Textos por orden alfabético de Arturo Robsy etiquetados como Cuento | pág. 14

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autor: Arturo Robsy etiqueta: Cuento


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Radical

Arturo Robsy


Cuento


Aunque es penoso decirlo, cuando Remigio descubrió que su mujer "también era adúltera" y que, encima, aquello no era motivo para divorciarse y que, si se divorciaba a pesar de todo, la otra pedía la mitad de cualquier cosa de Remigio, incluida la finca heredada de sus padres, se encontró en la tesitura de ser un permanente cornudo o destruir elmundo.

Puede que usted, que lee esta historia, piensa que hay otras opciones intermedias, de centro como quien dice, pero eso tendría que explicárselo a Remigio, cuyo remedio a mitad de camino no era otro que pegarle un tiro a la susodicha y pasarse entre quince y treinta años de huésped del Estado, salvo amnistías.

Así que el riesgo de perder quince o más años de su vida justificaba, para Remigio, la necesidad de destruir el mundo para quedar en paz con la zorra de su mujer y, de paso, cobrarse unos cuantos piquillos que le debían todos los seres humanos a coro.

Claro que entre tomar la decisión de destruir el mundo y estar en situación de hacerlo, hay un largo camino que tiene que andarse con imaginación o, como diría algún lapidario, "con la vvista puesta en lo grande y la confianza, en Dios."

Naturalmente que Remigio tenía sus dudas acerca de lo que Dios opinaría de este asunto. A fin de cuentas el Buen Dios había hecho el mundo, y, por bueno que fuese no era imaginable que se lo tomara como una broma inocente. Destruir una ciudad era cosa más que gorda ya, pero había sucedido. Y hasta naciones enteras perecieron por la espada o por el hambre, pero todo un mundo... Para eso haría falta un archicriminal — y Remigio no lo era — o un manitas.


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Publicado el 23 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Radio "La Mar"

Arturo Robsy


Cuento


Ni mentir ni dejar que mientan

Emisiones electorales de la famosa Radio La Mar. Vote después de haber reído.

Experimento sociológico sobre la negación de la realidad. Papeles de Trapisonda.

Estas historias de Radio La Mar, puro diálogo e impuro despropósito, se basan en dos hechos fundamentales:

El Primero, que la Constitución nos reconoce el derecho a recibir información veraz y, por lo tanto, prohíbe que se nos mienta como método. Nada dice la engolada «Ley de Leyes» sobre intenciones que puedan ser excusa para la mentira; o sea que desear ganar unas Elecciones o vender un perfume, no justifican el intento de engañarnos. Pero nos engañan todos los días desde todos los medios, porque la modernidad es cosa de propaganda y es fundamental que el dominado siga satisfecho con su situación. Además, no hay juez Garzón que se atreva con los mentirosos: no es tan valiente. Libertad de Expresión, sí. Pero no libertad de mentira.

El Segundo, que no hay cosa más inútil que una que esté partida, y los Partidos son y aspiran a ser trozos de sociedad, fragmentos de convivencia. Es necesario vigilar y limitar el Poder, pero con leyes y no con grupos particulares, si puede expresarse así.

De ahí se crea, en esta ficción disparatada, el Partido Entero, que quizá busca la unidad de lo fundamental, pero no de lo accesorio. Por ejemplo, nadie se arremolina porque el euro sea la unidad en lo dinerario: el dinero, aunque necesario, es el accesorio de los acesorios.

Por eso —si sigue leyendo— verá que el ficticio Partido Entero, puesto en la necesidad de ofrecer un programa electoral, lo resuma en “No mentir ni permitir que otros mientan”.


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22 págs. / 40 minutos / 53 visitas.

Publicado el 10 de julio de 2018 por Edu Robsy.

