El Día Vacío
Arturo Robsy
Cuento
A la hora de picar las columnas de los periódicos que, al día siguiente, aparecerían oliendo a tinta fresca y ensuciando los dedos de los lectores poco precavidos a esa hora precisamente, los linotipistas consultaban con los ojos a los redactores y éstos a los inmóviles teletipos.
Todos —menos los teletipos impávidos— menearon la cabeza con desesperanza.
—Nada —dijo uno.
—Nada —repitió otro.
Y la palabra nada fue rodando por las mesas plastificadas de la redacción, por los teléfonos blancos y negros y grises (según la categoría), por los pasillos estrechos, hasta las profundidades del taller, donde aguardaban las linotipias inmóviles.
Desde las doce de la noche anterior (las 24:00) el mundo parecía haberse detenido y, con él, los teletipos, los teléfonos y las emisoras.
Desde las doce de la noche anterior ningún jeque árabe había embargado suministros de petróleo, ningún judío había apiolado a un par de palestinos, ningún general había establecido la ley marcial.
Desde las doce de la noche anterior nadie dio un golpe de estado, nadie secuestró un avión con ciento ochenta pasajeros, nadie pagó un rescate por un hijo o un cuñado.
Desde aquella hora ningún club de fútbol traspasó jugadores, ningún entrenador se peleó con la directiva, ningún equipo marcó un gol.
Casi parecía el fin del mundo. Ningún ministro inauguró pantanos o polígonos industriales y ni siquiera salió al extranjero a cumplir una apretada agenda de trabajo. Ningún ex dio conferencias fingiéndose rojillo o demócrata, ni murió un solo muchimillonario.
El monstruo del Lago Ness, tan oportuno y cumplidor antaño, tampoco se removió en las profundidades ni devoró a las inocentes ovejas de la orilla. Los americanos del norte tampoco inventaron ningún nuevo deporte, ni permitieron desmandarse y hacer de las suyas a sus negros.
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Publicado el 24 de marzo de 2019 por Edu Robsy.