Textos más populares este mes de Carmen de Burgos disponibles | pág. 3

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autor: Carmen de Burgos textos disponibles


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Por las Ánimas

Carmen de Burgos


Cuento


Había llegado sin saber cómo hasta la estación del Mediodía, después de vagar toda la noche por los desiertos paseos de la Castellana, Recoletos y el Prado.

Sentíase aún la impresión de las sombras barridas por la luz del nuevo día, el ambiente húmedo de la noche, entre el perezoso bostezar de Madrid.

Los primeros rayos del sol, con su luz blanca y suave, esclarecían las copas de los árboles del Jardín Botánico y del Salón, haciéndoles brillar con reflejos cristalinos y esa tonalidad de verde tierno que recuerda el amarillo y el blanco, mientras el ramaje obscuro, negruzco, se mantenía envuelto en los desgarrones de la sombra y los troncos parecían las columnas de una loggetta con montera de hojas de cristal. Empezaban á llegar viajeros madrugadores; camiones y carros que paraban junto á la cerrada verja de la estación esperando que fuese hora de abrirla. Un hombre de blusa y pantalón de pana voceaba entre los grupos ofreciendo grotescas cabecitas de cartón: «Toribio, que saca la lengua y menea las orejitas.» Algunos viajeros aburridos compraban la antipática figurilla, la cual, merced á un tosco mecanismo, movía dos cuernecillos y una lengua roja, con el gesto procaz, desvergonzado de los chícueios que se burlan.


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Dominio público
9 págs. / 17 minutos / 76 visitas.

Publicado el 21 de agosto de 2020 por Edu Robsy.

Aroma de Pecado

Carmen de Burgos


Cuento


Sola, en la elegante habitación del hotel, se revolvía en el lecho, sin poderse dormir. Sus carnes producían rumor de raso al rozar contra las sábanas, y los encajes se quebraban á su contacto con acento de caricia.

Apretó el botón de la luz eléctrica y paseó una mirada investigadora por el cuarto. La cama se retrataba en la gran luna del armario, con su regia magnificencia. Sobre la chimenea jarrones de flores; en todas partes juguetes y bibelots; el tocador lleno de frascos y cajas de perfumes; los muebles rientes: chaise-longue, butaquitas coquetas, alfombras muelles y cojines. ¡Qué distante estaba aquella habitación de su severa alcoba de Madrid! Recordábala con su enorme lecho de nogal, sus sábanas planchadas, la colcha modesta, las escasas sillas y el reclinatorio de terciopelo. No había más muebles que esos y la mesa de noche con la botella del agua y el libro de devociones. Siempre, al tender la mirada en torno, halló los cuadros de mártires, de santos, la cara sufriente de una Dolorosa ó las llagas de un Crucificado. Ahora era su propia imagen la que se le ofrecía en los espejos múltiples.

Se alzó en el lecho, y dirigió la vista á la luna más próxima. ¿Era tan hermosa como se contemplaba? ¡Hacía tanto tiempo que no reparaba en su belleza! Suelto el negro cabello sobre los hombros, encendidas las mejillas, rojos los labios, brillantes las pupilas bajo su cortinaje de negras pestañas, con el seno amplío, la garganta firme y los brazos morenos, la luz arrancaba á sus carnes tonalidades plateadas. Por un momento sintió admiración, ternura hacia su pobre cuerpo, descuidado en prematura vejez, y estrechando dulcemente sus senos, bajó la cabeza y se besó los brazos...

¿Qué hacía? Dudó un momento. Después echóse atrás y saltó resuelta al suelo, para acercarse al espejo.


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Dominio público
11 págs. / 19 minutos / 153 visitas.

Publicado el 26 de agosto de 2020 por Edu Robsy.

En Pos del Ensueño

Carmen de Burgos


Cuento


Releía, las cartas esparcidas sobre la mesa como si deseara fortalecer su ánimo. Al fin, de un día á otro, iba á conocer á la mujer que se las escribió. Sentía miedo é impaciencia á un tiempo mismo, ¡Era tan hermosa la ilusión!

Más de un año de convivencia espiritual les había unido: desde que él escribió un artículo otoñal, de desesperación resignada, de tristeza infinita. A los pocos días de publicado recibió una carta de mujer, una carta sencilla y dulce, cuya autora sabía penetrar como hábil psicóloga en los repliegues recónditos de su alma y percibir y aquilatar todas las vibraciones de su temperamento de artista.

Ricardo leyó muchas veces la carta antes de contestarla, con el miedo de sufrir una equivocación; la analizó frase á frase; la sencillez, la afabilidad, la franqueza de la desconocida le cautivaban más cada vez. Su vanidad de hombre y de artista se sentía halagada á la par.

«¡Qué raro es —pensaba— que entre los millares de personas que nos leen, haya una que nos comprenda!»

