La “Zambullón”
Baldomero Lillo
Cuento
A Osvaldo Marín.
—... “Seguro efectuado ayer. Póliza correo”.
En cuanto hubo don Manuel leído este despacho telegráfico se asomó a la puerta de la oficina y llamó:
—¡Antonio!
—Voy, señor —respondió una voz varonil y unos pasos precipitados resonaron en el corredor.
El patrón clavó un instante sus grises pupilas en la barra, donde se entrechocaban tumultuosas las olas, y ordenó al mozo de atezado semblante que esperaba en el umbral sombrero en mano:
—Ve a buscar a Amador y su gente —y volviendo en seguida a su escritorio se absorbió en la importante tarea de rectificar las sumas del libro de caja a fin de hallar el error de un centavo que le impedía cerrar el balance de fin de mes. Entre tanto, Antonio había descendido la colina y caminaba por la orilla de la laguna en dirección del rancho de Teresa, donde, de seguro, encontraría al que buscaba. Sus cálculos no le engañaban, pues al volver un recodo del sendero lo divisó sentado junto a su novia, bajo la pequeña ramada, afanado en revisar los anzuelos de un espinel. Cuando el mensajero estuvo cerca, Amador interrumpió la tarea para decirle:
—¿Me necesitan allá arriba, no es verdad?
—Y también a Lucho y a Rafael.
El rostro del pescador se ensombreció y exclamó con ira:
—¡Perra suerte! ¡Ese maldito cascarón va a ser nuestra sepultura!
Teresa se levantó airada y, dejando a un lado la costura, profirió con vehemencia:
—¡Pero eso es una maldad! La Zambullón está tan vieja que es tentar a Dios moverla siquiera de su fondeadero. ¿No es así, Antonio?
El interpelado inclinó la cabeza y guardó silencio, haciéndose el desentendido. Como buen rústico sabía callarse y no adelantar opiniones que más tarde le comprometiesen. Fingiendo gran prisa se despidió diciendo a su camarada:
—No te olvides de que a las cuatro comienza a bajar la marea.
Dominio público
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Publicado el 30 de septiembre de 2023 por Edu Robsy.