Textos más vistos de Arturo Robsy publicados por Edu Robsy disponibles | pág. 4

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autor: Arturo Robsy editor: Edu Robsy textos disponibles


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Dios Proveerá

Arturo Robsy


Cuento


El sol despuntó por levante, en cumplimiento estricto de las instrucciones del Director General de Universos. Una vez expulsada el alba del espacio, comenzó a irradiar rayos arrancados de los cuadros de Fra Angélico. La mayoría se limitaban a dorar la cúpula de San Pedro, sin más aspiraciones que aportar una nota colorista al paisaje romano. Uno, sin embargo, se filtró por la cristalera del oratorio y, dibujando un clarísimo haz en la penumbra, cayó sobre el Santo Padre que, en su reclinatorio, oraba por el mundo.

Era su actividad habitual a aquella hora. En modo alguno sabía que aquel día se cumplían los tiempos. Sólo el Buen Dios y su Estado Mayor conocían que en aquella dorada mañana el mundo cumplía mil millones de años. Un soplo en la eternidad, visto desde arriba, pero un rosario de milenios cuando se consideraba pie a tierra.

El rayo que se filtraba, solitario, en la capilla particular del Papa, no era casual. Por él, con una sonrisa, descendió el Angel. Días después, y valiéndose de otros métodos, bajarían los arcángeles a dar los trompetazos del juicio final y despertar así a las conciencias, anestesiadas por el siglo de la materia pura.

Pero el de aquella mañana sólo venía con la intención de dar el aviso: en opinión del Director General de Universos, el Sumo Pontífice era un personaje fundamental en la comedia que iba a representarse: nada menos que la Resurrección de la Carne y el Juicio Universal.

Los ángeles, normalmente invisibles cuando viajan a bordo de rayos de sol, tienden a hacerse sólidos en la penumbra de los oratorios para que su voz no produzca sobresaltos a los corazones puros. Un corazón puro que creía en el Dios Trino y en la Comunión de los Santos, pero que no tuvo más remedio que sospechar de una presencia angélica tan de mañana. Se inclinaba peligrosamente a aceptar antes la posibilidad de una jugarreta. De los sentidos o de un cardenal juguetón.


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Publicado el 21 de abril de 2016 por Edu Robsy.

El Antifeminista

Arturo Robsy


Cuento


"Una mujer es una maravilla, pero es preciso acostumbrarse a ella".

—Aforismo grabado en Chichén Itzá.
 

Don Julián golpeó la mesa del casino con el puño; se hubiera puesto rojo de ira de permitírselo el médico, pero su presión arterial era demasiado elevada y tuvo que dejarlo correr.

—No hay derecho —dijo. Las mujeres de hoy en día no son mujeres ni son nada.

Los compañeros le dieron la razón: quién más quién menos tenía una esposa, una novia, o una hija de las que se ponen pantalones (¡Qué ricas!) y fuman tabaco negro.

Don Julián, satisfecho, se lanzó a una exploración del mundo femenino y afirmó que el destino de la mujer era:

a) El Matrimonio.
b) La cocina.
c) Las zapatillas del marido. Y
d) La cama.

Ideas que, por lo antediluvianas, resultaron ser originales en un mundo tan progresista como el nuestro.

Posteriormente, Don Julián arremetió contra las modas en general y contra los modistos en particular:

—Se visten para estar más feas —decía. Y es que a él, como a casi todos, le gestaban más desnudas.

Y luego elucubró largamente sobre las carnes femeninas: En sus tiempos —opinaba— una mujer necesitaba kilos y no los ojos pintados. Hoy en día están tan flacas que el primitivo encanto de las caderas opulentas y los pechos abultados se ha perdido.

Aquí hizo un inciso —nuevo puñetazo sobre la mesa— y, aprovechó para dedicar sus florilegios a otros individuos:

—¿Y de quién es la culpa? —preguntó—. ¡De la juventud! ¡Y de los médicos!. "Kilos de menos, años de más", dicen... ¡Bah!

Y es que Don Julián era un inconformista convencido que, puestos a embestir, no respetaba ni la ciencia: él —en suma— lo que deseaba era volver a los tiempos de su juventud, cuando las "Chicas Topolino" lucían sus bien distribuidas carnes y no sabían nada de dietética.


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Publicado el 23 de marzo de 2019 por Edu Robsy.

El Demonio de Alcira

Arturo Robsy


Cuento


Si place a mis lectores prestar los ojos al asunto, quisiera contarles una historia algo rancia que, según es fama, sucedió en Alcira a un matrimonio discutidor y a un alcalde amigo de la broma.