Y le escribió una larga carta de artista... Según la pluma corría sobre el papel, la imagen de una mujer soñada surgía de sus puntos, y sin darse cuenta, con el fuego de la inspiración brotaban párrafos apasionados:

«He visto tu alma, la presentía, era la esperada... No me digas quién eres ni cómo te llamas... Te amo.»

Se arrepintió y se acusó de su ligereza después de puesta la carta en el correo y desvanecida la impresión... Pero cuando volvió á recibir nueva misiva, le latía el corazón violentamente. Su desconocida se mantenía digna y admirable en la respuesta. Sabía adivinar el estado de ánimo que dictó su carta y seguirlo en las regiones de luz del sentimiento...

«Tienes razón; no debes saber quién soy... Seré para ti la quimera,... Ámame así... Yo también te amo.»


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Dominio público
8 págs. / 15 minutos / 66 visitas.

Publicado el 27 de agosto de 2020 por Edu Robsy.

En la Sima

Carmen de Burgos


Cuento


I

Se extinguió la última trepidación de la máquina. El tren quedó inmóvil sobre los raíles. A la derecha se extendía el campo silencioso, la llanura inmensa, perdidas las montañas en el negror de las tinieblas; arriba un cielo con profundidades de terciopelo y los soles hundidos como clavos de plata en la densidad del obscuro azul. A la izquierda los faroles del andén esclarecían la parte baja de los árboles de ramaje anémico alineados á lo largo de la vía, raquíticos, de un verde obscuro y sombrío, tristes con el ansia de agua y el continuo respirar de humo y polvo, mientras las copas, sin luz, se recortaban en el aire con fantástica vaguedad.

En el fondo, el restaurant de la estación de Baeza dejaba escapar por las abiertas vidrieras un raudal de luz blanca, reflejada en los albos manteles y en la vajilla de loza que cubrían las grandes mesas.

Cerca del restaurant, la cantina ostentaba sobre el pequeño mostrador provisiones abundantes: bacalao frito, huevos duros, chorizos, rajas de salchichón. Un enorme cesto contenía multitud de panecillos; dos panzudos toneles y una ventruda damajuana de vidrio, que asomaba el cuello corto entre la funda de palma, estaban colocados al pie del mísero estante de madera, lleno de botellas, ofreciendo bebida en abundancia á las resecas gargantas de los viajeros modestos.


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Dominio público
34 págs. / 1 hora / 79 visitas.

Publicado el 28 de agosto de 2020 por Edu Robsy.

Los Que No Vivieron

Carmen de Burgos


Cuento


Habían llegado á lo alto de la montañita, y fatigados por la ascensión, se apoyaban el uno contra el otro.

Contemplaba él con cariño el rostro encendido, el cabello revuelto y el desaliño del vestido, originado por la larga caminata; ella parecía absorta en el paisaje; dilatadas las ventanas de la nariz para olfatear la tierra húmeda, que se abría como fermento de harina candeal al calor de los rayos solares.

Alcira dormía á sus pies con su grupo de alegres casitas, y el horizonte, prolongado en la inmensa llanura, mostraba la riqueza de sus tonalidades hasta perderse á lo lejos en el cielo y en el mar.

—¡Qué hermoso es esto! —repetía con la admiración del que no encuentra frases para expresar algo demasiado grande que le llena el alma, y abría aún más los ojos, como si quisiera grabar en la retina todo aquel cuadro de luz.

A sus espaldas la ermitita de San Salvador, con las dos hojas de la puerta abiertas de par en par, invitaba á visitarla; se veían desde fuera los exvotos colgados de las paredes por los creyentes. Cerca de la puerta, la enorme cruz de hierro señalaba el término del penoso vía crucis tendido en la falda de la montañeta y á sus pies, varias chicuelas jugaban golpeándose con el encarnizado apasionamiento de su tierra.

Lucían los naranjales el verdor metálico de las hojas repletas de savia, y las elegantes curvaturas de los recodos del río fingían pedazos de cielo reflejados en un cristal. La brisa, algo viva, que agitaba sus cabellos, traía rumor froufrouante de sedas y glasés, producido por el viento, entre cañaverales y naranjos.

Enrique la tomó del brazo, empujándola suavemente hacia la ermita. Lola se resistió.

—No, no —dijo con viveza—. ¿A qué entrar ahí? No me hables de las cosas muertas, cuando aquí se respira la vida.

Avanzó dos pasos hasta llegar al cercado de yeso que cerraba el circuito de la plazoleta de la ermita.


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Dominio público
10 págs. / 17 minutos / 83 visitas.

Publicado el 29 de agosto de 2020 por Edu Robsy.

