Textos más populares esta semana de Benito Pérez Galdós | pág. 4

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autor: Benito Pérez Galdós


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La Estafeta Romántica

Benito Pérez Galdós


Novela, novela epistolar


I

De Doña María Tirgo a Doña Juana Teresa

En La Guardia, a 20 de febrero de 1837.

Amiga y señora: Por la tuya del 7, que me trajo el seminarista de Tarazona, he comprendido que la mía del día de la Candelaria no llegó a tus manos, o que anda por esos caminos atontada y perezosa; que esto suele acontecer a todo papel que al correo se fía, a quien ahora damos un nombre que le cae muy bien: la mala. Repito en esta, asegurada por la mano de unos ribereños que llevan trigo, lo que te dije en la que se atascó en esos baches, y le añado novedades que han de causarte admiración, como a mí, sin que aún podamos afirmar si serán adversas o favorables a nuestro asunto.

Salvo los alifafes con que nos obsequia la edad a José María y a mí, todos acá disfrutamos de salud corporal gracias a Dios; pero a los dos viejos no deja de visitarnos la tristeza, ni hallamos fácil consuelo al término desairado de aquellos planes que eran nuestra ilusión. Las niñas están que da gozo verlas, sanas y alegres, como si nada hubiera pasado; Demetria, inalterable en sus hábitos de mayorazga y gobernadora de hacienda; Gracia, juguetona y risueña los más de los días; los menos, caída y quejumbrosa.


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Dominio público
210 págs. / 6 horas, 8 minutos / 349 visitas.

Publicado el 21 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

La Casa de Shakespeare

Benito Pérez Galdós


Viajes


I

¿Por dónde voy a Stratford? La estación de Birmingham


Siempre que visité a Inglaterra tuve deseos vivísimos de hacer una excursión a Stratford-on-Avon, patria de Shakespeare. Unas veces por falta de tiempo, otras por distintas causas, ello es que no pude realizar mi deseo hasta el pasado año. Por fin, en Semptiembre último pisé el suelo, que no vacilo en llamar sagrado, donde están la cuna y sepulcro del gran poeta. Desde luego afirmo que no hay en Europa sitio alguno de peregrinación que ofrezca mayor interés ni que produzca emociones tan hondas, contribuyendo a ello, no sólo la grandeza literaria del personaje a cuya memoria se rinde culto, sino también la belleza y poesía incomparables de la localidad.

Si en Inglaterra Stratford es un lugar de peregrinación muy visitado, pocos son los viajeros del continente que se corren hacia allá. En los voluminosos libros donde firman los visitantes, he visto que ses y norte-americanos; contadísimos los de franceses e italianos, y españoles no vi ninguno. Creo que soy de los pocos, si no el único español, que ha visitado aquella Jerusalem literaria, y no ocultaré que de ello me siento orgulloso rindiendo este homenaje al gran dramaturgo, cuyas creaciones pertenecen al mundo entero y al patrimonio artístico de la humanidad.

Y no crean mis lectores que ir a Stratford es obra tan fácil, aún hallándose en Inglaterra. La superabundancia de comunicaciones viene a producir el mismo efecto que la falta de ellas.


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Dominio público
15 págs. / 27 minutos / 155 visitas.

Publicado el 3 de junio de 2021 por Edu Robsy.

El Abuelo

Benito Pérez Galdós


Teatro


Prólogo

A los lectores que con tanta indulgencia como constancia me favorecen, debo manifestarles que en la composición de EL ABUELO he querido halagar mi gusto y el de ellos, dando el mayor desarrollo posible, por esta vez, al procedimiento dialogal, y contrayendo a proporciones mínimas las formas descriptiva y narrativa. Creerán, sin duda, como yo, que en esto de las formas artísticas o literarias todo el monte es orégano, y que sólo debemos poner mal ceño a lo que resultare necio, inútil o fastidioso. Claro es que si de los pecados de tontería o vulgaridad fuese yo, en esta o en otra ocasión, culpable, sufriría resignado el desdén de los que me leen; pero al maldecir mi inhabilidad, no creería que el camino es malo, sino que yo no sé andar por él.

