Textos más populares esta semana de Arturo Robsy disponibles | pág. 5

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autor: Arturo Robsy textos disponibles


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Don Anselmo

Arturo Robsy


Cuento


Cuando debo hablar de don Anselo algo más que las palabras quisiera tener a mi disposición; tal vez, una cinta con su voz grabada, llena de temblores y de gallos, porque don Anselmo era de esas personas únicas que desafinan incluso al hablar.

Pero, quizá, lo mejor fuera poseer sus fotos, enseñar esas cartulinas donde reposaba aquel hombrecillo enteco y desnutrido, convertido por el destino en apenas un par de ojos de mirar tranquilo y pausado. Usaba, usó, un bigotillo indescifrable y amarillento y, en todo caso, nadie llegó a darse cuenta de que se lo afeitara, porque don Anselmo era tan gris y tan arrugado como su traje cruzado con brillos en los codos y en el fondillo de los pantalones.

Y en sus fotografías, si las vieran ustedes, observarían que aparece siempre solo, porque don Anselmo nunca atrajo la atención de una mujer, salvo de la patrona de su pensión, cuando estaba de auxiliar de bibliotecario en la capital de la provincia, y de la Remedios, hembra garrida que, una vez al mes, escuchaba las penas del caballero a cambio de una pequeña retribución. Don Anselmo la llamaba en la intimida su "Freud Ignorante", y la Remedios sonreía convencida de que aquello tenía que ser una procacidad muy grande, muy grande; por otra parte, la única que el buen hombre se permitía en sus tratos con ella.

Don Anselmo era un soltero viejo, no un solterón, pues Dios le había desprovisto de toda picardía y de las demás cualidades que se precisan para llegar a ser un bon vivant solitario y satisfecho.


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Publicado el 12 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

¡Chis! Silencio

Arturo Robsy


Cuento


El pueblo se ha dormido. ¡Chis! Silencio. Sólo la luna se pasea, como siempre, buscando sabe Dios qué cosa perdida entre los tejados. Sólo el perro aquel, que vive junto al molino, aúlla largamente, aburrido de la soledad, la noche y el frío. Sólo un sereno, uno sólo, se arrebuja un poco más en su amplio capote y piensa en las cosas negras que la noche sugiere.

¿Que cómo se llama el pueblo? Pues no lo sé: el nombre de los pueblos está en la carretera, escrito en el poste indicador, y, también, en la cabeza de los impresos del municipio, pero estoy entre las calles y tampoco alcanzo a ver, desde aquí, la fachada del Ayuntamiento. Es un pueblo sin nombre, como todos lo son cuando la noche se abate; un pueblo lleno de gente como muerta, encerrada en los nichos de su dormitorio y remachada con el silencio del sueño. Un pueblo, vamos.

¡Chis! Conviene callar. ¿Ven, a lo lejos, aquella sombra que se bambolea entre las esquinas? Es José (no Pepe). Un chalado, como dicen por estas tierras. Anduvo mucho tiempo perdido por esos mundos y cuando regresó, hubiera podido hablar de ciudades exóticas: Estrasburgo, París, aquel Zuiderzee helado y húmedo donde tuvo que dormir a veces... Hubiera podido hablar, no cabe duda, pero no lo hizo. Calló y, así, poco o nada es lo que se sabe de él. José es viejo. Volvió viejo, consumido de años y de no sé qué miserias en el alma, y, ahora, remienda algún zapato viejo o pone medias suelas a las botas de los muchachos revoltosos. También recibe algún dinerejo de una iguala que pagó hace mucho, y, con eso y lo que buenamente se le da, va tirando el pobre.


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Publicado el 12 de julio de 2021 por Edu Robsy.

¡Canta, Compadre, Canta!

Arturo Robsy


Cuento


A Vicente M., redomado golfista, con admiración


—¡Las diez y misión cumplida! ¿Estamos todos aquí? ¡Quién sabe! A ver: Antonio (¡Presente!), Juan (¡Servidor!), Cristóbal (¡Cómo éste!), Pedro...