Retrato de Navidad

Arturo Robsy


Cuento


(A las tantas de la tarde del día veinticuatro o día de Nochebuena. Por las calles húmedas viene y va la gente. "Esta noche es Nochebuena y mañana Navidad". "Dame la bota, María, que me voy a emborrachar". "Y al Niño recién nacido los pañales le han robado". Esta gente es, según su piel, blanca, sonrosada y atezada. Según su vestido, gris, negra, verde, ocre, marrón y azul. Según su pelo, negra, dorada, roja y marrón. Y, así, todos los colores acaban por cernerse sobre cada persona, según sus ojos, sus uñas, sus ilusiones y sus miserias).

Por estas calles sin cielo (porque el cielo amenaza lluvia y ruina de alegrías) los amigos catalogan escaparates y jovencitas; aspiran con glotonería el olor a refrito que sube de las bodegas y que revolotea en torno a los bares; hablan de Navidades ya desvanecidas donde hubo aventuras, trasnochos vinosos y canciones que tiritaban en el alba fría.

A esos amigos me acerco precisamente. Mañana tal vez necesitarán tisanas para despejar las ideas, pero hoy, en mitad de la tarde que termina, están lúcidos y poseen todos los rincones de sus ilustres cabezas.

—Encuesta Pública: ¿Qué es la Navidad? —pregunto.

—Págate un vino y tendrás respuestas.

(Así pues, bajamos al calorcillo de una bodega y nos instalamos en mitad de ese tufo a gente, de los humos conjugados del aceite y del tabaco, y nos ponemos a beber a tragos cortos, que es como se bebe de verdad).

—La Navidad —me dice Miguel— es un pretexto.

—¿Para qué?

(Miguel abre los brazos como un viejo Cristo velazqueño).

—Para todo. Para bebe, como ahora nosotros. Para gastar. Para cantar. Para hacer regalos. Para alegrarse. Para vender...

(Vicente interviene sonriéndose para adentro).

—Hay una teoría: que se celebra el nacimiento de un Dios, del Dios Hijo. Pero sólo es una teoría.

—¿Por qué? —vuelo a preguntar.


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Publicado el 7 de septiembre de 2020 por Edu Robsy.

Santiago-Ficción

Arturo Robsy


Cuento


Esta historia de Santiago es realmente un cuento de arte menor, una divagación acerca de las virtudes de un hombre que, quizá, pudiera ser tópico en nuestro país.

Santiago a secas

Santy era un buen hombre, pacífico, trabajador y humilde, desde el primero de agosto hasta el veinticuatro de julio siguiente.

Trabajaba en la fábrica, a cargo de una fresadora y era lo que se dice un tipo formal y cumplidor. Desde su más lejana juventud se le conocían pocos defectos, y era, por ello, querido (¡y envidiado!) por cuantos le conocían.

Como la mayoría, cuando su cuerpo se hizo vigoroso y los pensamientos no bastaron para detener toda la fogosidad de su carácter, contrajo matrimonio y se convirtió en un padre de familia ejemplar. Los viernes entregaba a su mujer la paga íntegra y, los domingos, después de misa, a pasear con la niña pequeña en una vieja moto. Si era verano, comían a la sombra de cualquier pino después de nadar. Si era invierno, buscaban setas o, simplemente, se aventuraban por los lugares que aún desconocían.

Eran, ¿qué duda cabe?, felices, dentro de los límites en que la felicidad es soportable, y, como no recibieron más hijos (pese a las cartas que continuamente escribían a la cigüeña) bien pronto empezaron a ahorrar su pequeño capitalito que, en su día, sirvió para pagar la entrada de un piso recién construido y para el primer plazo de un cómo seiscientos.

Sin embargo, antes de que las cosas llegaran a este extremo, su mujer tuvo que descubrir una interesante y dolorosa faceta del carácter de Santy...

El horrible vicio

Acongojada la pobre mujer, muy joven todavía, trató de suprimir aquel vicio de su marido, pero fracasó tan repetidamente que, al final, llegó a admitirlo como cosa lógica.


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4 págs. / 8 minutos / 55 visitas.