El sistema dialogal, adoptado ya en Realidad, nos da la forja expedita y concreta de los caracteres. Estos se hacen, se componen, imitan más fácilmente, digámoslo así, a los seres vivos, cuando manifiestan su contextura moral con su propia palabra, y con ella, como en la vida, nos dan el relieve más o menos hondo y firme de sus acciones. La palabra del autor, narrando y describiendo, no tiene, en términos generales, tanta eficacia, ni da tan directamente la impresión de la verdad espiritual. Siempre es una referencia, algo como la Historia, que nos cuenta los acontecimientos y nos traza retratos y escenas. Con la virtud misteriosa del diálogo parece que vemos y oímos sin mediación extraña el suceso y sus actores, y nos olvidamos más fácilmente del artista oculto; pero no desaparece nunca, ni acaban de esconderle los bastidores del retablo, por bien construidos que estén. La impersonalidad del autor, preconizada hoy por algunos como sistema artístico, no es más que un vano emblema de banderas literarias, que si ondean triunfantes, es por la vigorosa personalidad de los capitanes que en su mano las llevan.


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Dominio público
229 págs. / 6 horas, 41 minutos / 1.589 visitas.

Publicado el 5 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

La Mula y el Buey

Benito Pérez Galdós


Cuento


I

Cesó de quejarse la pobrecita, movió la cabeza, fijando los tristes ojos en las personas que rodeaban su lecho, extinguiose poco a poco su aliento, y espiró. El Ángel de la Guarda, dando un suspiro, alzó el vuelo y se fue.

La infeliz madre no creía tanta desventura; pero el lindísimo rostro de Celinina se fue poniendo amarillo y diáfano como cera; enfriáronse sus miembros, y quedó rígida y dura como el cuerpo de una muñeca. Entonces llevaron fuera de la alcoba a la madre, al padre y a los más inmediatos parientes, y dos o tres amigas y las criadas se ocuparon en cumplir el último deber con la pobre niña muerta.

La vistieron con riquísimo traje de batista, la falda blanca y ligera como una nube, toda llena de encajes y rizos que la asemejaban a espuma. Pusiéronle los zapatos, blancos también y apenas ligeramente gastada la suela, señal de haber dado pocos pasos, y después tejieron, con sus admirables cabellos de color castaño obscuro, graciosas trenzas enlazadas con cintas azules. Buscaron flores naturales, mas no hallándolas, por ser tan impropia de ellas la estación, tejieron una linda corona con flores de tela, escogiendo las más bonitas y las que más se parecían a verdaderas rosas frescas traídas del jardín.

Un hombre antipático trajo una caja algo mayor que la de un violín, forrada de seda azul con galones de plata, y por dentro guarnecida de raso blanco. Colocaron dentro a Celinina, sosteniendo su cabeza en preciosa y blanda almohada, para que no estuviese en postura violenta, y después que la acomodaron bien en su fúnebre lecho, cruzaron sus manecitas, atándolas con una cinta, y entre ellas pusiéronle un ramo de rosas blancas, tan hábilmente hechas por el artista, que parecían hijas del mismo Abril.


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14 págs. / 24 minutos / 1.270 visitas.

Publicado el 1 de diciembre de 2016 por Edu Robsy.

Juan Martín el Empecinado

Benito Pérez Galdós


Novela


I

Anteriormente he contado a ustedes las hazañas de los ejércitos, las luchas de los políticos, la heroica conducta del pueblo dentro de las ciudades; pero esto, con ser tanto, tan vario y no poco interesante, aunque referido por mí, no basta al conocimiento de la gran guerra.

Ahora voy a hablar de las guerrillas, que son la verdadera guerra nacional; del levantamiento del pueblo en los campos, de aquellos ejércitos espontáneos, nacidos en la tierra como la hierba nativa, cuya misteriosa simiente no arrojaron las manos del hombre; voy a hablar de aquella organización militar hecha por milagroso instinto a espaldas del Estado, de aquella anarquía reglamentada, que reproducía los tiempos primitivos.


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205 págs. / 5 horas, 59 minutos / 647 visitas.

Publicado el 5 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Torquemada en la Hoguera

Benito Pérez Galdós


Novela corta


I

Voy a contar cómo fue al quemadero el inhumano que tantas vidas infelices consumió en llamas; que a unos les traspasó los hígados con un hierro candente; a otros les puso en cazuela bien mechados, y a los demás los achicharró por partes, a fuego lento, con rebuscada y metódica saña. Voy a contar cómo vino el fiero sayón a ser víctima; cómo los odios que provocó se le volvieron lástima, y las nubes de maldiciones arrojaron sobre él lluvia de piedad; caso patético, caso muy ejemplar, señores, digno de contarse para enseñanza de todos, aviso de condenados y escarmiento de inquisidores.

