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autor: Arturo Robsy


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Lo Repetido Es Falso

Arturo Robsy


Ensayo


Primer asalto

Los que leen habitualmente artículos o ensayos del autor saben ya que gusta de dar la vuelta a la frase del Dr. Goebbels. Sí él tenía la misión política de convencer sobre ideas y personas, nosotros, los ciudadanos normales, tenemos la obligación de no dejarnos engañar: nos van en ello la Justicia y la Libertad. Si nos repiten algo hasta que, invariablemente, creemos que lo hemos pensado nosotros, lo repetido es falso y a esta sencilla máxima hay que remitirse ante cualquier duda o incredulidad.

Durante los días de redacción de este mínimo opúsculo sucedió la detención del Excmo. Sr. General D. Augusto Pinochet, sobre el que determinados medios (muy insistentes en España) llevaban veinticinco años predicando la dureza de la dictadura y, sólo después de que las Madres de Mayo recibieran un buen apoyo internacional, se le empezó a atacar como genocida, crimen que no se le había atribuido antes y en el que no se ponen de acuerdo: una asociación chilena cifra en algo más de un millar las víctimas de la mini guerra civil. Otros en España apuntan hasta 30.000. Esto sólo significa una cosa: mienten las dos opiniones. Pero este no es un cuaderno de noticias y el caso, además, lo verán los tribunales.

Por las mismas fechas, que coincidían con elecciones en la autonomía Vasca, un prócer socialista recomendaba al gobierno una «reinserción discreta» de los terroristas de la Eta, es decir, que se mintiera o, al menos, que no se informara a los ciudadanos. Y parece que fue escuchado.

Simples ejemplos de la poca importancia que se da a la verdad en España y del mucho uso que se hace de la mentira. Y es esa mentira la que hiere la convivencia natural de las personas, la que las enfrenta y la que les arrebata partes del mundo que debieran conocer para ser algo más libres, porque todo el que piensa exactamente igual que otros, no es libre,


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91 págs. / 2 horas, 40 minutos / 21 visitas.

Publicado el 10 de julio de 2024 por Edu Robsy.

Historia del Siglo XIX

Arturo Robsy


Cuento


Prólogo

Hojeando un libro antiguo me he encontrado con una vieja historia, en francés, que cuenta las peripecias de una pacífica y próspera ciudad a finales del siglo pasado, cuando alboreaba la electricidad y nadie sospechaba todavía la desenfrenada carrera que se emprendería en pos del progreso.

Los buenos ciudadanos consumían sus horas entre el buen café, un empleo sin complicaciones y los aperitivos de mariscos, que habían dado justa fama a la región. Monsieur Dupont, a las nueve en punto, abría su mercería y saludaba con una inclinación de cabeza a Monsieur Martin, el abacero de enfrente. Monsieur Derblay, el director del banco, a las diez y un minuto, se aflojaba el cuello duro, y Monsieur Delag, el vinatero, a las once hacía su primera "cura de agua" a base de bicarbonato, porque era un comerciante honrado y no vendía un solo cuartillo sin asegurarse de su calidad.

La historia

En una ciudad así, con sólidos lazos entre los vecinos, lo elemental era pasar el teimpo, asesinarlo de algún modo, para que los Messieurs Derblay, Delage, Martin y etcétera, no acabaran consumidos por la propia monotonia, y cobrasen ánimos para la próxima jornada.

¿Cuáles eran, pues, la consecuencias de un aburrimiento colectivo? El Urbanismo. Los hombres de la ciudad, todos a una, se dedicaban a embellecer calles, paseos y edificios públicos, y se sentían orgullosos de una política ornamental que ellos consideraban avanzada en Europa: ¿a qué otra cosa podían aspirar los hombres? ¿No era, acaso, el ideal vivir en un lugar confortable y sin estridencias?


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Publicado el 23 de marzo de 2019 por Edu Robsy.

El Buen Hambre

Arturo Robsy


Cuento


El Times, admirado, le concedió su portada: Alberto, en toda su extensión de cinco años, con un polo en la mano. Debajo, la leyenda: El superniño que aprendió inglés en tres días.

En el interior, los profesores de la escuela Future para superdotados, explicaban lo que habían dicho ya todas las cadenas de televisión: La Electronics Investment lo había descubierto en España (Europa) y lo trajo al mundo real, a América.

Alberto había hablado a los cuatro meses y medio. A los seis, leía. A los doce escribía. Luego ya nadie había sido capaz de suministrarle suficiente información. Devoraba todo. Entendía todo. Los habituales test de inteligencia no servían con él. Se quedaban cortos.

Electronics Investment, al saberlo, sostuvo una conversación con el padre, hombre normal a quien su hijo preocupaba:

—¿No querrá usted que se malogre su talento?

