Textos más populares esta semana de Arturo Robsy | pág. 10

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autor: Arturo Robsy


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El Cuento de la Puñeta

Arturo Robsy


Cuento


Soy un hombre del camino: mi oficio es el más viejo, que, según dicen los letrados, la gente, antes de afincarse y poner casas en los campos sembrados, iba de lado a lado con sus cosas y se le daba una higa el asunto del municipio, la luz, las alcantarillas o el Alcalde.

Verán: soy un hombre pobre, pero respetuoso. Aquí, a mi lado, tengo mis riquezas (que lo son realmente) y con ellas voy de acá para allá malviviendo el tiempo. Si alguien me preguntara (que nadie lo hace, claro) le contestaría que no busco la felicidad. Estoy bien así; no me sobra nada y, como me faltan muchas cosas, pues tengo todavía ilusiones. No como Miguel, mi primo, que tiene coche y televisión y viste de corbata. Tampoco él es feliz, naturalmente, pero, además, para pagarse el coche y el televisor y la mujer y las corbatas se pasa todo el día amarrado al trabajo, tanto que, para consolarse, va diciendo que el trabajo dignifica y eleva y da prestigio, cuando la verdad es que el trabajo sólo cansa y pone de mal humor y acorta la vida. Lo demás, las morales de faena, son artimañas inventadas por los que hacen trabajar a tipos como mi primo, y por mi primo mismo, que no quiere pensar que es un fracasado.

¿Por dónde iba? Sí, que mis riquezas están aquí, conmigo: mi bicicleta, las alforjas con el pan; el espejo, el peine y la maquinilla; mis cigarrillos y el tabardo. Y, en el bolsillo, el tintineo de las últimas monedas. En un pueblo de los cercanos trabajaré una chispita y ¡a vivir! Ahora es el tiempo de la siega y siempre hacen falta jornaleros pese a los tractores y demás, que hay cosas que sólo un hombre puede hacer, como dar lumbre al pitillo del capataz o comentarle que, gracias a Dios, no vendrá la lluvia mientras las gavillas estén sobre la tierra.


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Publicado el 20 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Y, a su Sombra, un Crucifijo

Arturo Robsy


Cuento


Este pequeño nómada que soy andaba por lo alto de las peñas, haciendo la pereza veraniega del paseo. Un chispazo de extraña plata, luz del mediodía en rayo, me dio en los ojos subiendo desde el mar. Entre las peñas grises, el brillo; entre las chispas de espuma quieta, el fulgor.

Uno es sólo realista a medias, y andan siempre por la mente tesoros escondidos por piratas patapalo, prodigios y magias, misterios generales que nacen con el alma, y una luz inesperada enciende, lo mismo que un silencio repentino, un grito o, simplemente, nada, esa nada como brisa o esa nada como sombra.

De modo que la luz tiró de mí y yo de la aventura y, juntos y no con mucha calma, bajamos el acantilado del mar Mediterráneo, hacia la luz del tesoro, hacia el hallazgo y el secreto.

Desapareció el reflejo al descender y la luz al irse dejó al descubierto un objeto negro, de charol y picos, que me dejó perplejo: un tricornio.

Miré en torno porque una larga experiencia me ha enseñado, como a todos, que no hay tricornio sin guardia debajo, al lado o, cuando menos, en las proximidades, de modo que tricornio a solas entraba en la categoría de lo casi extraordinario, como cuando brilla la luna de día o brilla el arco iris en la gota de rocío.

— ¡Hola! — grité, no sé si al tricornio o al posible guardia invisible. — ¡Eh! ¡Hola! — insistí mientras, en realidad, pensaba: "Y ahora, ¿qué hago?"

Aún no me había decidido a tocar el hallazgo por una especie de pudor. Trepé a una roca algo más alta y oteé. Di unas cuantas voces más y algunas vueltas en redondo antes de volver junto al misterio del tricornio desparejado.

— Esto no se ha perdido. — razoné — Nadie pierde un tricornio.


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Publicado el 21 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

La Gallina y el Ángel

Arturo Robsy


Cuento


Mi hijo se ha presentado con el cuaderno abierto y la ilusión de que yo aprecie su estilo literario. Ha terminado un ejercicio de redacción y lo somete a mi docto parecer justo en el momento en que estoy a punto de meterle el diente a un artículo de opinión de mi periódico favorito.

— A ver qué te parece, Santo Padre.

