En la Dulce Primavera
Arturo Robsy
Cuento
A Joaquín le faltaba un pelo para ser un solterón cuando entró en mi despacho. Como ustedes deducirán por el hecho de tener un despacho propio, yo soy persona de vida arreglada, de confianza, cumplidor, casi ordenado y demócrata donde los haya. Joaquín, aunque me esté mal el decirlo, no. Ustedes también lo habrán notado, porque sólo una clase de gente, nerviosa, inconstante y semibohemia, va en horas de trabajo a los despachos de los amigos. Claro que él es brillante y yo no; original y yo no; desgraciado y yo no.
Entró, pues, en mi despacho con el paso lento y el aspecto grave de quien empieza a exigir verdades a los sueños.
— "Sé que vuelas hacia mi cuando te duermes — me dijo —
en busca del nido protector que hay en mis brazos,
para apoyar en mi pecho tu cabeza
y escuchar largamente mis latidos."
— Ah, bueno. — le respondí, porque lo mejor y más práctico es no sorprenderse nunca con Joaquín.
— ¿Existe eso? — siguió — Esos amores dulces y completos que uno lee en los buenos poetas y en las novelas rosas, ¿suceden de verdad?
— La gente es muy chafardera, Joaquín.
— Siento cosas, amigo mío. — dijo — La necesidad de dar para recibir, de darme, de ser dos y uno; hambre de una soledad doble; ansia de una borrachera de intimidad y nostalgia. Ojos claros, cabellos largos, labios entreabiertos, elásticas cinturas, sonrisas como la primavera y piel con tacto de noches estrelladas. Ya sabes.
— Yo no sé nada — le advertí antes de que pudiese cargarme con alguna culpa. — En mi vida he dicho algo más insipirado que "T quiero" y aún me parece exagerado.
— Tú eres un hombre casado.
— Por eso acabo de decirte que me parece exagerado.
— ¿Y nunca has sentido florecer tu cuerpo, ni ganas de llorar al ver la curva elástica del cuello de tu mujer?
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9 págs. / 16 minutos / 83 visitas.
Publicado el 14 de abril de 2017 por Edu Robsy.