(Si place a mis oyentes prestar oído,
les contaré un pasaje muy divertido;
el cual no es mentira
que ha pasado en la villa de Alcira)


En el siglo pasado Alcira era una villa como tantas, relativamente tranquila y, tal vez, necesitada de espectáculos. En lo alto del puente estaba la imagen de su patrón: San Bernardo, en cuya festividad celebraban las ferias.

Pues bien: el año a que nos referimos, salió el alcalde acompañado por sus concejales y por un escribiente, sobrino suyo, para ir apuntando lo que los vecinos prometían entregar en la fiesta de San Bernardo, a fin de que fuese más lucida. Se trataba, en general, de donativos en metálico u objetos para el culto (cirios, reclinatorios...).

El escribiente tomaba nota y pasaban a otra casa... Hasta que, mediada la tarde, la comitiva llegó a una casa donde el matrimonio reñía: asunto de dineros, pues la mujer decía que el marido no le entregaba todo el suelo y el marido, que la mujer le negaba hasta para tabaco... Discusiones parecidas a las tormentas de verano que, una vez descargadas, desaparecen sin dejar huella, pero, mientras duran, alcanzan una virulencia de aquí te espero.

El alcalde, indiferente ante el asunto, asomó por la ventana y le dijo al marido:

—¿Qué promete para la fiesta de San Bernardo?

El otro, que perdía razón y pie en la discusión, se le encaró rabioso:

—¡Un demonio! ¡Eso es lo que yo prometo!

Y la mujer, por lo bajo:

—Llévenselo a él. ¡Buena pieza!

El alcalde, divertido, contestó con buen humo a su sobrino:

—Apunta: un diablo para San Bernardo.

Y pasó a la próxima casa en busca de vecinos más dadivosos y menos irascibles.


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5 págs. / 9 minutos / 49 visitas.

Publicado el 20 de abril de 2022 por Edu Robsy.

El Desafío Español

Arturo Robsy


Ensayo, artículos, política


Una vez revisados los textos escritos en el 89, y tentado con la fecha inversa que vivimos, 98, se hace esta segunda edición de El desafío español y la Política de mercado. Lo peor y más descorazonador es que en diez años siguen siendo actuales estos textos, escritos en pleno apogeo del Psoe y reimpresos bajo el poder de la derecha.

Primera parte. El desafío español

1. Triste marco

La Constitución de 1812, entre afrancesada y masónica, fue el paso previo y necesario para la desintegración política del Imperio Español e inauguró estos últimos 175 años de miedo a España. No fue casual, sino revelador, que mientras el pueblo combatía por la independencia, sus políticos de río revuelto le sometieran a ideas y planes extranjeros.

Aquella Constitución, sin embargo, enumeraba los territorios sobre los que España ejercía soberanía. La del Setenta y Ocho, no. Y tampoco esto debe de ser casual dado que, tras ser promulgada, ha pasado a debatirse la integridad de nuestra última unidad política, seriamente amenazada por los separatistas catalanes y vascos y por el gobierno que, en contra de la constitución, no acierta a tomar medidas que dificulten el progreso de estos nacionalismos decimonónicos.

En ninguna parte de nuestra actual Constitución se afirma que Cataluña, Vascongadas o cualquier otro lugar -Baleares, Canarias...- sean España, de manera que un Tribunal Constitucional títere podría quizá legalizar cualquier independencia.


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74 págs. / 2 horas, 9 minutos / 86 visitas.

Publicado el 10 de julio de 2022 por Edu Robsy.

El Héroe Asustado

Arturo Robsy


Novela


o "El Comando Madrid Muerto a Besos".

Dedicado a todos los incomprendidos
y sufridos terroristas, exhortándolos
a entregar, cuanto antes, su última
gota de sangre.

TITULOS DE CRÉDITO

Este libro quisiera inducir a muchos a abrir los ojos, a no creer, al menos, hasta disponer de ciertas seguridades, dentro de la imperfecta inteligencia humana. No obstante se citan aquí a personas que merecen eso y mucho más.

Título: Este es un libro en que se dice «¡Oscuridad!»

Escribano: Arturo Robsy

Dedicado a:

D. Ángel Palomino, premio Nacional Miguel de Cervantes, entre otros, que tuvo y tiene la paciencia de enseñarme los modos más eficaces y elegantes de usar nuestra lengua para decir y no para callar. Su amor a la verdad es ejemplar. Y es mi amigo.

D. Juan Luis Calleja, premio Mariano de Cavia, hombre de inteligencia tan afilada que puede afeitar a veinte pasos y al que debo sabiduría, consejo, críticas verdaderas, lógica serena y la importancia del amor a la verdad—. Y es mi amigo.

Ambos intelectuales tanto montan.

Recordados obligadamente, con cariño.

D. Marcelo Arroita—Jáuregui, que hizo el tránsito.

D. Antonio Izquierdo, que hizo el tránsito.

D. José María Arias—Salgado y de Cubas, que hizo el tránsito y Doña Andrea Josefina Robsy, mis tíos.

Teniente General Manuel Nadal. Que hizo el tránsito.