Trabajosamente escrito a lápiz con la mano izquierda, leo:

"Di todo lo que sepas sobre la gallina"

"La gallina lleva a sus hijos en el vientre como todo el mundo, pero los pone aún en huevo y tiene que subirse a ellos durante veintiún días para que nazcan: este fenómeno se llama incubación. Hay gallinas de muchos colores: pelirrojas, negras, blancas y pintadas, por lo menos. La gallina, cuando nace se llama pollito, y es muy bonita. La gallina de mayor es bastante fea y muy tonta. La gallina es un ave que no sabe volar, porque está muy gorda y, también, por tonta. Cuando se la persigue corre bastante y mete un ruido que se llama cacareo. También cacarea cuando pone un huevo, de alegría seguramente, o para presumir. El marido de la gallina es el gallo, que es más bonito, más valiente y lleva en las patas clavos llamados espolones. El gallo tiene una cresta alta y roja, llena de puntas como una corona; la gallina lleva la cresta caída sobre los ojos y parece una boina. Cuando se le arrancan las plumas tiene la piel amarillenta, como si estuviera enferma. Las gallinas son aves de corral y de ellas se come todo, tanto los huevos como la carne, y, además, son muy cobardes porque saben todas que nos las queremos comer. Cuando hay que insultar a alguien que tiene miedo se le llama gallina y cuando nos asustamos se nos pone la piel de gallina."

— Sabes tú mucho sobre las gallinas, Enano. — digo disimulando la risa.—¿Estudiáis la gallina en el colegio?

— Sí. Y tú también me vas explicando cosas. ¿Te acuerdas de cuando te regalaron un milano?


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Publicado el 23 de septiembre de 2017 por Edu Robsy.

Hoy es Siempre

Arturo Robsy


Cuento


Yo soy el único que tiene el mérito. Sólo yo hice las cosas, así que mi nombre tiene que pasar a la historia y quedarse allí hasta que el mundo reviente del todo, que no será pasado mañana. Y gracias a mí. Así que procuren escribir bien mi nombre: Agapito. A-ga-pi-to.

No me haga preguntas. Deje que lo explique a mi aire, que todos se enterarán igual, así que no intente presumir a mi costa, locutor. Le diré, por ejemplo, si sabe que la gente es tonta. Pues lo es. Sin duda, sin duda.

La gente no mira, ¿sabe usted? La gente corretea por la calle con la cabeza llena de sus asuntos, y no se fija. Pregunte usted a alguien si se acaba de cruzar con un hombre o con una mujer y verá. No se fija nadie. Nadie mira, pero todos se quejan de no ver la luz. Todos dicen que están desorientados, que no saben dónde está la verdad ni dónde la felicidad, pero no miran. Al menos no miran hacia el mundo, sino hacia el televisor y los escaparates. Y así nos va.

Hace falta un tipo especial de persona. Sí, claro: soy un pardo, yo. ¿cree que por eso ando de aquí para allá sin preocupaciones? No. Lo que sucede es que yo veo las cosas. Un hombre que no ve, pero que no es ciego, no es otra cosa que un estúpido, y usted tómeselo como prefiera.

En cambio, yo soy un poeta. Miro las nubes y les busco formas caprichosas, exactamente igual que hacen los niños, y, por supuesto, se las encuentro. Al andar procuro no "pisar raya", y a veces cojo mariquitas por el placer de verlas andar tan tranquilas por mis manos, hasta que aciertan a subir por un dedo y levantan el vuelo.

Ya sé que hay otros poetas que hacen versos, pero son puros disfraces los versos. Siendo un poeta auténtico, ¿para qué ser otra cosa? ¿Qué falta hace? Si yo hiciera un verso me perdería el suspiro del tiempo, la única luz de ése instante, el sueño perfecto de ser la cosa misma que sientes.


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Publicado el 9 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Hágase la Llama

Arturo Robsy


Cuento


— ¡Máquinas y máquinas! — dijo el hombre lanzando un martillo al fondo del cobertizo. — Apuesto a que no has visto una bendita herrería en tu vida.

El pueblo, blanco, se extendía a lo lejos en la luminosa calma mediterránea y el hombre lo vigilaba con ojos airados y tan encendidos como los tizones de su fragua.

— Ni siquiera debes de saber qué cosa es un herrero. — dijo, mirándome de mal humor — Nadie lo sabe. Pero yo te lo diré: los herreros somos los conquistadores del mundo, los que decidimos, hace milenios, llevar al hombre a las estrellas. Los Señores del Fuego.

De todas formas aquellas palabras no sonaban a herrero ni mucho menos. Atendí mejor a los rasgos en busca de la señal de la cultura en el rostro, de la huella del pensamiento en las manos, pero aquel era un diablo malhumorado y algo cojo, que se meneaba pisoteando la tierra cenicienta debajo de su emparrado verde.

