Textos más largos de Bram Stoker publicados por Edu Robsy | pág. 2

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autor: Bram Stoker editor: Edu Robsy


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El Sueño de las Manos Ensangrentadas

Bram Stoker


Cuento


Lo primero que oí acerca de Jacob Settle fue una sencilla afirmación que describía su carácter: «Es un tipo triste». Sin embargo, más tarde me di cuenta de que esa opinión solo expresaba lo que sus compañeros de trabajo pensaban de él. En aquellas palabras había cierto grado de intolerancia; les faltaba el lado positivo que toda opinión que se precie debe tener y que sitúa a la persona en la justa medida de la estima social. Pero había algo que no encajaba con el aspecto del personaje. Esto me dio que pensar y, poco a poco, y a medida que fui conociendo cada vez más el lugar y a sus compañeros de trabajo, fue creciendo mi interés por él. Supe que siempre estaba haciendo favores que podía cumplir y que en todo momento se dejaba guiar por la previsión, la paciencia y el autocontrol, verdaderos valores de la vida. Las mujeres y los niños confiaban ciegamente en él pero, por extraño que parezca, él los evitaba, salvo cuando alguien estaba enfermo; entonces, aparecía tímido y desgarbado para ofrecer su ayuda.

Llevaba una vida muy solitaria. Él mismo se hacía las cosas de casa. Vivía en una pequeña casa de campo, lo más parecida a una cabaña, de una sola habitación y alejada del mundo, en los límites del páramo. Su existencia parecía tan triste y solitaria que me entraron ganas de animarla. Me decidí a ello un día que nos encontramos ayudando a incorporarse a un chico herido, con el que choqué accidentalmente. Fue entonces cuando me ofrecí a prestarle unos libros. Él aceptó de buen grado y, al separarnos, ya al amanecer, sentí que entre nosotros había surgido cierto grado de confianza.


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12 págs. / 21 minutos / 400 visitas.

Publicado el 17 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Una Profecía Gitana

Bram Stoker


Cuento


—Creo que lo mejor —dijo el doctor— es que uno de nosotros vaya a comprobar si se trata o no de un engaño.

—De acuerdo —contestó Considine—. Cuando acabemos de cenar, nos fumamos un puro y nos acercamos al campamento.

Y así, después de cenar, y tras haber terminado el Latour, Joshua Considine y su amigo el doctor Burleigh se encaminaron hacia el lado este del páramo, donde se levantaba el campamento gitano. Según salían, Mary Considine, que se había acercado hasta el final del jardín, justo donde empezaba el camino, llamó a su marido:

—Joshua, por favor, recuerda que vas a darles una oportunidad, no la fórmula para hacerse ricos. No tontees con ninguna mujer gitana ni dejes que Gerald haga ninguna tontería.

Considine alzó la mano como única respuesta, como si estuviera haciendo un juramento, y se puso a silbar la vieja canción «La Condesa Gitana». Gerald se le unió en la melodía y, entre risas, saludaron una y otra vez con la mano a Mary, que estaba apoyada en la verja contemplando cómo se alejaban a la luz del atardecer.

Era una hermosa noche de verano. Todo estaba en completa calma y se respiraba una felicidad serena, como si aquella alegría y aquel sosiego hubieran hecho del hogar de la joven pareja un paraíso. La vida de Considine había sido bastante normal. El único acontecimiento digno de mención, del que él tuviera conciencia, había sido su relación con Mary Winston y la continua oposición de sus ambiciosos padres, que esperaban un buen partido para su única hija.


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10 págs. / 18 minutos / 369 visitas.

Publicado el 17 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

En el Valle de la Sombra

Bram Stoker


Cuento


Las ruedas con neumáticos de goma traqueteaban desigualmente sobre los adoquines de granito. Reconocí vagamente las familiares calles grises y las plazas con jardines en el centro. Nos detenemos, y a través de la pequeña multitud en el pavimento soy trasladado adentro y arriba del pabellón de altos techos. Suavemente me levantan de la camilla y me ponen en la cama, y yo digo: “¡Que cortinas tan extrañas tiene usted! Tienen rostros labrados en el borde. ¿Son ellos sus amigos?”

El ama de llaves sonríe, y pienso que es una idea extraña. Entonces súbitamente se me ocurre que he dicho algo tonto, pero los rostros están todavía ahí. (Aún cuando me recuperé podía verlos bajo ciertas luces). Uno de los rostros me es familiar, y estoy justamente por preguntar cómo conocen al Fulano, cuando me dejan solo. Por horas y horas (me parece) nadie se me acerca. Al principio soy paciente, pero gradualmente una furia feroz se apodera de mí. ¿Acaso me he sometido a ser trasladado aquí tan solo para morir en soledad y sofocante oscuridad? ¡No voy a permanecer en este lugar; mucho mejor sería volver y morir en casa! Súbitamente soy llevado hacia arriba en una máquina alada, dentro del aire fresco. Lejos allá abajo e infinitesimalmente yace el “Nuevo Pueblo”, escondido a medias entre el humo brumoso; allá a lo lejos, claro y azul y centelleante, está el Fiordo de Forth: y más allá de la luz del sol las colinas de Fife son la vanguardia de los Grampianos. Solo un momento de puro éxtasis palpitante, luego el alma se hace añicos cayendo dentro del negro abismo del olvido (sostengo que el señor H. G. Wells fue parcialmente responsable de esta pequeña excursión).


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6 págs. / 11 minutos / 456 visitas.

Publicado el 28 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

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