El Buen Hambre
Arturo Robsy
Cuento
El Times, admirado, le concedió su portada: Alberto, en toda su extensión de cinco años, con un polo en la mano. Debajo, la leyenda: El superniño que aprendió inglés en tres días.
En el interior, los profesores de la escuela Future para superdotados, explicaban lo que habían dicho ya todas las cadenas de televisión: La Electronics Investment lo había descubierto en España (Europa) y lo trajo al mundo real, a América.
Alberto había hablado a los cuatro meses y medio. A los seis, leía. A los doce escribía. Luego ya nadie había sido capaz de suministrarle suficiente información. Devoraba todo. Entendía todo. Los habituales test de inteligencia no servían con él. Se quedaban cortos.
Electronics Investment, al saberlo, sostuvo una conversación con el padre, hombre normal a quien su hijo preocupaba:
—¿No querrá usted que se malogre su talento?
—Lo que yo quiero no es posible. —dijo el padre, campesino que no fue arrastrado por la emigración a las ciudades.— Alberto no será feliz.
—¿Por qué no? Nosotros le daremos estudios. Será un gran hombre.
—¿Y creen que no comprenderá en qué mundo ha venido a nacer?
—Claro. —respondió Electronics, que no era sutil.— Y será un gran físico o un gran químico. O ambas cosas.
Electronics ignoraba la profundidad del alma castellana. Quizá porque, en descampado, se tapaba con una boina y se expresaba a través de hombres mal afeitados.
—A usted —añadió Electronics, interpretando mal el silencio del padre— también le pagaremos. Vendrá a vivir con Alberto a «Iusei».
El hombre se encogió de hombros. Miró la llanura y pensó, fugazmente, que ella era la única capaz de estar cerca y lejos a la vez. Miró luego al hijo superdotado.
—Tú, ¿qué piensas? —le preguntó
—Quiero saberlo todo. —respondió el niño. No usaba adornos en la lengua. Iba derecho.
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Publicado el 11 de julio de 2016 por Edu Robsy.