— No hay herreros — resumió — de modo que nadie puede entender el mundo. No me extraña que haya tanta delincuencia.

Yo, para la historia y para el mundo, había ido a una ferretería a comprar una rejilla y unos morillos para mi chimenea y, aunque julio, me hacía ilusión colocarlos inmediatamente y, sobre ellos, tres o cuatro artísticos leños de encina.

Desgraciadamente, las medidas de mi chimenea no estaban homologadas, estandarizadas o como quiera que se diga, de modo que ninguna de las piezas fabricadas en serie encajaba en ella, y así fue como me encaminaron a las afueras, al herrero, advirtiéndome de que estaba medio loco y que me haría o no el trabajo, según.

— ¿Según, qué?

— Según el viento, por ejemplo. Cuando sopla el mediodía es cosa sabida que tira piedras. El poniente sólo le hace maldecir. El norte es el más favorable. Hay quien dice que con norte se le ha visto sonreír, pero son exageraciones.


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Publicado el 21 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

El Beso

Arturo Robsy


Cuento


Creo que se puede explicar claramente. Existe una acción y son dos protagonistas los que la comparten. Naturalmente, también hay un lugar y una situación anterior y posterior.

Esto bastaría para aclarar de qué se trata: dos que se besan. Una pareja como las que se pueden ver en los parques, en un rincón oscuro de un "Night-Club", o en lo profundo de una playa a la hora del ocaso. Dos sobre los que no hay que poner atención ninguna por costumbre o por educación, según se quiera.

Ahora, como escritor, debo buscar una definición apropiada y brillante. ¿Qué es el beso? Algo más que una caricia. Un intento de apoderarse del alma del ser amado. Un encuentro de ilusiones y un poco de olvido para todos...

En fin: en este aspecto soy un fracaso, y el beso, por esta vez, va a quedar sin ser definido, aunque, por pundonor, voy a recurrir a una encuesta: tomo desde mi escritorio el teléfono y llamo a Pedro:

—¿Oye? Soy Arturo, Pedro: ¿quieres decirme qué es el beso?

No he reparado en la hora, de madrugada, y Pedro dice unas cuantas insensateces antes de hacerse cargo de la realidad. También está acostumbrado a mi falta de oportunidad y por eso contesta:

—Una porquería —y es que ha cenado abundantemente y toda referencia al amor le produce ardor de estómago.

Sin desfallecer, hago mi segunda llamada: es Luis quien responde, un viejo compañero de cuando el servicio en la Armada:

—El beso es el sobrante de ambición que se regala —Luis es un psicólogo. Un psicólogo oscuro y certero que comprende hacia donde apunta el subconsciente.

Le toca el turno a Rafael, el buen hombre que sueña en el coche que va a comprarse:

—Hombre... un beso es algo así como... —lo piensa un poco más— Es la esperanza que no necesita manifestarse con palabras.


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Publicado el 24 de marzo de 2019 por Edu Robsy.

Hespérides, S.A.

Arturo Robsy


Cuento


"No es cierto, contra todo lo que ha venido diciendo la prensa, que exista el árbol del dinero, y lamentamos profundamente que hombres cultos lleguen a pensar que una planta, por cuidada que esté, pueda dar frutos de papel moneda o monedas aculadas."

"Tampoco es cierto que Eduardo Libre, licenciado en historia antigua, haya huido al extranjero con algunas semillas, perseguido por funcionarios de la tesorería norteamericana, puesto que tampoco el citado y falso árbol produce dólares."

"En cuanto a Pedro Salgado sí es cierto que el ayuntamiento de su municipio ha iniciado los trámites para expropiarle la granja, pero es del todo incierto que se haya hecho a instancias del Ministerio de Economía y Hacienda que, simplemente, envió inspectores que recomendaron a los servicios de agricultura la tala inmediata del pomar. Lamentamos la información sectaria que sobre el caso se ha servido a los ciudadanos, insistiendo en que es falsa la existencia del árbol del dinero. Recomendamos a todas las personas acampadas en los alrededores de la finca de Pedro Salgado que levanten el cerco que tienen establecido, pues de lo contrario se tomarán medidas policiales."

Lo que había detrás de esta infinita acumulación de desmentidos era algo más difícil de explicar, pues la noticia había trascendido de la comarca al mundo entero. Sólo los muy bien informados tenían sensato miedo.

Se sabía —y ahora usted podrá temer a su antojo— que Eduardo Libre, siendo estudiante de historia antigua, había participado en la campaña de excavaciones dirigida por el famoso doctor Ñáñigo en la provincia de Cádiz, concretamente en el Campo de Gibraltar.


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Publicado el 10 de julio de 2016 por Edu Robsy.