—¡Pedro!

—Que no, que no está Pedro. Pero, ¿cómo es eso? Si hace un momento que le vi hablando con Juan.

—Eso era ayer, tú.

—¿Ayer? ¡Hay que ver cómo pasa el tiempo!

—No importa, ¿verdad? Somos bastantes. Así está bien. Somos uno, dos, tres, cuatro y cinco.

—Pero, ¿qué hacemos?

—¡Qué hacemos! ¡Qué hacemos! ¡Punto redondo!

—¿No son las fiestas? Pues a divertirnos. Compraremos espantasuegras y trompetas y gorros de papel y pelotas con elástico, y nos divertiremos.

—También hemos de subir en los autos de choque.

—Y a ese balancín. Cuando sube se te revuelven las tripas de una manera...

—Pero, ¿a qué hora iremos al baile?

—Hay tiempo para todo, ¿no?

—Pues, hale, a por el espantasuegras (matasuegras tendría que ser, matasuegras).

Caminamos por la calle mayor en busca de la primera "turronera", que a saber por qué se llamará así, porque, de turrón, nada. Calle Mayor abajo, con buena alegría en la cabeza y divertido sonar de la calderilla en los bolsillos.

El ciudadano Antonio es el primero en desmandarse.

—¡Me cisco en los espantasuegras! ¿No veis que Casa Manolo está abierto?

—¡Eso! Lo primero es tomar un buen gin.

—Claro que sí.

Lo primero y lo último, porque sabe Dios el gin que hemos trasegado entre los seis durante el día... Perdón: los cinco, porque Pedro ha desaparecido. No importa. Casa Manolo tiene la virtud de tranquilizar las más rebeldes conciencias.

Cristóbal canturrea a mi lado mientras esperamos la vez:

—Amur, Amarillo y Azul; Bramaputra, Ganges e Indo.

—¿Y eso?


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5 págs. / 9 minutos / 42 visitas.

Publicado el 20 de abril de 2022 por Edu Robsy.

Cuestionarios

Arturo Robsy


Cuento


"Esto no es cierto. Cuando lo sea, los tiempos habrán llegado".

Consultorio 501

Internista Sr. D. Víctor. Consultas los martes y jueves.

Jueves por la mañana

—Buenos días, señorita.

—Buenos días. Usted dirá.

Rogelio mira la sala de espera: doce personas sobre doce sillas, un jarrón vacío, unas revistas en mal estado y una enfermera protegida tras una rectilínea mesa de material plástico.

—Quisiera ver al doctor.

—¿Tiene hora?

Rogelio consulta su reloj de pulsera un poco extrañado.

—Las nueve y media.

—No, no. Digo que si tiene hora fijada para la consulta.

—No, no. Resulta que me duele aquí. Bastante, ¿sabe usted? En el taller me han dicho que viniera para acá a que me...

—Lo siento. El doctor Víctor tiene mucho trabajo.

—Sí, claro. Lo siento. Pero como me duele...

La enfermera se apiada y consulta su libro: uno de esos cuadernos de tapas impresionantes donde se escribe el nombre del enfermo y la hora de visita que le corresponde. Rogelio parpadea angustiado: no es un quejica, pero desde la mañana los dolores son más y más fuertes y algo tiene que hacerse para acabarlos.

—No va a poder ser esta mañana... A ver... Sí: por la tarde hay un huequecito. A las siete. ¿Le va bien?

—Sí, sí. No creo que sea algo importante, pero en el taller me han dicho: ve a donde el doctor Víctor, y yo...

—Tenga. Rellene este cuestionario con todos los detalles y me lo entrega luego.

Rogelio no tiene bolígrafo, pero no sabe cómo decírselo a la enfermera. Además, su letra no es muy clara y siente los doce pares de ojos de los doce pacientes metidos en su espinazo: le vigilan para que no les pise la vez y se les cuele.

—No he cogido el bolígrafo... Como no sabía que hiciera falta...

—Tenga.

