Textos más populares este mes de Arturo Reyes etiquetados como Cuento disponibles | pág. 3

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autor: Arturo Reyes etiqueta: Cuento textos disponibles


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La Traición del Colmenares

Arturo Reyes


Cuento


I

Como la noche era fría y lluviosa y mucho el viento que penetraba por las rendijas del enorme portalón de la posada, todos los que en esta convertían en alcoba el amplísimo zaguán y en jergones y cabezales los aparejos de sus respectivas cabalgaduras, habíanse congregados, huyéndole al relente, junto á la gran chimenea de campana.

Reliados en las mantas, abrigadas las cabezas por el típico pañuelo de yerba atado sobre la nuca, y con el cigarro entre los labios dormitaban algunos de aquellos tumbados alrededor de la alegre fogata.

El tío Pretales habíase acomodado también cerca del fuego, cuyo rojizo resplandor iluminaba fantásticamente su figura ya casi senil, que, aunque flaca y rígida, aun recordaba remotas gentilezas y ya pasadas bizarrías; su rostro enjuto y de mejillas escuálidas, su nariz ligeramente acaballada, sus ojos, si ya hundidos, grandotes y de dulce mirar; sus labios gruesos y aún sostenidos por una dentadura burladora del tiempo, y su cabello si ya blanco como la nieve, aun tan abundante que salíasele por bajo del pañuelo en anillados y revueltísimos mechones.

El traje que vestía era fiel testimonio de los gustos de los jacarandosos de antaño, y aun llevaba con garbo relativo el típico marsellés con sobrepuestos obscuros, el calzón rematado en la rodilla por relucientes caireles; ya en mal uso la polaina un tiempo embellecida por vistosísimas labores; zapatos de baqueta, y amplísima faja color de sangre que hacía resaltar el blancor de la pechera, en que ya confundíase el antiguo bordado con el reciente zurcido.


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Dominio público
9 págs. / 16 minutos / 35 visitas.

Publicado el 24 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

Los Últimos los Primeros

Arturo Reyes


Cuento


Cumplida su misión huyen las nubes a par que las sombras de la noche, y el sol, apareciendo triunfante en un horizonte de zafir, vierte sus rayos de oro sobre la tierra húmeda y engalanada en sus más rientes verdores.

Cruzan las palomas el espacio azul como saetas nítidas, despéñanse los arroyos en las pintorescas cañadas donde el torrente despojó el adelfal de sus flores carmesíes; lanza el mirlo su nota estridente en el espeso zarzal; cruzan los campesinos por los accidentados senderos que ponen en comunicación los blancos caseríos, que se destacan como arropados por árboles añosos en cumbres y en laderas; casi escondidos por los florecientes matujos ramonean acá y acullá los rebaños, haciendo resonar el melancólico sonido de la esquila; discurren las aldeanas por entre los maltrechos bancales de los huertos; camina con paso perezoso por la carretera flanqueada de altos pencales, la acansinada recua, y allá en lo distante parece que para unirse al mar, descendió el horizonte ó que para unirse al horizonte elevó el mar su onda azulada y cristalina.

Al canto del gallo que lanza desde el corral su reto matutino, entreabre Dolores la puerta del lagar y pasea sus ojos llena de zozobra, por todos los atajos del monte; están pálido su semblante moreno y tristes sus ojos, de oriental estirpe, y caída en desorden la negrísima guedeja sobre la espalda que tantas veces le quemó y requemó el sol al verla segando las escasas mieses, por prestar también en aquella ruda labor su concurso al cansado compañero.

Dolores se sienta sobre el múrete que circunda la limitada planicie que sirve de antesala á la reducida vivienda, mas la inquietud que la tortura le hace incorporarse á poco y dirigirse hacia el hogar gritando con voz de timbre de plata:

—Tía Pepa, yo me voy á alargar á la trocha, que ya estoy la mar de acongojaíta, que yo no he podio pegar en toa la noche los ojos.


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Dominio público
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Publicado el 24 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

Playa de Levante

Arturo Reyes


Cuento


I

Caen los rayos del sol como intensa y luminosa caricia sobre el pintoresco paisaje: sobre el mar, que rompe sobre la extensa playa en cristalinas espumas; sobre las barcas, que parecen contemplar la radiante lejanía desde el varadero, con sus ojos de azul y bermellón pintarrajeados en sus finas proras; sobre las humildes viviendas de muros de bálago y techumbres de tablas y trepadoras; sobre las redes tendidas en las arenas; sobre los montes que vienen á morir casi, como si intentaran verse en ellas reflejados, en las ondas azules, luciendo sus tonos rojizos, los verdinegros de sus olivares, los rientes de sus viñedos y acá y acullá sus pintorescos caseríos...

Fuma á la sombra de la barca ó del chozajo el hercúleo jabegote, desnuda la renegrida pantorrilla, mal ceñida la roja faja, entreabierta en el robusto pecho la usadísima chamarreta, y hasta la rodilla el típico calzón obscuro de campana por debajo del cual asoma el interior, de limpísima muselina.

Brilla el espacio como de cristal purísimo; cabriolean los rapaces mojando los desnudos pies en las olas, que se comban al morir deshaciéndose en refulgente crestería; cose á la sombra del frondoso parral la humilde hembra del pescador, mientras éste reposa de la fatigosa lucha, tendido entre la nasa en que el gallo luce la tornasolada pluma y entre el perro que dormita; las nítidas gaviotas cruzan unas el ámbito radiante, como á golpes de elegantísimos remos, y se columpian dulcemente otras sobre la serena superficie del mar, y allá lejos un vapor va dejando tras sí densas espirales de humo que apenas si rompe ó agita el viento adormecido.


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Dominio público
3 págs. / 5 minutos / 32 visitas.

Publicado el 24 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

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