—Lo que yo quiero no es posible. —dijo el padre, campesino que no fue arrastrado por la emigración a las ciudades.— Alberto no será feliz.

—¿Por qué no? Nosotros le daremos estudios. Será un gran hombre.

—¿Y creen que no comprenderá en qué mundo ha venido a nacer?

—Claro. —respondió Electronics, que no era sutil.— Y será un gran físico o un gran químico. O ambas cosas.

Electronics ignoraba la profundidad del alma castellana. Quizá porque, en descampado, se tapaba con una boina y se expresaba a través de hombres mal afeitados.

—A usted —añadió Electronics, interpretando mal el silencio del padre— también le pagaremos. Vendrá a vivir con Alberto a «Iusei».

El hombre se encogió de hombros. Miró la llanura y pensó, fugazmente, que ella era la única capaz de estar cerca y lejos a la vez. Miró luego al hijo superdotado.

—Tú, ¿qué piensas? —le preguntó

—Quiero saberlo todo. —respondió el niño. No usaba adornos en la lengua. Iba derecho.


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5 págs. / 9 minutos / 77 visitas.

Publicado el 11 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Un Siglo de Progreso

Arturo Robsy


Cuento


En mil novecientos, en agosto, con los últimos coletazos del siglo, nació Naveiro, postrer vástago de una larga sucesión de Naveiros renegridos y aventureros que, desde los tiempos de Don Pedro el Navegante, tuvieron que ver con el mar. Un Naveiro dobló el Cabo de las Tormentas siendo asistente de Luis de Camoens. Otro acompañó a Colón en su segundo viaje y otro más hizo la ruta de Elcano hasta morir de un lanzazo tagalo en las Filipinas.

Siempre fueron dados al orujo y discutidores, a medias pendencieros y a medias esforzados, pues no en vano la familia se había sustentado, desde los tiempos de Viriato, de la carne en cecina, del pescado seco, de la galleta y de la fantasía propia del galaico.

El padre del último Naveiro continuaba la tradición familiar y hacía la ruta de ultramar a bordo de un clipper rápido y marinero. Naveiro padre tenía una peculiar manera de entender aquello de una novia en cada puerto: él prefería lazos más sólidos, por lo que mantenía alegremente una familia en Vigo y otra en Macao, ambas numerosas, pobres y felices.

El joven Naveiro hizo su primer viaje a los trece años, como proel, junto a su padre. Así, con el alma todavía tierna, se le metió el oriente por los ojos. La calidad del mar, su color tan distinto al del Atlántico natal, las gentes extrañas con su lenguaje cantarín y sus ojos almendrados... Y, además, la riqueza. Allí un europeo podía hacer fácilmente carrera: trampeando con los chinos, navegando en los cargueros de las islas, comerciando con los salvajes o contrabandeando con el opio.

Naveiro se quedó con su otra familia, con la mujer oriental de su padre y con sus medio hermanos de ojos rasgados, y nunca más sintió la nostalgia de Galicia, donde, por cierto, las cosas no iban demasiado bien en aquellas fechas. Sólo bajo los efectos del sake se permitía algunos recuerdos de la infancia y descubría, las profundas lagunas de su memoria.


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4 págs. / 8 minutos / 79 visitas.

Publicado el 11 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Radio "La Mar"

Arturo Robsy


Cuento


Ni mentir ni dejar que mientan

Emisiones electorales de la famosa Radio La Mar. Vote después de haber reído.

Experimento sociológico sobre la negación de la realidad. Papeles de Trapisonda.

Estas historias de Radio La Mar, puro diálogo e impuro despropósito, se basan en dos hechos fundamentales:

El Primero, que la Constitución nos reconoce el derecho a recibir información veraz y, por lo tanto, prohíbe que se nos mienta como método. Nada dice la engolada «Ley de Leyes» sobre intenciones que puedan ser excusa para la mentira; o sea que desear ganar unas Elecciones o vender un perfume, no justifican el intento de engañarnos. Pero nos engañan todos los días desde todos los medios, porque la modernidad es cosa de propaganda y es fundamental que el dominado siga satisfecho con su situación. Además, no hay juez Garzón que se atreva con los mentirosos: no es tan valiente. Libertad de Expresión, sí. Pero no libertad de mentira.

El Segundo, que no hay cosa más inútil que una que esté partida, y los Partidos son y aspiran a ser trozos de sociedad, fragmentos de convivencia. Es necesario vigilar y limitar el Poder, pero con leyes y no con grupos particulares, si puede expresarse así.

De ahí se crea, en esta ficción disparatada, el Partido Entero, que quizá busca la unidad de lo fundamental, pero no de lo accesorio. Por ejemplo, nadie se arremolina porque el euro sea la unidad en lo dinerario: el dinero, aunque necesario, es el accesorio de los acesorios.