Súbitamente desconfiada, la enfermera le avisa:


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4 págs. / 7 minutos / 41 visitas.

Publicado el 16 de julio de 2021 por Edu Robsy.

El Poder y la Gloria

Arturo Robsy


Cuento


No diré yo que fuera de los primeros en darme cuenta de lo que sucedía, y aún ahora sigo sin saber si alguien ha comprendido de verdad lo que pasó el día de Santa Lucía, que es trece y eso siempre da mala espina.

Después, claro, han salido los de siempre, los que hablaron con pilotos de platillos volantes, los que han encontrado el aviso en la Biblia y los que lo leyeron en la Cábala. A otros les llegó la explicación a través de un velador tambaleante, como enseña Kardec, y a un gitano se le apareció una Señora en lo alto de un algarrobo, vaya usted a saber, porque la tropa parapsicológica y pseudocientífica insiste en que fue un poltergeist, un espíritu burlón.

Duendes quizá y, quizá, un castigo bien merecido pero, ciertamente, yo no fui de los primeros en darme cuenta, porque doy clases en la Escuela de Formación Profesional y, encima, escribo versos con la ilusión de que me den la flor natural en los juegos florales de la ciudad, o ciudadela para ser exactos, pueblo engordado con la papilla del turismo y el pienso de las inmobiliarias.

Según todas las versiones, a las ocho y cuarto de la mañana el Jefe de la policía municipal envió a su mujer a buscar al médico, y allá fue la pobre señora, gorda y preocupadísima, y se estuvo gimiendo y cacareando hasta que el médico la acompañó:

El Jefe estaba negro. No negro de ira, ni de rabia, frustración o cualquier otra cosa de las que ennegrecen. Simplemente negro. Negro como en el Congo o en Biafra, para que me entiendan. Negro por fuera, como embetunado, puro charol, y, seguramente, pálido del susto por dentro.

Fuera lo que fuera, le había sucedido por la noche, en la cama, que también tiene sus riesgos; un mal sueño, un soplo de magia, un aojamiento bien colocado, una faena de padre y muy señor mío. Pensaba la mujer por que el camino si sería cosa del hígado, que si pone amarillos, bien puede poner negros.


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8 págs. / 14 minutos / 128 visitas.

Publicado el 17 de abril de 2017 por Edu Robsy.

¿No se Reparan?

Arturo Robsy


Cuento


Como suele suceder a veces en naciones felices y dormidas, en Vardulia llegó al poder un hombre iluminado, ya que no de muchas luces. Lanzaba palabras ardientes al espacio libre y ellas, al caer sobre las cabezas de pueblo, le explicaban que había un destino histórico que cumplir y una exigencia racial que mantener.

El iluminado, cuando abandonaba los abstractos, era absolutamente preciso y escueto: quería Trevín. Muy posiblemente quisiera algo más al año siguiente pero, de momento, Vardulia sólo sería libre y feliz si metía mano a Trevín que, desafortunadamente, pertenecía a Austrigonia.

Los austrigones, aunque herederos de una brillante tradición militar, eran pacíficos comedores de cacahuetes, bebedores de refrescos y fumadores de tabaco rubio. No disponían de iluminados que los despeñaran por el destino pero, aún así, estaban encariñados con Trevín, un lugar lleno de panorámicas y muy ducho en la crianza y preparación del cordero.

El vecino ardiente sabía, sin embargo, que los condes de Trevín, en el Siglo XII, habían emparentado con la segunda dinastía de síndicos de Vardulia y, aunque el matrimonio no fue consumado por la debilidad sanguínea del primo del síndico Leocadio I pese a someterse al vino fuerte y a sahumerios aplicados por debajo del halda, el Papa lo declaró nulo tras cobrar varios miles de ducados—oro. Pero subsistía que por unos meses Trevín perteneció a la familia reinante en Vardulia. Había pues sobrados motivos para la reivindicación histórica.

—¡Venga ya! —dijeron los austrigones, muy divertidos con aquellas locuras y sin dejar de comer cacahuetes y de beber refrescos.