Publicado el 23 de marzo de 2019 por Edu Robsy.

Si de Verdad Fuera el Hombre un Tipo Racional Compuesto de Alma y Cuerpo

Arturo Robsy


Cuento


¿Sí? Pero, bueno: es que, después de todo, ¿resulta que no es cierto que el hombre sea...? Verán, hasta el extremo de esta afirmación, no.

—¡Epa!

Alto ahí: antes de seguir adelante es preciso afirmar que no se estoy diciendo nada herético.

—Eso tendrá que demostrarlo.

Y lo haré. Creo que no existen dudas acerca de si el hombre está o no compuesto de cuerpo. Es —para los escépticos— esa especie de colcha blanca y pilosa que nos envuelve, eso que nos cuelga cuando nos sentamos en un sillón. Y para demostrar su existencia no hay más que acudir a un dentista o dejarnos escayolar una pierna. Es en estas manipulaciones cuando el cuerpo se nos hace gloriosamente presente.

Históricamente, los filósofos han negado, por turno, el conocimiento, la realidad, el espíritu y la esencia, pero ninguno, embutido en sus sesenta u ochenta quilos de músculos y adiposidades, se ha atrevido con la presencia (cómoda o ingrata) de su cuerpo.

Respecto al alma, las cosas aparecen menos claras. Nadie ignora que el alma, como elemento integrante de la Creación, ha tenido sus detractores y sus propagandistas. En todo caso puede que el alma no sea lo que unos afirman, ni deje de ser lo que otros niegan. Su presencia, en cambio, se advierte en las manifestaciones humanas y éste sí es un hecho a tener en cuenta.

A los muy convencidos les diré que si el alma está tras un taco de su dueño, tras una calumnia, tras una estafa, tras una mentira o tras un eructo, se trata de un espíritu bastante cochino que ha sido injustamente ensalzado.


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Publicado el 21 de septiembre de 2020 por Edu Robsy.

Silencia

Arturo Robsy


Cuento


I

Por la concurrida calle Juan avanzaba chocando con las gentes que le cortaban el paso. Sus ojos fijos miraban hacia adelante, más allá de todo; podría decirse casi que "por dentro". El semblante desencajado se estremecía a intervalos mientras sus labios pronunciaban inaudibles palabras...

—¡Silencia! ¡Silencia!

Paró de pronto su camino.

Por primera vez pareció darse cuenta de lo que le rodeaba. Bajó la vista a unas manos temblorosas que había llevado hasta ahora inertes colgando de los brazos. Ocultó rápidamente una primera lágrima que empezaba a deslizarse por su mejilla, y rió.

Fue su risa una mezcla de acentos delicados y tristes, y de voces interiores que nada tenían de agradables, que nada tenían de humanas.

Con la cabeza caída sobre el pecho se perdió entre la multitud.

II

La Luna aparecía, rojiza todavía, por detrás de los edificios, cuando Juan pareció despertar de un sueño. Mirá a su alrededor: todo lo era extraño. Estaba en su casa, sí, pero... No comprendía aquello. ¡No comprendía nada! Él no era de allí, él era de... Un nombre fue tomando consistencia en su pensamiento... Un nombre...

—¡Silencia! —exclamó al fin— ¿Silencia? ¿Dónde?

—¿Qué te pasa? ¿Te encuentras mal?

¡Había alguien más con él! Un hombre le contemplaba, acomodado en un sillón, a su lado. No le conocía.

—¿Qué tienes? —volvió a decir la voz. Parece como si no me conocieras. ¿Quieres que llame a un médico?

—¿Quién eres? —preguntó Juan. Su tono era raro, terrible pensí su interlocutor.

—¡Cómo que quién soy! ¡Vaya hombre! Nos encontramos esta tarde; nos vamos a hacer las mediciones de ese nuevo edificio que hay que construir; venimos luego a tu casa a tomar una copa, y ahora me sales con que quién soy...