Por eso —si sigue leyendo— verá que el ficticio Partido Entero, puesto en la necesidad de ofrecer un programa electoral, lo resuma en “No mentir ni permitir que otros mientan”.


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22 págs. / 40 minutos / 54 visitas.

Publicado el 10 de julio de 2018 por Edu Robsy.

Qué Difícil Es Ser Dios

Arturo Robsy


Cuento


Sólo los que se aferran a la vida más de lo reglamentario creen que se les puede hacer una biopsia de puro trámite cuando se quejan de que un catarro no se les cura. Y, cuando en vez de una aspirina, les recetan veinte sesiones bajo el acelerador lineal, sólo los de piel de rinoceronte siguen creyendo que las cosas marchan bien.

Eduardo Libre, que soportaba desde niño las desventajas de un espíritu burlón, sonrió, de cara al médico:

—¿Y, a pesar de esto, cree que me curaré?

—Naturalmente.

Libre, que era de otra escuela de pensamiento más propensa a la acción, salió directamente hacia el banco y pidió un cartucho de monedas de cincuenta pesetas. Lo pagó y, con él en el puño, dio un formidable golpe en el mentón del guardia se seguridad de aquella desventurada sucursal. Ya tenía pistola y un total de veinticinco balas.

Cuando, además de cáncer, se tiene un arma de fuego con alguna munición, sobreviene un momento de optimismo. Aguzando el oído se oyen cánticos de aves. Quizá es pasajero, pero alivia la tensión.

De haberse enterado su médico, hombre de escasa psicología y de nómina profunda, hubiera pensado que los últimos manejos perseguían el fin de dotar a Eduardo de un pasaporte a la eternidad: rápido aunque ruidoso. Por eso se hubiera extrañado al ver como su cliente, lejos de perforarse el cráneo, se acomodaba en el escritorio e invertía su valioso tiempo en sumirse en los recuerdos.

Aspiraba a escribir en un blanco papel los nombres de quienes le hubieran perjudicado gravemente, para remitirlos al más allá como avanzadilla. Tenía la impresión de que su cáncer no era más que el resultado del cúmulo de injusticias sufridas y, católico ligeramente heterodoxo, pensaba hacer de Dios durante unos días, decidiendo sobre el destino de ciertos elementos perjudiciales para la salud.

—Juan Valls. —escribió.


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3 págs. / 6 minutos / 230 visitas.

Publicado el 12 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Premio al Tonto

Arturo Robsy


Cuento


Cosme había sido un canalla autocrático toda su vida, como, sin duda, confirmarían todos los sucesivos socios que fueron devorados por él.. Cuando se sintió morir, decidió salir de este mundo dejando tras si un ejemplo de su mala voluntad hacia el género humano. Sólo de pensar en su testamento, falleció entre carcajadas.

—En resumidas cuentas —dijo el notario a los tres herederos: Don Cosme deja todo su dinero al más tonto de sus hijos.

—Yo he votado siempre al partido del poder. —argumentó el primero, convencido de ser el ganador.

—Yo le quería. —dijo el segundo, superando la marca de su hermano.

—Yo no quiero su dinero para nada. —dijo el tercero, muy avispado.

El notario, nombrado juez, registró un empate: los hijos habían dicho tres tonterías lo bastante agudas como para demostrar que existían en ellos trazas de inteligencia humana. El duelo no tuvo más remedio que comenzar otra vez:

—Estoy convencido de que el Descubrimiento de América fue un encuentro de culturas.

—Pues yo apuesto a que Andalucía será la California de Europa.

—Yo afirmo que no hay corrupción política.

Aquellos tres bribones se fingían tontos pero estaban varios palmos por encima del mínimo exigible. Lo siguieron demostrando con sucesivas ráfagas de afirmaciones cuidadosamente calculadas, hasta que el notario, cansado, decidió aplicarles un test de su invención:

—Juan tiene siete manzanas. Da dos a Pedro. Antonio le regala cuatro. Juan le roba una y una mariposa se le lleva otra, volando. ¿Cuántas le quedan?

—Veintisiete. —dijo el primero.

—Catorce. —dijo el segundo, también después de calcular el número exacto de manzanas.

—Las mariposas no pueden llevarse una manzana por los aires. —se quejó el tercero.

—Suyo es el dinero. —sentenció el notario.


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1 pág. / 2 minutos / 75 visitas.

Publicado el 10 de julio de 2016 por Edu Robsy.

La Sobreinformación como Manipulación

Arturo Robsy


Ensayo, artículo


Cuando abrimos un periódico, cuando conectamos un televisor o escuchamos un diario hablado radiofónico, accedemos a una especie de instantánea de nuestro mundo y nos vemos rodeados por la información más actual. O eso tendemos a creer.