Coronel Jesús Flores Thies.

Mi hijo, que debe distinguir en este mundo.

Mi profesor de filosofía Juan Vayá Menéndez, que hizo el tránsito muy joven.

Mi profesor de filosofía, latín y humanidad, D. Rosendo Gispert Calderón. Amigo.

Profesor Gregorio Salvador, de la RAE y su esposa, Dñª Ana Rosa Carazo: amables.

Profesor Ricardo Senabre.

D. Fernando Vizcaíno Casas, que me salva el alma de la soledad.


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199 págs. / 5 horas, 49 minutos / 119 visitas.

Publicado el 12 de julio de 2016 por Edu Robsy.

El Hombre del Río

Arturo Robsy


Cuento


Si usted desea llegar a Encinar, no tiene más que acercarse al Tajo desde Madrid y allí, a las orillas del río, encontrará un pueblo moderno, modelo de limpieza y pulcritud, donde vivió Antonio. Pero, antes, no se deje engañar por la bifurcación de la carretera: en ambos lados pone "Encinar". Tome usted el de la derecha, porque el otro conduce a un pasado muerto y ahogado: justamente al del antes citado Antonio.

Antonio nació molinero por la misma razón que su primo Eugenio nació carpintero, y su amigo Calixto, labrantín: su familia, que era dueña y señora del único molino del lugar, asentado sobre el río que movía perezosamente las enormes palas puestas contra la corriente. Pudo, como Salvador, nacer sacristán, pero no estuvo ahí la suerte y el molinero se quedó para toda la vida desde mil novecientos diez, fecha en que su madre, primeriza en esto, empezó a quejarse de fuertes dolores, y su padre salió disparado en busca del señor médico.

Y el Tajo, desde el principio, entró a formar parte del cuerpo y de la sangre del recién nacido Antonio. Ya la primera noche, en la aceña, la pasó oyendo el batir de las palas, pues no se pudo interrumpir el trabajo hasta la madrugada; y, aún después, la corriente siempre tiene un rumor especial a distancia, a camino reposado, que se cuela por detrás del alma y se instala definitivamente cerca del corazón.

Y cerca del corazón lo llevó él, y de las nalgas, que en más de una ocasión volvía, de niño, rebozado a casa con la pobre excusa de un empujón a mala uva, y le tenían que dar unos cachetes, más por la suciedad que por la mentira.


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Publicado el 25 de marzo de 2019 por Edu Robsy.

El Tonto

Arturo Robsy


Cuento


El tonto del pueblo, un nadilla en el que la naturaleza había demostrado toda su flagrante estupidez, hacía años que dejara de ser un muchacho y, con ello, su última y escasa belleza (la de la piel suave y el cutis lampiño) se esfumó para siempre.

El tonto del pueblo acostumbraba a pasear sin rumbo por las calles torcidas y por las calles rectas interrogando con sus ojos de pez los escaparates y los andares de las buenas mozas, y pidiendo, en ocasiones, un pitillo al primer conocido que veía, o una copichuela en los bares de benevolentes dueños.

El espectáculo de su indolente y serena estolidez era, pues, la costumbre de aquel pueblo (o ciudad) hasta el punto que ya no se reparaba en él, habitualmente una sombra más, itinerante; un motivo ornamental a caballo entre el tipismo y la pobreza y, desde luego, una molestia en las ocasiones en que se aventuraba a pedir algo aquel hombrecito enteco de ojos como de buey y andar despreocupado.

Vivía, por uno de esos milagros burocráticos, en su propia casa, donde antes hubo una mujer vieja y algo pariente y nada más que soledad ahora. Una vecina, por caridad, le pasaba las sobras de sus comidas y, con eso y con los mendrugos que le daban en determinados cafés, se iba apañando tan ricamente e incluso recogía el suficiente dinero para adobarse el cuerpo con vino grueso a cambio de algunos recadillos sin importancia.

Así era nuestro tonto, capaz de medrar en este tiempo donde no mama quien no llora, y donde no se llena los carrillos quien no ofrece ocho horas de su día a tal o cual sociedad anónima. Él, sin embargo, repetía estos consecutivos milagros parapetado en su sonrisa desleída y en sus ojos quietos y pálidos, que mismamente parecía de plástico.


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Publicado el 24 de marzo de 2019 por Edu Robsy.

Historia del Siglo XIX

Arturo Robsy


Cuento


Prólogo

Hojeando un libro antiguo me he encontrado con una vieja historia, en francés, que cuenta las peripecias de una pacífica y próspera ciudad a finales del siglo pasado, cuando alboreaba la electricidad y nadie sospechaba todavía la desenfrenada carrera que se emprendería en pos del progreso.