Fue una exclamación malhadada. Muy ofendido el iluminado, lanzó sobre Trevín varios batallones de soldados várdulos que creían firmemente en que, gracias a su arrojo, Vardulia sería más feliz y más libre.


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3 págs. / 5 minutos / 62 visitas.

Publicado el 12 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Tragedia Electrónica

Arturo Robsy


Cuento


(ensayo poético)


"Cuento viene de compto, del latín, computare".


FICHA 10.01.00 OBJETO CONTESTACION PREGUNTA 010 CLAVE 01.00. PRIORIDAD: NORMAL LA FICHA DICE ASI (sic) LAFICHADICEASI: PROBLEMAS REDUCIDOS: A—A.— A AMA a B. B NO AMA a A. B AMA a C. A ODIA a C. C ODIA a A. A—B.— A AMA a B. — B NO SABE NADA DE A. A SUFRE. B—A.— A ODIA a B. B AMA a A (IMPROBABLE). B SE MATA. B—B.— A MATA a B. B AMA a A. BODA. HIJOS (VULGAR) C—B.— EXCLUIDOS ESTOS CASOS IMPOSIBLE CUALQUIER OTRO TEMA EN LIRICA Y EN DRAMATICA. FICHA. 10.01.00. OBJETO: CONTESTACION PREGUNTA 010. CLAVE 01.00. PRIORIDAD: NORMAL. LA FICHA TERMINA ASI: FIN (sic) FIN.


La respuesta era, pues, desalentadora y a nadie puede extrañarle que, al leerla, quedara hondamente decepcionado: no todos los días uno llega a la conclusión de que, ya, es imposible escribir una obra maestra, una "chef d'oeuvre", un "capolavoro", al estilo de Hamlet, la Ilíada o la Divina Comedia. Esto, quizá, es lo malo de haber nacido tan tarde y en plena sociedad del ocio: lo que merece la pena ya está dicho.

La esperanza es lo último que se pierde (a decir de ciertos optimistas), y yo acababa de hacerlo con la contestación de mi ordenador (lo que la gente llama "cerebro electrónico"). Pepe en la intimidad. Llevaba dos meses en paro forzoso: había decidido escribir una gran obra, algo que me colocase, de golpe y porrazo, en el pináculo del arte, de la poesía apenas entrevista, de las sensaciones sublimes y únicas. Eso fue dos meses antes y, desde entonces, cavilé a más y mejor sin conseguir resultados apreciables.

Había escrito, sí, mediocridades que hoy en día podrían pasar por buenas:


A solas con tu alma la noche te conforta.
Ese alma tan escasa de palabras,
que duele tantas veces
y que tantas veces escapa a la distancia...


O bien:


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Publicado el 13 de mayo de 2022 por Edu Robsy.

Poemas para Siempre

Arturo Robsy


Poesía


De mi canción nacen escuadras

Esta es una breve antología de romances sobre nuestros sentimientos de siempre cuando consideramos España, la Vida y la Muerte.

Falangistas

¿Quiénes son esos muchachos
que son soldados y estatuas,
que cuando los miro pienso
en la libertad de España?

¿Quienes son esos muchachos,
azules de cielo y agua,
que miran como no miran
no siquiera las estatuas?

Vienen de lejos y lejos
van volando con sus alas;
amigos del sol y el viento,
miran, sonríen y avanzan.
Hierro llevan en el gesto
y en la bandera una garra.

Algo que no es de este mundo,
algo que no usa palabras,
les empuja, les arrulla,
les ilusiona y les lava.
El agua de lluvia limpia,
el agua de lluvia clara,
les roza los pensamientos.
Y la luz de la mañana,
como un pájaro secreto,
anida en sus frentes altas.

¿Quiénes son esos soldados,
que son soldados y estatuas
y sonríen sin sonrisa
y aun sin palabras nos hablan?
No necesitan hablar;
no necesitan ya nada:
Son algo más que soldados:
Son la semilla de España.

