Las Aventuras de Pinocho
Carlo Collodi
Cuento infantil
I
Cómo fue que el maestro Cereza, carpintero de oficio, encontró un palo que lloraba y reía como un niño.
Había una vez…
—¡Un rey! —dirán en seguida mis pequeños lectores.
—No, muchachos, se equivocan. Había una vez un pedazo de madera.
No era una madera de lujo, sino un simple pedazo de leña de esos palos que en invierno se meten en las estufas y chimeneas para encender el fuego y caldear las habitaciones.
No recuerdo cómo ocurrió, pero es el caso que, un día, ese trozo de madera llegó al taller de un viejo carpintero cuyo nombre era maestro Antonio, aunque todos lo llamaban maestro Cereza, a causa de la punta de su nariz, que estaba siempre brillante y roja como una cereza madura.
Apenas vio el maestro Cereza aquel trozo de madera, se alegró mucho y, frotándose las manos de gusto, murmuró a media voz:
—Esta madera ha llegado a tiempo; con ella haré la pata de una mesita.
Dicho y hecho. Cogió en seguida un hacha afilada para empezar a quitarle la corteza y a desbastarla. Cuando estaba a punto de dar el primer golpe, se quedó con el brazo en el aire, porque oyó una vocecita muy suave que dijo:
—¡No me golpees tan fuerte!
¡Figúrense cómo se quedó el buen viejo!
Giró sus espantados ojos por toda la habitación, para ver de dónde podía haber salido aquella vocecita, y no vio a nadie. Miró debajo del banco, y nadie; miró dentro de un armario que estaba siempre cerrado, y nadie; miró en la cesta de las virutas y del aserrín, y nadie; abrió la puerta del taller, para echar también una ojeada a la calle, y nadie. ¿Entonces?…
—Ya entiendo —dijo, riéndose y rascándose la peluca—; está claro que esa vocecita me la he figurado yo. Sigamos trabajando.
Y, volviendo a tomar el hacha, descargó un solemnísimo golpe en el trozo de madera.
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Publicado el 28 de octubre de 2017 por Edu Robsy.