La Madre

Arturo Robsy


Cuento


—Dime, ¿es niño o niña?

—Mujer, ten calma.

Lavado y fresco se lo traen: un niño. ¡Qué hermoso es verle así, callado, con la piel tierna y arrugada y las manitas de estampa!

—Un niño, pequeña: Mamá... ¿qué efecto te hace este nombre?

Y ella calla: por ahí hay gente mala y su hijo es tan pequeño... Un día soportará una burla; otro, una bofetada, y, de caída en caída, pasará por profesores, por amigos, y conocerá la soledad y la tristeza.

Después, la novia, los licores... Un poco más todavía y, quizá, la guerra para morirse joven o...

—Mujer, ¿qué te pasa?

La madre abre un poco los ojos y aprieta suavemente al hijo.

—Menos mal que no ha sido una muchacha.


17 de octubre de 1972


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Publicado el 28 de marzo de 2019 por Edu Robsy.

Libertad

Arturo Robsy


Cuento


Generalito Romero era delgado y nervioso y recordaba vagamente al gallo de pelea. Tenía ojos fieros y tras ellos ardía el amor a la Patria. A veces, cuando tomaba de más, el amor se le escapaba por la boca y proclamaba sus deseos de hacer un mundo mejor siguiendo unos planos urdidos por él en noches de claro en claro.

La Sociologic Research, benéfica empresa gringa, oyó aquellos cánticos patrióticos y fue a ver a Generalito Romero en su cuartel. Si él quería una Patria mejor y más moderna, la Sociologic Research también, pero con condiciones: le permitirían hacer tantas encuestas como quisiera.

Generalito Romeo, hombre del pueblo pero no para el pueblo, disponía de la División de Carros. ¿Qué tenía la Sociologic? Dinero y la seguridad de que no habría un boicot internacional, porque algo debía ajustarse antes de seguir hablando: Romero y Sociologic iban a hacer una verdadera democracia. En aquella tierra de dos millones de almas todos serían ricos y felices.

—¿Ricos? —dijo Generalito, que consideraba que la riqueza corrompe las sanas costumbres del pueblo.

—Es un decir: con una mano se lo daremos y con la otra se lo tomaremos. Pagarán más impuestos y comprarán las cosas más caras, pero serán ricos.

El objetivo de la Sociologic Research era crear la réplica de un típico Estado de la Unión: el mismo nivel de vida, las mismas costumbres, idéntica comida, empaquetada en plástico, semejantes películas y canales de televisión. También habría que meter la famosa religión electrónica por TV.

Generalito Romero, como futuro benefactor de la humanidad, no aprobaba el cambio de credo. Los curas se le alborotarían.

—Bah, bah. —dijo la Sociologic con calma— Se les enseña a desear más dinero, a cantar en las iglesias y todo lo demás sirve. Ellos se seguirán llamando católicos, pero serán protestantes.

—Si es así...


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Publicado el 21 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Vida Eterna

Arturo Robsy


Cuento


Dios se asomó muy temprano a su balcón celeste y enfocó el sol sobre la tierra un poco antes de la hora, causando cierto desconcierto entre los empleados municipales de limpieza, sorprendidos con las mangas en la mano.

Nadie salvo él podía saberlo,pero se cumplían cien mil años del turbio episodio del Paraíso Terrenal, cuando aquella pareja de desvergonzados se le había comido las manzanas. No tuvo más remedio que castigarlos, no por la fruta, sino por estupidez manifiesta: ¿no habían llegado a pensar que, comiéndoselas, podían ser dioses? Tamaña tontería hizo comprender a Dios que el hombre necesitaba madurar un poco más y, de generación en generación, ir afilando aquella roma inteligencia de entonces. Por eso instauró la muerte, para que la selección natural perfeccionara los tristes sesos de la primera pareja.

Cien mil años de evolución, en efecto, hicieron que los hombres dejaran de pensar que las manzanas les divinizarían y decidieran que eso sólo se consigue poseyendo unos papeles impresos. Era, pues, el momento de restablecer los parámetros originales: ni enfermedades ni muerte ni trabajo: enderezó el eje del mundo para que el clima fuese primaveral y que las cosechas brotaran espontáneamente.

—El hombre —dijo Dios a la Naturaleza, que aguardaba órdenes— vivirá para siempre..

Cinco minutos después los enfermos pedían la baja en los hospitales; los moribundos y desahuciados corrían por los pasillos como chiquillos; los parapléjicos hacían cabriolas y los provectos ancianos, recuperado el vigor de su juventud, perseguían a sus enfermeras mientras les hacían proposiciones.


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Publicado el 11 de julio de 2016 por Edu Robsy.

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