La Mujer Fantástica
Carmen de Burgos
Novela
I. Las amiguitas
Las tres jóvenes acogieron a Andrés con exclamaciones de júbilo.
—¡Qué suerte que vengas!
—¡Qué alegría!
—¡Siempre eres oportuno!
Andrés se caló el monóculo y alzando un poco la barbilla les dirigió esa mirada de ave desconfiada que da el cristal, y la fué deteniendo, lentamente, de una en otra.
Las tres eran bonitas, graciosas; parecían tres damitas del Segundo Imperio, escapadas de un cuadro de Winterhalter.
—¿De veras que os da tanta alegría verme?
—Mucha...—repuso Clotilde, que parecía la más joven y bulliciosa de las tres—. Figúrate que estábamos citadas con Enriqueta y sus hermanos para salir juntos, y de pronto hemos recibido una carta de Elena D'Aurenville, anunciándonos que viene a pasar la tarde con nosotras.
Andrés, sin alarmarse por la gravedad del caso que le referían, se arrellanó en el sofá, y preguntó:
—¿Quién es esa señorita?
—Una francesita que ha traído una carta de la señora Renyer.
—Pues no veo nada de particular en que venga a veros.
—Sí... pero ya ves... tenemos que salir.
—Puede ir con vosotras.
Las tres hermanas se miraron desconcertadas, y Susana exclamó:
—¡Dios nos libre! Es tonta de capirote para tener que aguantarla toda la tarde.
—Pero si viene recomendada a vosotras...
—Ya la invitó mamá a comer el sábado... y ojalá no lo hubiera hecho.
—¡Se toma unas confianzas!
—Nos aguaría la tarde si viniera hoy.
—¡Seguramente!
—Como que se pone sentimental con Alejandro...
—¿Pero qué queréis que yo haga?
—Que te la lleves, querido tío, que te la lleves.
—¿Dónde diablos me la voy a llevar?
—A dar un paseo, al teatro. Donde quieras...
—¿Pero por qué?
Dominio público
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Publicado el 21 de agosto de 2020 por Edu Robsy.