Los buenos ciudadanos consumían sus horas entre el buen café, un empleo sin complicaciones y los aperitivos de mariscos, que habían dado justa fama a la región. Monsieur Dupont, a las nueve en punto, abría su mercería y saludaba con una inclinación de cabeza a Monsieur Martin, el abacero de enfrente. Monsieur Derblay, el director del banco, a las diez y un minuto, se aflojaba el cuello duro, y Monsieur Delag, el vinatero, a las once hacía su primera "cura de agua" a base de bicarbonato, porque era un comerciante honrado y no vendía un solo cuartillo sin asegurarse de su calidad.

La historia

En una ciudad así, con sólidos lazos entre los vecinos, lo elemental era pasar el teimpo, asesinarlo de algún modo, para que los Messieurs Derblay, Delage, Martin y etcétera, no acabaran consumidos por la propia monotonia, y cobrasen ánimos para la próxima jornada.

¿Cuáles eran, pues, la consecuencias de un aburrimiento colectivo? El Urbanismo. Los hombres de la ciudad, todos a una, se dedicaban a embellecer calles, paseos y edificios públicos, y se sentían orgullosos de una política ornamental que ellos consideraban avanzada en Europa: ¿a qué otra cosa podían aspirar los hombres? ¿No era, acaso, el ideal vivir en un lugar confortable y sin estridencias?


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Publicado el 23 de marzo de 2019 por Edu Robsy.

Informe Sobre la Estupidez

Arturo Robsy


Novela


1. BAJO LA NUBE

El sol del mediodía brillaba sobre la ciudad, neutral, manteniéndose a distancia. Una nube de polvo blanco y rojo volaba sobre las azoteas y caía tan lentamente como el silencio que siguió a los formidables estruendos de la mañana.

El alcalde, tras levantarse del suelo de la plaza de la Constitución, había mirado, insensible, cómo las fuerzas vivas se sacudían sus trajes de los actos públicos. Cubiertos de menudas partículas y de asombro, se habían separado sin mediar palabra, sintiéndose cada uno responsable secreto de la tragedia y rezando para que su intervención en ella no llegara a saberse.

Bajo la nube blanca que se iba depositando, el alcalde Juan de Dios, pálido por dentro y por fuera, echó a andar hacia casa: ya no tenía despacho y su ordenanza, posiblemente, estuviera todavía corriendo. Se había visto al borde de la muerte por un momento, pero entonces ya se veía al de la destitución. El, que siempre había sido un hombre con la cabeza bien atornillada, sentía ahora los tornillos flojos y el corazón a tres dedos de la boca.

 

Don Anselmo, el viejo catedrático recientemente elevado al Olimpo de los Hijos Ilustres de la ciudad, conversaba con el octogenario don Juan. Ambos habían contemplado por Telecab, la televisión local por cable, los espantosos sucesos de la plaza de la Constitución, incluido el espectáculo de ver rodar por el suelo al pleno de las fuerzas vivas con su alcalde, Juan de Dios —nieto de don Juan— y el minipresidente Felipe Suárez a la cabeza.

Don Anselmo y don Juan contuvieron el aliento hasta que vieron ponerse en pie a los prohombres, sacudiéndose nerviosamente el polvo, tan pronto como terminaron las explosiones.


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Publicado el 8 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

La Gloria del Camino

Arturo Robsy


Novela corta, cuento


Mucho ojo:

La Gloria del Camino (Serie: Alarma: ¡Peligro Azul!), es un razonamiento múltiple de unos múltiples hombres que saben lo que quieren, a diferencia de sus gobernantes. Su gloria, hermosa y azul, está en la sonrina, en la resistencia tanto al desengaño como al engaño, en su esfuerzo continuado, en su dignidad y, en suma, en todas esas ideas grandes y sentidas que, dentro de unos años, se llamarán, con honor y respeto, Resistencia Española, cuando ya las profecias se hayan cumplido, estén a buen recaudo los ladrones, escarnecidos los perjuros y justamente castigados los que se ensucian las manos en este caos nihilista, inmoral y necio, a que nos somete la Clase Explotadora: La Clase Política.

Dedicatoria

A los Hombres. No a todos los hombres. Solamente a los que lo son.

La frase

Todo el mundo pone la protección de sus escritos en manos de un pensamiento con famosa firma. Cúmplase la norma: «Se heroico y serás eterno, vive a la fama y serás inmortal. No hagas caso, no, de esa material vida en que los brutos te exceden. Estima, sí, la de la honra y de la fama y entiende esta verdad, que los insignes hombres nunca mueren.»

Carta y prólogo

que escribe el Jefe de la Centuria del Amanecer al autor


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Publicado el 15 de julio de 2020 por Edu Robsy.

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