro y carbón. Sin embargo, a las orillas del Torn se suceden bellas y rústicas aldeas, y allí donde hay mercados, pequeñas ciudades soñolientas que en los últimos cien años, apenas si han cambiado: sólo se ha extendido el musgo, y los rojos ladrillos se han desteñido un poco más. Al viajero que en la época de nuestros abuelos cruzaba traqueteando esta hermosa comarca en la diligencia de Liverpool y Shrewsbury, le impresionaba profundamente la arcádica simplicidad de los campesinos, y se felicitaba de comprobar que la inocencia, desterrada de las ciudades hace ya tanto tiempo, pudiera aún hallar refugio en esos apacibles escenarios. Lo más probable es que hubiera sonreído con incredulidad si le hubiesen asegurado que ni en los tugurios de Whitechapel ni en los barrios de barracas de Birmingham era tan laxa la moral, ni tan barata la vida humana, como en la hermosa región que estaba admirando.


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6 págs. / 10 minutos / 1.853 visitas.

Publicado el 22 de enero de 2018 por Edu Robsy.

Piratas y Mar Azul

Arthur Conan Doyle


Cuento


El capitán Sharkey y el regreso a Inglaterra del gobernador de Saint Kitt

Cuando las grandes guerras de la Sucesión de España terminaron gracias al tratado de Utrecht, el inmenso número de corsarios que habían sido equipados por los bandos contendientes se encontraron sin ocupación. Algunos se dedicaron a las actividades del comercio normal, menos lucrativas que el corso; otros fueron absorbidos por las flotas pesqueras, y algunos, más temerarios, izaron la bandera negra en el palo de mesana y la bandera roja en el palo mayor, declarando por cuenta propia la guerra a toda la raza humana.

Tripulados por gentes reclutadas entre todas las naciones, batían los mares y desaparecían de cuando en cuando para carenar el casco en alguna caleta solitaria, o desembarcaban para correrse una juerga en algún puerto muy aislado, en el que deslumbraban a sus habitantes con su prodigalidad y los horrorizaban con las brutalidades que cometían.

Los piratas eran una amenaza constante en la costa de Coromandel, en Madagascar, en aguas africanas, y sobre todo en los mares de Indias Occidentales y de toda la América. Organizaban sus depredaciones con lujo insolente, adaptándose a las estaciones del año, acosando las costas de la Nueva Inglaterra durante el verano y bajando otra vez, cuando llegaba el invierno a los mares de las islas tropicales.


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226 págs. / 6 horas, 36 minutos / 145 visitas.

Publicado el 16 de enero de 2018 por Edu Robsy.

El Duelo en Francia

Arthur Conan Doyle


Cuento


En uno de los innumerables códigos legales que existen en Francia, hay una cláusula cuyo propósito es impedir, o por lo menos regular, la práctica del duelo, según la cual es ilegal batirse en duelo por cualquier causa cuyo valor económico sea inferior a dos peniques y medio. Esta limitación, por más modesta que parezca, era por lo visto demasiado drástica para los gustos de los caballeros a los que debería aplicarse, y en la larga lista de combates singulares del pasado encontramos muchos cuyo origen, si lo evaluáramos, no alcanzaría el elevado importe antes mencionado. La mezcla de numerosas naciones, a cual más fogosa, que componen el pueblo francés —galos, armoricanos, francos, borgoñones, normandos, godos— ha producido una raza dotada al parecer de un espíritu combativo más desarrollado que cualquier otra nación europea. A pesar de las incesantes guerras que forman la historia de Francia, en ningún momento se han interrumpido los combates y venganzas privados, a modo de un largo arroyo sangriento que atraviesa todas las épocas, más estrecho o más ancho según los siglos, y que alcanza a veces las proporciones de una auténtica inundación, como si el país hubiera sido víctima de una repentina epidemia de locura homicida. Acontecimientos recientes han mostrado que esta tendencia nacional no se ha debilitado ni mucho menos, y que lo más probable es que el duelo, cuando haya sido erradicado de todos los demás países europeos, subsista todavía en ese pueblo galante cuya preocupación por el honor les hace a veces descuidar la inteligencia.


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11 págs. / 20 minutos / 697 visitas.

Publicado el 23 de enero de 2018 por Edu Robsy.

El Mundo Perdido

Arthur Conan Doyle


Novela


He forjado mi simple plan
si doy una hora de alegría
al muchacho que es a medias un hombre
o al hombre que es un muchacho a medias.

Advertencia

E. D. Malone desea aclarar que tanto el mandato de prohibi­ción como la acción por calumnias han sido revocados sin reservas por el profesor G. E. Challenger, que, habiendo quedado satisfecho al constatar que ninguna crítica o co­mentario de este libro contiene ánimo de ofensa, ha garanti­zado que no pondrá ningún obstáculo a su publicación y cir­culación. E. D. Malone desea también expresar su gratitud a Patrick L. Forbes, de Rosslyn Hill, Hampstead, por la destre­za y simpatía con que ha preparado los dibujos que trajimos de Sudamérica, y también a W Ransford, de Elm Row, Hampstead, por su valiosa ayuda de experto en lo referente a las fotografías.

1. Los heroísmos nos rodean por todas partes

Su padre, el señor Hungerton, era verdaderamente la per­sona menos dotada de tacto que pudiese hallarse en el mun­do; una especie de cacatúa pomposa y desaliñada, de exce­lente carácter pero absolutamente encerrado en su propio y estúpido yo. Si algo podía haberme alejado de Gladys, era el imaginar un suegro como aquél. Estoy convencido de que creía, de todo corazón, que mis tres visitas semanales a Los Nogales se debían al placer que yo hallaba en su compañía y, muy especialmente, al deseo de escuchar sus opiniones so­bre el bimetalismo, materia en la que iba camino de conver­tirse en una autoridad.

Durante una hora o más tuve que oír aquella noche su monótono parloteo acerca de cómo la moneda sin respaldo disipa la seguridad del ahorro, sobre el valor simbólico de la plata, la devaluación de la rupia y los verdaderos patrones de cambio.


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257 págs. / 7 horas, 30 minutos / 265 visitas.

Publicado el 19 de junio de 2016 por Edu Robsy.

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