Cascabeles
Arturo Reyes
Cuento
I
¿Que por qué José Galindo, alias Cascabeles, iba una mañana de primavera á todo el galopar de su potro Pinturero por los montes de Arriate, canana al cinto y escopeta al arzón, dispuesto á eclipsar las glorias de aquel de quien aún canta el pueblo andaluz con melancólico entusiasmo
«Ya murió José María,
el que á los ricos robaba
y á los pobres socorría»?
Caía el sol como una caricia de oro sobre la plaza del pueblo;
cegaban á su luz con su intenso blancor los bien enjabelgados muros de
las humildes viviendas; fulgían los balcones cual reducidos jardines
donde derrochaba sus más vivos colores la rica flora andaluza; lucían el
cielo su más radiante azul y su más pura transparencia el espacio; allá
á lo lejos erguíase la cordillera cubierta en sus faldas de frondosas
espesuras; por el fondo del valle deslizábase el río brillando como de
acero entre sus márgenes cubiertas de florecientes verdores.
Al amparo de la sombra que proyectaba la antigua iglesia, rendían culto á la molicie los más caracterizados holgazanes del villorrio; alegres y bullangueras, engalanadas con vistosos pañolones, charlaba y reía un bandurrio de mozas, en torno á la vieja fuente.
Delante de la puerta del casino, con los brazos atrás, divorciadas las piernas, la gorra de cuartel sobre la coronilla, lacias las guías del pobladísimo y largo bigote rubio, mal abotonada la deslustrada guerrera, contemplaba el cabo Vidondo—jefe del puesto—como con dulce delectación, el alegre bulle bulle de las de los cántaros, entre las que no faltaban alguna que otra que correspondiese á las del arrogante veterano con miradas capaces de encenderle el polvorín al hombre de índole menos pasional y mujeriega.
Dominio público
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Publicado el 24 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.