Toni
Arturo Robsy
Cuento
Para Ana María Arias-Salgado Robsy
Un amigo castellano me escribe a propósito de la geografía:
"El mar, con ser tanto y tenerlo tan en torno, necesariamente os ha de marcar..."
Y así es cuando lo pienso. El mar define muchas veces el carácter de quienes le tratan íntimamente. El mar poner en ellos una alegría bulliciosa, en ocasiones irresponsable, en ocasiones delicada. O una nostalgia especial, tranquila, buena para andar por los muelles o recargar pacientemente, sobre un noray, la enorme cazoleta de la pipa vieja.
El humor del mar es muy distinto al humor de la tierra seca (para bien o para mal), más variado, lleno de color, gesticulante. Con él algunos hombres se defendían de los piratas o se dedicaban ellos mismos a la piratería. Y con él, hoy en día, otros recorren las islas viviendo a salto de mata.
He conocido a varios de estos aventureros del Mediterráneo, gente amiga de la risa, de la discusión y de los gritos, pues para ser hombre de mar el Mediterráneo exige menos sobriedad e introversión que el Cantábrico, y más acción chispeante y burlesca...
Estoy convencido de que estos aventureros no buscan la felicidad como los demás mortales; ni siquiera oyen hablar de ella más que en los seriales de la radio, pero la alcanzan, en ocasiones, a fuerza de no preguntarse muy a menudo por lo que son y hacen.
Tuve un amigo así. Se llamaba Toni y era hombre taimado y mentiroso. Tan bebedor como mala cabeza, toda su vida fue ir trampeando de aquí y de allá, soportar bien merecidos arrestos, estafar a quienes se dejaban y rodar por las islas y el continente a bordo de cualquier tipo de embarcación aunque, últimamente, solía enrolarse de cocinero:
—A mi edad —decía— hay que mirar bien qué se come.
Licencia limitada
7 págs. / 12 minutos / 48 visitas.
Publicado el 24 de julio de 2021 por Edu Robsy.