El Tesoro

Carmen de Burgos


Novela corta


I

Aquella, noche de luna había sabido aprovecharla bien el tío Manolo, para reunir en su era a los vecinos á desperfollar el enorme montón de mazorcas, resecas por el sol, sin que nadie echara de ver el trabajo con la agradable compañía de la gente moza y la salsa de sus historias de viejo marrullero.

En el centro de la empedrada era se apilaban las panochas envueltas en su sayal de estameña por el cual aparecían las hebras de una cabellera seca y marchita. Sobre la pila, una gran espuerta de dar el pienso á las vacas, iba recibiendo á las que eran despojadas de su ropaje por la turba de chiquillos, hombres y mujeres, que sentados sobre las falfollas mullidas y crujientes, rompían con pinchos de madera la tosca envoltura, la seda interior guardada bajo ella, y después de separarlas del tallo con rumor suspirante, las arrojaban al aire, rasgado con sus destellos de luz, para ir á caer en la espuerta, donde al chocar las facetas de los granos de oro, producían chasquidos de besos y risas de colegialas.

Aquel rasgar ropajes y desnudar mazorcas se verificaba entre la alegre charla y algazara de los mozuelos de ambos sexos, que estallaba con la franca alegría engendrada por la proximidad de la carne joven, mientras á un extremo del montón, las gentes formales rodeaban al tío Manolo y oían sus palabras con algo de respetuosa consideración, descuidando un tantico á los muchachos.


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Dominio público
40 págs. / 1 hora, 11 minutos / 96 visitas.

Publicado el 31 de agosto de 2020 por Edu Robsy.

Confidencias

Carmen de Burgos


Novela corta


8 Julio.

Mi marido es tan bueno, que no hallaría placer en engañarlo, y, sin embargo, merecería que lo engañase por esta indiferencia que su ilimitada confianza en mí le hace tener. Está tan persuadido de que le amo que aunque yo le dijese lo contrario, no lo creería. Lo que me hace respetarle más es el verlo tan feliz. Respeto su felicidad... Además, ¿valdrá alguno de los otros más que él? No lo sé; pero la prueba es muy arriesgada. No creo capaz a ninguno de mantener muchos años la ilusión; es más difícil conservar que conquistar. Indudablemente, al marido le conservamos mejor. ¡Hay tantas celadas en el hogar! Cuando se observan los pequeños gustos, y se cultiva el egoísmo, se tiene mucho conseguido. A veces un marido piensa con cariño en su esposa, sueña con el descanso y la felicidad que experimenta a su lado, y no se da cuenta de que ella lo ha acostumbrado a ponerse las zapatillas. ¡Está tan a gusto en zapatillas! Además, el marido que se cansa respeta...; los otros... Tengo demasiado orgullo para hacer la prueba..., y, sin embargo, hay tentaciones. Elena me decía que el encanto de los amores está en la caída... Ella está radiante, feliz, satisfecha, y debe haber tenido muchas caídas... Decididamente, esta soledad entre el campo y el mar no es buena consejera para mí. Felipe ha hecho mal en dejarme venir sola. Pero no había otro remedio para satisfacer mi capricho. Él tiene que trabajar. Es preciso dejarle que trabaje... ¡Pobrecillo, ahora estará haciendo números en aquellos libros tan grandes! ¡Qué cosa más terrible son los números! Tan pocos, y capaces de tantas combinaciones. Él también está solo... No sé por qué, me acuerdo con inquietud de la señorita mecanógrafa. Son molestas esas señoritas mecanógrafas. Hay en cada una de ellas la amante posible del dueño de la casa o la novia que se casa con el primer dependiente.


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Dominio público
36 págs. / 1 hora, 3 minutos / 172 visitas.

Publicado el 15 de septiembre de 2020 por Edu Robsy.

La Indecisa

Carmen de Burgos


Novela corta


¿En qué piensas?

Alina se estremeció levemente con la sorpresa de la brusca pregunta. No podía decirlo; su imaginación volaba lejos de aquel tranquilo y verde paisaje holandés para ir á

detenerse en los boulevards parisinos, con una evocación de la vida bulliciosa y brillante á que estaba acostumbrada y cuya nostalgia trataba en vano de ocultar.

Pareció encogerse, como si buscase un refugio á sus pensamientos, sobre el terciopelo del treksckuit, el coche-barquilla que, arrastrado por un caballo blanco se deslizaba á lo largo del canal, y con esa facultad de adaptación propia de las mujeres enamoradas, repuso, enseñando la línea luminosa de su sonrisa entre el bermellón de sus labios:

—No te digo que en nada, porque pienso siempre en ti... Me adormecía esta blandura que nos rodea... Me parecía estar perdida en un mar muy extenso y miraba esa llanura tan verde, tan húmeda, tan plana, que me finge el oleaje en el cambio de intensidad de sus tonos... Es una magnífica tela de terciopelo para envolverse en su sedosidad y prenderla con brillantes.