Mis amigos conocen ya, por lo que de él se me antojó referirles, a D. Francisco Torquemada, a quien algunos historiadores inéditos de estos tiempos llaman Torquemada el Peor. ¡Ay de mis buenos lectores si conocen al implacable fogonero de vidas y haciendas por tratos de otra clase, no tan sin malicia, no tan desinteresados como estas inocentes relaciones entre narrador y lector! Porque si han tenido algo que ver con él en cosa de más cuenta; si le han ido a pedir socorro en las pataletas de la agonía pecuniaria, más les valiera encomendarse a Dios y dejarse morir. Es Torquemada el habilitado de aquel infierno en que fenecen desnudos y fritos los deudores; hombres de más necesidades que posibles; empleados con más hijos que sueldo; otros ávidos de la nómina tras larga cesantía; militares trasladados de residencia, con familión y suegra por añadidura; personajes de flaco espíritu, poseedores de un buen destino, pero con la carcoma de una mujercita que da tés y empeña el verbo para comprar las pastas; viudas lloronas que cobran el Montepío civil o militar y se ven en mil apuros; sujetos diversos que no aciertan a resolver el problema aritmético en que se funda la existencia social, y otros muy perdidos, muy faltones, muy destornillados de cabeza o rasos de moral, tramposos y embusteros.


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71 págs. / 2 horas, 4 minutos / 602 visitas.

Publicado el 4 de junio de 2016 por Edu Robsy.

De Cartago a Sagunto

Benito Pérez Galdós


Novela


I

Arriba otra vez, arriba, Tito pequeñín de cuerpo y de espíritu amplio y comprensivo; sacude la pereza letal en que caíste después de los acontecimientos ensoñados y maravillosos que te dieron la visión de un espléndido porvenir; vuelve a tu normal conocimiento de los hechos tangibles, que viste y apreciaste en la vida romántica del Cantón cartaginés, y refiérelos conforme al criterio de honrada veracidad desnuda que te ha marcado la excelsa maestra Doña Clío. Abandona los incidentes de escaso valor histórico que han ocurrido en los días de tu descanso soñoliento, y acomete el relato de las altas contiendas entre cantonales y centralistas, sin prodigar alabanzas dictadas por la amistad o el amaneramiento retórico.

Obedezco al amigo que me despabila con sacudimiento de brazos y tirones de orejas, cojo mi estilete y sigo trazando en caracteres duros la historia de estos años borrascosos en que, por suerte o por desgracia, me ha tocado vivir. Lo primero que sale a estas páginas llegó a mi conocimiento por los ojos y por el tacto: fue la moneda que acuñaron los cantonales para subvenir a las atenciones de la vida social.

Consistió la primera emisión en duros cuya ley superaba en una peseta a la ley de los duros fabricados en la Casa de Moneda de Madrid. Las inscripciones decían: por el anverso, Revolución Cantonal. — Cinco pesetas; por el reverso, Cartagena sitiada por los centralistas. — Septiembre de 1873.


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214 págs. / 6 horas, 14 minutos / 498 visitas.

Publicado el 5 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

El Terror de 1824

Benito Pérez Galdós


Novela


I

En la tarde del 2 de octubre de 1823 un anciano bajaba con paso tan precipitado como inseguro por las afueras de la puerta de Toledo en dirección al puente del mismo nombre. Llovía menudamente, pero sin cesar, según la usanza del hermoso cielo de Madrid cuando se enturbia, y la ronda podía competir en lodos con su vecino Manzanares, el cual hinchándose como la madera cuando se moja, extendía su saliva fangosa por gran parte del cauce que le permiten los inviernos. El anciano transeúnte marchaba con pie resuelto, sin que le causara estorbo la lluvia, con el pantalón recogido hacia la pantorrilla y chapoteando sin embarazo en el lodo con las desfiguradas botas. Iba estrechamente forrado, como tizona en vaina, en añoso gabán oscuro, cuyo borde y solapa se sujetaban con alfileres allí donde no había botones, y con los agarrotados dedos en la parte del pecho, como la más necesitada de defensa contra la humedad y el frío. Hundía la barba y media cara en el alzacuello, tieso como una pared, cubriéndose con él las orejas y el ala posterior del sombrero, que destilaba agua como cabeza de tritón en fuente de Reales Sitios. No llevaba paraguas ni bastón. Mirando sin cesar al suelo, daba unos suspiros que competían con las ráfagas de aire revuelto. ¡Infelicísimo varón! ¡Cuán claramente pregonaban su desdichada suerte el roto vestido, las horadadas botas, el casquete húmedo, la aterida cabeza y aquel continuo suspirar casi al compás de los pasos! Parecía un desesperado que iba derecho a descargar sobre el río el fardo de una vida harto pesada para llevarla más tiempo. Y sin embargo, pasó por el puente sin mirar al agua y no se detuvo hasta el parador situado en la divisoria de los caminos de Toledo y Andalucía.