Escuadras

Como la mies que madura,
aguardando ya la siega,
se ponen en pie los hombres
de nuestra Falange eterna.

Como el árbol que se crece,
como el sol que se levanta
y como se hinchan las velas
marcharán mis camaradas.

Una voz corre los campos,
un viento azul que los rasga,
una bandera que grita,
una promesa que arrastra;
los hombres, al escucharla,
son semillas en el aire,
luces corriendo distancias,
manos que todo lo juntan,
gestos que a todos nos atan.

Como sonrisas perfectas
a la boca suben almas
y a los ojos ilusiones
y voces a las gargantas.


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Publicado el 10 de julio de 2022 por Edu Robsy.

La Taberna

Arturo Robsy


Cuento


Nota

Algunos amigos, con un criticismo notable, me piden que escriba un cuento enjundioso, un cuento en el que pretenda decir algo, en el que, como es moda, me "comunique".

Y como el mundo, por el momento, es de la juventud, y la juventud es considerablemente rebelde, mis amigos y yo decidimos escribir un cuento moral, un

CUENTO PARA EPATAR BURGUESES

(épater les bourgeois)

Prefacio

Mucho antes de que Emilio Zola escribiese su famosa novela "La taberna", ya existían como entidades con vida propia:

a) Los taberneros.
b) Los sinvergüenzas.
c) Los burgueses propiamente dichos.
d) Y los intelectuales.

Y mucho después de que Zola haya pasado a ser un clásico del naturalismo, todavía sobreviven estas cuatro especies de humanoides.

Cuento

La historia comienza en la Gran Ciudad, en uno de los barrios pobres ("barrios obreros" se les llama ahora) por donde iban paseando dos presuntos intelectuales: uno muy joven y otro que no lo era tanto aún cuando lo disimulaba con una melena "a la moda" y una mirada tan agresiva y violenta como era capaz de fingir.


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Publicado el 24 de marzo de 2019 por Edu Robsy.

Jeremiada

Arturo Robsy


Cuento


Jeremías, pese a no faltarle motivos, no era jeremiaco. Razonablemente infeliz en un mundo en que nadie es feliz, cultivaba los frutos de su miseria con la conformidad de un eremita.

Sus hijos se libraron de él a los setenta años, cuando decoraron de nuevo la casa y lo descubrieron allí, junto a los muebles viejos, silencioso estorbo con la tapicería raída. Comía sopa y veía la tele. En ocasiones, preguntaba al nieto como iban las cosas.

—Bah. —decía el muchacho, con la expresividad de su generación.

Como en la casa había que hacer reformas, Jeremías acabó en el asilo. Le llamaban Residencia de la Tercera Edad, pero era un asilo con un dormitorio enorme donde los ancianos, en largas filas, roncaban de noche hasta que el insomnio de la mucha edad les despertaba con la cabeza llena de pensamientos secos .

Como eran dolorosos, muchos fingían seguir durmiendo y roncaban con más fuerza para engañar al gusano que roía la memoria y escupía trozos de vida a la cabeza, memorias de juventud perdida y recortes de amargura próxima.

Jeremías se escapó una noche. Descalzo, por no meter ruido. Otros lo vieron y, envidiosos, roncaron más. Descalzo se fue por el mundo, con sus viejos pantalones y una camisa de verano. A rayas.

En el campo hubiera encontrado el hueco de una mata, la cabaña de un pastor o una cueva. Cerca, alguna hierba, alguna fruta. Pero en la ciudad la miseria de un anciano es más sórdida, menos apta para que la cante un poeta.

Jeremías, animoso, disputaba a los gatos las bolsas de basura, donde siempre había restos que sus viejas tripas digerían sin protestas. Había también periódicos para atárselos a los pies desnudos con tiras de plástico. Y confortables subterráneos donde, a veces, era posible echarse durante un trozo negro de la noche.


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4 págs. / 7 minutos / 68 visitas.

Publicado el 21 de abril de 2016 por Edu Robsy.

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