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Publicado el 15 de julio de 2018 por Edu Robsy.

Técnicas Avanzadas para Localizar el Cerebro

Arturo Robsy


Cuento


Dicen algunos optimistas que el cerebro es la sede de la vida, incluso en los que dan encefalograma plano y no tienen más remedio que dedicarse a la política. Muchas personas suponen, sin excesivas pruebas, que en él reside el pensamiento o, al menos, que con él se piensa.

Que esta opinión no está tan extendida como se cree lo saben los escritores: ninguno ha escapado a la señora o al amigo que, llenos de admiración, le preguntan: ¿De dónde te sacas esas tonterías que escribes? Ni se les ocurre suponer que del cerebro, órgano misterioso.

La ciencia, como saben los estudiantes cuando se introducen en las discotecas, no lo es todo. Si el pueblo llano opina que se puede pensar con otra parte distinta, tiene a su favor muchos siglos de observación de la realidad.

Bien demostrado está que hay quien piensa con el corazón y, aunque se gana el cielo a veces, hace el indio muchas más. Hay quien usa la cartera como órgano de la razón, aunque no siempre acabe depositado en consejos de administración. Otros, sencillamente piensan con los pies, habilidad extendida y de indudable predicamento entre amplios sectores de electores. Otros más piensan con los cojones, o su equivalente, pero no siempre en cuestiones sexuales: se les conoce por su extraordinaria capacidad para ejercer de tarugos. No pocos usan el estómago para construir bellos silogismos capaces de confraternizar con la fabada. Algunos, más virtuosos, lo hacen con el culo, sumiendo a amigos y conocidos en la confusión.

Por eso urgía hallar una técnica que permitiera localizar la situación exacta del órgano pensante para que el médico pudiera intervenir a tiempo y con éxito cuando la razón se extraviara. Un sedante, ¿qué pobre efecto puede ejercer sobre unos pies adaptados al razonamiento inductivo? Un ansiolítico, ¿qué le importa a un estómago con criterio propio?


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1 pág. / 3 minutos / 76 visitas.

Publicado el 10 de julio de 2020 por Edu Robsy.

Técnicas para Fumar Fuera de la Ley

Arturo Robsy


Cuento


La libertad también se mide en tabaco o, al menos, en la capacidad de echar humo que debe tener el hombre libre con pulmones, ese hombre libre fumador que es perseguido mientras ve cómo el consumo de todo tipo de drogas, incluidos el bingo y la TVE, está "despenalizado", lo mismo que el uso y disfrute de los tubos de escape, sin duda benéficos para el gremio del automóvil.

Cada vez son más las dependencias —oficiales y privadas— con el fatídico cartelito del cigarrillo cruzado por una barra roja o por un aspa. Y si algo hiere a un fumador es saber que no puede ejercer: las manos, como en un reflejo, se le van al tabaco y al mechero y la mente, libre y silenciosa, vuela hacia la madre del que inventó los rótulos.

Pero Dios dotó al fumador de mecanismos de alta precisión que le permiten hacer frente a la adversidad. Uno de ellos es el pensamiento lógico y, gracias a él, aquí tienen ustedes varios métodos contrastados para conseguir fumar donde no dejan:

El más elemental, pero de sorprendentes resultados, es encender el cigarrillo con toda tranquilidad. Sólo el dos por ciento de los funcionarios y alguna señora gruñona llegan a expresar una opinión desfavorable. El español, junto con las ovejas, es uno de los seres más tolerantes de la creación. Si resiste a Borrell con una sonrisa, ¿por qué no un poco de humo aromático?

Pero ese peligroso dos por ciento de funcionarios, compuesto por enfermos del estómago y del hígado y por maridos traicionados, puede entrar en acción y exigir que cese el humo. El buen fumador no debe desorientarse ni ceder a su innata cortesía:

—¿'Omo 'ice? —preguntará, imitando la brillante prosodia de los sordomudos y se llevará la mano a la oreja para dar mayor énfasis.— ¿'Asa algo?