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Dominio público
214 págs. / 6 horas, 15 minutos / 490 visitas.

Publicado el 21 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

Madrid

Benito Pérez Galdós


Conferencia


¡Oh Madrid! ¡Oh corte! ¡Oh confusión y regocijo de las Españas!… La conferencia que me encargasteis, señores y amigos, llega á vuestros oídos con retraso de seis á ocho lustros, porque el triste conferenciante que habéis elegido para esta solemnidad no puede hablaros de lo que ve, sino de lo que vió; y en él se da el caso singular de que la Voluntad y la Inteligencia, ambas rendidas al cansancio, se inhiben totalmente, traspasando sus funciones á la Memoria, tanto más lozana cuanto más vieja, y siempre atisbadora y charlatana.

Si vosotros oís mi disertación en este suntuoso recinto, erigido para mayor esplendor de la corporación insigne, yo me tomo la licencia de hablaros desde el Ateneo viejo, que es mi Ateneo, mi cuna literaria, el ambiente fecundo donde germinaron y crecieron modestamente las pobres flores que sembró en mi alma la ambición juvenil.

Aquel caserón vetusto, situado en una calle mercantil, empinada, de ruin aspecto y tránsito penoso, permanece tan claro en mi mente como en los días venturosos en que fué altar de mis ensueños, descanso de mis tardes, alegría de mis noches y embeleso de todas mis horas.

El largo y ancho pasillo; la modesta biblioteca; el salón llamado Senado; las salas de lectura, irregulares y destartaladas; la cátedra dificultosa y entorpecida por pies derechos de madera forrados de papel; la Cacharrería y demás gabinetes interiores de tertulia no se pueden olvidar por el que vivió largos años en aquel recinto, aparejado con derribo de tabiques y adherencia de feísimos pegotes, sin más luces que las de la calle y patios lóbregos.

Si en la memoria vive el local, ¿qué decir de los hombres que en un período de veinte ó más años allí moraron espiritualmente, allí disertaron, desde allí dieron luz, fuerza y calor á la sociedad española, encaminándola al estado de cultura en que hoy se encuentra?


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Dominio público
15 págs. / 27 minutos / 490 visitas.

Publicado el 10 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

Prim

Benito Pérez Galdós


Novela


I

El primogénito de Santiago Ibero y de Gracia, la señorita menor de Castro — Amézaga, fue desde su niñez un caso inaudito de voluntad indómita y de fiera energía. Contaban que a su nodriza no tenía ningún respeto, y que la martirizaba con pellizcos, mordeduras y pataditas; decían también que le destetaron con jamón crudo y vino rancio. Pero estas son necias y vulgares hablillas que la historia recoge, sin otro fin que adornar pintorescamente el fondo de sus cuadros con las tintas chillonas de la opinión. Lo que sí resultaba probado es que en sus primeros juegos de muchacho fue Santiaguito impetuoso y de audaz acometimiento. Si sus padres le retenían en casa, lindamente se escabullía por cualquier ventana o tragaluz, corriendo a la diversión soldadesca con los chicos del pueblo. Capitán era siempre; a todos pegaba; a los más rebeldes metía pronto y duramente dentro del puño de su infantil autoridad. Ante él y la banda que le seguía, temblaban los vecinos en sus casas; temblaba la fruta en el frondoso arbolado de las huertas. La vagancia infantil se engrandecía, se virilizaba, adquiriendo el carácter y honores de bandolerismo.

Desvivíanse los padres por apartar al chico de aquella gandulería desenfrenada, y aplicarle a las enseñanzas que habían de poner en cultivo su salvaje entendimiento; pero a duras penas lograron que aprendiese a leer de corrido, a escribir de plumada gorda, y a contar sin valerse de los dedos. Y aunque en todo estudio manifestaba despejo y fácil asimilación, el apego instintivo a la vida correntona y a los azares de la braveza dificultaba en su rudo caletre la entrada de los conocimientos.


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248 págs. / 7 horas, 15 minutos / 466 visitas.

Publicado el 5 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

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