El Viejo y La Niña
Arturo Robsy
Cuento
Para María José y Gerardo
"Son otros tiempos donde el tiempo no parece no importar". — Oliverio Quintana.
El turismo siempre es una pobre solución a los problemas porque
éstos se enquistan ardientemente bajo la piel y esperan con paciencia la
hora ésa en que nos quedamos solos en la habitación del hotel o cuando,
adormecidos, levantamos las fronteras entre actualidad y pasado.
En este sentido El Viejo era profundamente desgraciado a pesar de su máquina fotográfica colgada del hombro apaciblemente, a pesar de su sombrerito de palma, a pesar de sus brillantes pantalones veraniegos, a pesar de sus playeras blancas bien ajustadas a los pies y a pesar de sus paseos por ciudad y playa en busca de extraños opios que le descansasen.
Corrían los días de julio, cuando las orillas del mar empiezan a alcanzar su punto de saturación y el cielo es un espejuelo azul de aguas tranquilas e insípidas. El Viejo había venido a la Ciudad con su inevitable máquina fotográfica, con sus brillantes pantalones de verano y sus blancas playeras bien ajustadas.
Las ciudades tienen algo de cruel; algo de soledad mal compartida y peor respetada; algo de malsana curiosidad donde la gente busca a sus vecinos sólo para encontrar ejemplos de estolidez o apatía mayores que propias. Las ciudades tiene enormes bocas de asfalto que todo lo devoran, y no hay que dejarse engañar si vemos tal parterre de verde intento o tal macizo de flores coloreadas: sigue siendo La Ciudad y, por lo tanto, una Amenaza para corazones y sesos.
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Publicado el 25 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.