Y se sigue fumando, diga lo que diga el funcionario, allá él con sus amígdalas.


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Publicado el 10 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Teléfonos y Conquistadores

Arturo Robsy


Cuento


"Me he enterado de que llevas vida de desenfreno y que tocas la guitarra".

—Carta de un padre del siglo XIII a su hijo que estudiaba en Orleans.
 

El teléfono es un horrible artefacto lleno de maldad. Bueno: quizá el aparato sea perfectamente neutro, pero no cabe duda de que quienes lo usan llevan, a veces, perversas intenciones en la cabeza.

Y, ya que está empezado el tema telefónico, quisiera contarles la aventura de uno de mis amigos. Quizá fue trastada más que aventura, claro y, en todo caso, una broma de pésimo gusto.

Sucedió en Madrid, ciudad enorme y tentacular que se presta a muchos líos. Eran los verdes años de la vida estudiantil, que se pasan entre las paredes de las aulas y las de las pensiones, y que justifican, por lo tanto, la tendencia bohemia que algunos jóvenes venimos a manifestar.

Por entonces no era raro que prolongásemos la velada hasta las dos de la madrugada en alguna entrañable tasca, que nos reuniésemos en el piso de cualquier amigo a bailar con la música de moda, o que nos sorprendiera el alba devorando chocolate con churros o engullendo sopa de cebolla en cualquier figón.

Tampoco nos era extraño despertar con zumbidos en la cabeza, escalofríos y malestar general a causa de los alegres trasiegos de la noche, o con borrones en la memoria, borrones que nos impedían recordar dónde nos dieron tal tarjeta que guardábamos en la cartera, o en qué lugar nos desollamos los nudillos de la derecha.

Compruebo que estoy tratando de disculparnos antes incluso de explicar lo que pasó. Y lo triste es que no hay más excusa que ésta: nuestra condenada afición al juergueteo, a las discusiones del alba, al noctambulismo y a ese néctar opalino de efectos milagrosos que, en Madrid, suele llamarse Valdepeñas blanco o Blanco simplemente.


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Publicado el 26 de mayo de 2019 por Edu Robsy.

Tírese Después de Usar

Arturo Robsy


Cuento


A no es siempre A (salgo en algunos momentos).

C no es A (hasta que se demuestre lo contrario).

B coincide siempre con A y con C.

Éste es el cuento: un imposible lógico.

(Recuerden: A no es no-A. Si C no es A, B=A no puede coincidir con C. B no puede ser más que B).

Y, sin embargo, uno puede ilustrar el cuento anterior a fin de que la lógica clásica (tan "clásica" como la trirreme) medite largamente.

Imaginen el Buen Hombre que se casó a los veintiocho años, justo en cuanto tuvo apañadito lo porvenir. De eso, por supuesto, hace ya otro veinte. Procedente de un pueblo urbano, sus alternativas estaban entre la "industria" y los "servicios". En la industria, jamás hubiese llegado a gerente; ni siquiera a segundo contable. Y eso lo sabía él. En la industria no se asciende (casi nunca) a las oficinas desde las máquinas. El siervo del acero, como recompensa, cambia de aparato y su escala va desde los más simples e incómodos, casi manuales, a los automáticos y semi-perfectos artilugios que sólo por compromiso tienen a un hombre delante. Después se interrumpe el escalafón. Y, sin máquina ya, uno se convierte en encargado, jefe de sección, de taller o capataz. No más. No queda, por cierto, el tiempo suficiente.

En los servicios, las cosas van de otro modo. Existe realmente una posibilidad de promoción. Existe un escalafón más o menos rígido y ésta es la tabla de náufrago de muchos que, en otras condiciones, hubiesen sido devorados por la máquina.


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Dominio público
6 págs. / 10 minutos / 39 visitas.

Publicado el 18 de julio de 2021 por Edu Robsy.

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