El sonrió tristemente; sin duda había leído el pensamiento atormentador detrás de la frente de nieve, y repuso:

—Este encanto nos gana demasiado, se apodera de nosotros un ansia de infinito, se sueña con exceso... Llega á hacerse doloroso. ¿No sería mejor volver ya á París?

Ilumináronse los ojos grandes de Alina con el reflejo de una esperanza. Había hecho el sacrificio de París, de su libertad, de su arte, de sus triunfos de actriz joven y mimada, para seguir á su amante y escapar de todo lo que podía separarles; pero la nostalgia de su vida, de su medio habitual, la seguía y cada vez aumentaba más. Sentía injustificadas tristezas, arrebatos de cólera, ganas de llorar, y trataba en vano de disimular el estado de su alma.


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37 págs. / 1 hora, 6 minutos / 143 visitas.

Publicado el 13 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

La Justicia del Mar

Carmen de Burgos


Novela corta


«El mar es la conciencia del pescador y tiene que mostrarse honrado delante de él.»
ESQUILO.

I

El más joven de los mares, el incoloro golfo del Zuiderzee, se extendía tranquilo, en una tranquilidad felina, satisfecho del zarpazo, artero y travieso, con que se había apoderado de aquel vasto campo verde que servía ahora de lecho á sus aguas. En la tarde tranquila, sin rumores, sin brisa que cabrillease en vellones de oro nevado la superficie, se destacaba del cristal lechoso de las aguas el contorno de las islas arraigadas en su seno, semejantes á gigantescas plantas de nenúfar que se abren al sol, para alcanzar el misterio del amor y la fecundación, y se vuelven á hundir en el silencio del sudario cristalino.

El cielo, blanco, hacía blanco al mar, espejo continuo de su dulzura y sus borrascas, sometido ahora á plácida quietud. Lamía apenas, con imperceptible chapoteo, los acantilados abruptos del norte de la costa y las pobres defensas de piedra musgosa con que los habitantes de Monikembarken pretendían defender el suelo de la isla de las invasiones furiosas de aquellas olas traicioneras que de vez en cuando asolaban su escasa vegetación y ahogaban á los ganados.

Monikembarken es quizá la isla más muerta de todas las muertas islas del Zuiderzee; quedó aislada del continente, cuando el mar, en su constante lucha con el genio holandés, le robó aquel territorio. Unas cuantas familias refugiadas en el altozano que forma hoy la isla, habían fundado en ella un pueblo de pescadores que crecía y la poblaba, mientras las islas cercanas, alguna tan importante como Enkhuizen, se iban despoblando y arruinándose, porque sus hijos, rompiendo la tradición de esperar que se retirasen las aguas para volver á pisar el continente, escapaban en busca de otra vida más fácil y emigraban á los países del sol.


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40 págs. / 1 hora, 10 minutos / 116 visitas.

Publicado el 12 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Amadís

Carmen de Burgos


Novela, novela de caballerías


Prólogo a la novela del muy esforzado y virtuoso caballero Amadís de Gaula

Amadís, vuelve a salir al palenque, en buen hora, por cierto. Hace falta que el esforzado y virtuoso caballero cabalgue y lidie descomunal batalla en pro de los ideales del romanticismo, derrotados y maltrechos, aprovechando un momento en que la ansiedad espiritualista se deja sentir, en una gran parte de la sociedad moderna; como en campo, largo tiempo reseco y sin lluvia, se advierte la sed que lo abrasa y lo consume. Amadís no ha muerto. El pequeño lays de su primitiva tradición, que, como el Doncel del Mar cruzó las aguas, se fortaleció en el combate y en el ejercicio del amor y de la justicia, para ser, como ellos, inmortal.

Tal se prolonga la vida de Amadís, al través de la tradición, que, a los dos libros primeros que se conocen, siguen luego otros dos y de ellos, como de robusto tronco, continúan floreciendo hijuelas, hasta llegar al octavo, en el que Juan Díaz, bachiller en cánones, se atrevió en 1526, a matar al héroe, tan amado de sus lectores que algunos hicieron duelo y llevaron luto por su muerte, como si de un personaje real se tratase.

Sin embargo, Amadís no ha muerto; parece que ha estado en alguna nueva prisión o nuevo encantamiento, porque lo vemos aparecer en 1535 redivivo, en un noveno libro debido a la torpe pluma de Feliciano de Silva.

Y sigue viviendo el esforzado paladín a través de las aventuras de todos los descendientes de Esplandián, D. Florisando y demás héroes anteriores a su resurrección: D. Silves de la Selva, Esferamundi, etc., hasta llegar a la décimacuarta continuación, que menciona D. Pascual de Gayangos, en su «Catálogo de los Libros de Caballerías» por referencia de Nicolás Antonio.


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Dominio público
237 págs. / 6 horas, 55 minutos / 169 visitas.

Publicado el 14 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.

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