Sabemos, simultáneamente, lo que está sucediendo en Filipinas, en Corea, en Nueva York o en Santiago de Chile, aunque ello nos obliga a enterarnos menos de lo que hace nuestro vecino. Oímos, en ocasiones, las voces de los protagonistas de la actualidad y hasta velamos sus cadáveres en la pantalla. Conocemos muy especialmente las desgracias que caen, con regularidad y mala entraña, sobre la humanidad rica y sobre la humanidad pobre.

Casi es posible afirmar que disponemos de un exceso de información. Un hombre que lea un periódico al día, vea un telediario al día y oiga un diario hablado al día, recibe algo más de trescientas noticias interesantes, entre sucesos, catástrofes y declaraciones de personalidades.

Con semejantes fuentes, no es raro que el hombre de hoy tienda a creerse conocedor de la sociedad en la que vive. Mucho más que lo fueron los hombres de las generaciones anteriores, de los siglos anteriores, cuando el mundo era todavía grande y distintas las formas de vivir y de pensar.

La información masiva es un hecho, tanto si se considera el número de personas que se informa diariamente sobre el mundo que les rodea como si se atiende a la cantidad de información que, consciente e inconsciente, recibimos al cabo del día. En ambos casos, este es el mundo de la información y, quizá, ella se ha convertido en uno de sus vínculos fundamentales.


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8 págs. / 14 minutos / 229 visitas.

Publicado el 2 de septiembre de 2024 por Edu Robsy.

Hablar de España

Arturo Robsy


Ensayo, Política


DELANTAL QUE SE PONE AL LIBRO.

Panorama

El hombre es un ser sometido a instintos, como el de conservación o el gregario, y a reflejos como el de la búsqueda (qué difícil es dejar de buscar algo extraviado). Sometido. No hay libertad frente a ellos ni frente al tiempo que toca vivir. Llegar a percibir que hoy no es ayer, que se han modificado los principios activos de nuestro mundo, es difícil. Más si se trata con demagogia.

Hay que contar siempre con que la metafísica no pesa en los postulados que rigen el rumbo de la sociedad. Hay que atenerse, críticamente, a lo que hay, sabiendo que no se busca lo permanente y que se silencia la trascendencia de lo que realmente trasciende.

El mundo del hombre, el único verdaderamente accesible, es la sociedad y, en específico, la propia, en la que se ha formado y cuyo paso debe seguir, a gusto o a disgusto, o aceptar el riesgo de quedarse fuera. La sociedad es un sino, algo a lo que estamos condenados, un principio automático de sometimiento que, si falla, es restaurado por la coacción o la coerción: Policías y jueces cuidan de ello. Y quienes legislan.


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Publicado el 14 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Fábulas

Arturo Robsy


Cuento


Tres amigos, Luis, Paco y José, se separaron después de la mili. Los tres habían sido camaradas de párvulos y los tres compartieron esas tardes de primavera en que uno olvida que hay que asistir a clase y va en busca del primer torrente con agua fresca o del primer árbol con buena sombra. Se llamaban Luis, Paco y José. Tenían casi los mismos gustos, las mismas duraderas costumbres y los mismos juveniles vicios. Como, además, habían sido vecinos de toda la vida se repartían en complicidad secretos y aventuras del viejo barrio.

Después de la mili tuvieron que separarse entonces cuando suena la hora de volar del nido y cuando a los muchachos el cuerpo se les llena de calenturas que definitivamente concluyen en el matrimonio.

Se alejaron tristes, cada uno por su lado, conscientes de que abandonaban, en las personas de sus amigos, los últimos rescoldos de una vida quizá feliz. Antes de esto, sin embargo, se habían hecho una promesa:

—Dentro de veinte años, cuando nos hayamos hecho ricos, nos reuniremos de nuevo.

—¿Dónde?

—Aquí. El mismo día, solo que veinte años después.

Para cada uno de ellos pasó el tiempo más que de prisa; excesivamente rápido quizás y, así el plazo de veinte años quedó cumplido y cada uno se dirigió en busca de sus compañeros, Luis, Paco y José, a aquel mismo lugar donde se separaron hacía tanto y tanto.

Luis y Paco fueron los primeros en llegar. Se reconocieron al momento, pero no cabía duda de que habían cambiado: Paco, antaño seco, estaba ahora muy delgado y tenía una molesta tos, ganada a pulso entre el tabaco y los pocos cuidados. Luis había engordad y tenía el rostro marcado con las bolsas de la edad. Eran ni más ni menos que caricaturas de aquellos jóvenes que se separaron con la ilusión de triunfar en la vida o, cuando menos, con la de enriquecerse para quitarse de penas.


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6 págs. / 11 minutos / 46 visitas.

Publicado el 14 de julio de 2021 por Edu Robsy.

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