De Vuelta de Italia
Benito Pérez Galdós
Viajes
I. La Nación italiana
Santander, Octubre 30 de 1888.
Hace quince días próximamente me encontraba en Roma presenciando
los preparativos de las fiestas con que la capital intangible y sagrada
de la moderna Italia ha celebrado la visita del Emperador de Alemania
Guillermo II. Puedo dar fe, aunque no vi la entrada del Emperador en
Roma, del sincero entusiasmo con que los italianos se disponían a
recibir al aliado de Humberto. La opinión en todo el reino y
principalmente en su grandiosa capital, era tan unánime, que no hay
posibilidad de tergiversarla. Los que dirigen la política italiana han
tenido el acierto de hacer popular la triple alianza. El partido
antigermánico o no existe o está reducido a exiguas proporciones.
Consideran los italianos la triple alianza como garantía firmísima de su
recién conquistada unidad, y ven en la visita del soberano más poderoso
de Europa como una solemne consagración de aquel mismo principio.
Quien no conozca a Roma no puede formarse idea del magnífico escenario que aquella ciudad ofrece para toda clase de fiestas. Ninguna capital de Europa contiene tantos y tan hermosos monumentos. Aparte de los recuerdos que embellecen e idealizan todos los sitios, predisponiendo en la mente a engrandecer cuanto ven los ojos, Roma es la decoración más admirable que puede concebirse. Sus doscientas iglesias, sus innumerables palacios, sus imponentes ruinas ofrecen un fondo sin igual para dar lucimiento a las multitudes. Cualquier solemnidad religiosa o cívica tiene allí un brillo extraordinario.
La arquitectura grandiosa da a la ciudad el carácter de imperial residencia, y no es necesario engalanarla para que los huéspedes regios aparezcan allí como en su morada propia.
Dominio público
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Publicado el 3 de junio de 2021 por Edu Robsy.