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autor: Carmen de Burgos editor: Edu Robsy textos disponibles


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Los Espirituados

Carmen de Burgos


Novela


I. Entre montañas

Tardó en darse cuenta del lugar donde se encontraba, con la imaginación turbada aún por las telarañas del sueño. Después de pasear la mirada en torno suyo, se repitió en voz alta, para tener la seguridad de que se hallaba despierto:

—Estoy en Jaca. Estoy otra vez en Jaca.

Le parecía imposible encontrarse, a un tiempo mismo, en su propia casa y en aquella ciudad extraña.

No era ya el cuarto de hotel, destartalado y ruidoso, donde lo despertaban todas las mañanas los gritos y el barullo de las camareras, departiendo entre sí, o de chicoleo con los huéspedes, o con los asistentes de los militares que allí se hospedaban.

No estaba obligado a oír los burdos diálogos amorosos que interrumpía un “No me pellizque usted”, o el ruido del cachete con que se defendía alguna moza.

Se hallaba rodeado de los viejos muebles de la casa paterna. Amigos inmóviles que le evocaban los tiempos de la niñez y parecían borrar el recuerdo de todas las casas de huéspedes en que había vivido desde que salió de Murcia para ir a estudiar a Madrid, sin sospechar el sacrificio que esa decisión les costaba a sus padres.

¡Madrid! Todas las ciudades frecuentadas por estudiantes tienen siempre un aroma de juventud, de alegría. Se graban en el recuerdo de una manera imborrable, unidas a la memoria de los días más felices e ingenuos de la vida.

Había pensado más en las muchachas y en las diversiones que en los libros durante aquella época.

En Murcia había oído recordar a los viejos en sus tertulias sus tiempos de mocedad y de vida estudiantil, alegrada por las modistillas madrileñas, los bailes de organillo y los inolvidables “biftecks” de los cafés, que jamás sentaron mal a sus estómagos hambrientos y juveniles.


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Dominio público
178 págs. / 5 horas, 11 minutos / 91 visitas.

Publicado el 22 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.

Los Anticuarios

Carmen de Burgos


Novela


I. Adelina

Antes de abrir la tienda era preciso dar un último vistazo a los géneros y ponerse todos de acuerdo acerca del precio de algunos artículos dudosos. Ellos no necesitaban dependientes, se lo arreglaban todo en familia; una familia española que llamaba la atención en el barrio por el número de hijos, y hacía exclamar a más de una madama mirando a la anticuaría española, rolliza y frescota:

—¡Oh, los españoles!

Eran ya bien conocidos en el barrio por su posición sólida y por sus excentricidades. Hacía más de diez años que habían ido a establecerse allí, abriendo aquella tiendecita, que poco a poco se había convertido en un lujoso guarda-joyas, de joyas antiguas, auténticas, cuya autenticidad abonaba, no sólo el crédito de que gozaban en el comercio, sino su condición de españoles. Eran de una tierra donde las antigüedades de mérito son comunes, hasta en las casas de los aldeanos, y donde se vendían todas, por raras que fuesen, lo mismo los recuerdos de antepasados que las reliquias de los templos.

Entre la familia se lo podían arreglar todo, hasta los hijos pequeños entendían ya de antigüedades y desdeñaban las telas de moda y los juguetes de novedad, porque no tenían carácter.

Una vez todo listo, el hijo mayor procedió a levantar las persianas de metal que cubrían las puertas; se le dio la última mano a los dos escaparates, verdaderas vitrinas de museo, y la tiendecita, limpia y recompuesta, recibió la caricia del aire húmedo del boulevard, cuyo piso tenía reflejos de cristal empañado. Adelina vino a ocupar su puesto, no detrás, sino delante del mostrador, cerca de la pequeña estufa que caldeaba la tienda, y mientras esperaba la llegada de los parroquianos, —que para este ramo no suelen ser muy madrugadores— abrió un cajón de telas y empezó a separar los diversos géneros.


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Dominio público
217 págs. / 6 horas, 20 minutos / 280 visitas.

Publicado el 26 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

La Justicia del Mar

Carmen de Burgos


Novela corta


«El mar es la conciencia del pescador y tiene que mostrarse honrado delante de él.»
ESQUILO.

I

El más joven de los mares, el incoloro golfo del Zuiderzee, se extendía tranquilo, en una tranquilidad felina, satisfecho del zarpazo, artero y travieso, con que se había apoderado de aquel vasto campo verde que servía ahora de lecho á sus aguas. En la tarde tranquila, sin rumores, sin brisa que cabrillease en vellones de oro nevado la superficie, se destacaba del cristal lechoso de las aguas el contorno de las islas arraigadas en su seno, semejantes á gigantescas plantas de nenúfar que se abren al sol, para alcanzar el misterio del amor y la fecundación, y se vuelven á hundir en el silencio del sudario cristalino.

El cielo, blanco, hacía blanco al mar, espejo continuo de su dulzura y sus borrascas, sometido ahora á plácida quietud. Lamía apenas, con imperceptible chapoteo, los acantilados abruptos del norte de la costa y las pobres defensas de piedra musgosa con que los habitantes de Monikembarken pretendían defender el suelo de la isla de las invasiones furiosas de aquellas olas traicioneras que de vez en cuando asolaban su escasa vegetación y ahogaban á los ganados.

Monikembarken es quizá la isla más muerta de todas las muertas islas del Zuiderzee; quedó aislada del continente, cuando el mar, en su constante lucha con el genio holandés, le robó aquel territorio. Unas cuantas familias refugiadas en el altozano que forma hoy la isla, habían fundado en ella un pueblo de pescadores que crecía y la poblaba, mientras las islas cercanas, alguna tan importante como Enkhuizen, se iban despoblando y arruinándose, porque sus hijos, rompiendo la tradición de esperar que se retirasen las aguas para volver á pisar el continente, escapaban en busca de otra vida más fácil y emigraban á los países del sol.


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Dominio público
40 págs. / 1 hora, 10 minutos / 117 visitas.

Publicado el 12 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

La Indecisa

Carmen de Burgos


Novela corta


¿En qué piensas?

Alina se estremeció levemente con la sorpresa de la brusca pregunta. No podía decirlo; su imaginación volaba lejos de aquel tranquilo y verde paisaje holandés para ir á

detenerse en los boulevards parisinos, con una evocación de la vida bulliciosa y brillante á que estaba acostumbrada y cuya nostalgia trataba en vano de ocultar.

Pareció encogerse, como si buscase un refugio á sus pensamientos, sobre el terciopelo del treksckuit, el coche-barquilla que, arrastrado por un caballo blanco se deslizaba á lo largo del canal, y con esa facultad de adaptación propia de las mujeres enamoradas, repuso, enseñando la línea luminosa de su sonrisa entre el bermellón de sus labios:

—No te digo que en nada, porque pienso siempre en ti... Me adormecía esta blandura que nos rodea... Me parecía estar perdida en un mar muy extenso y miraba esa llanura tan verde, tan húmeda, tan plana, que me finge el oleaje en el cambio de intensidad de sus tonos... Es una magnífica tela de terciopelo para envolverse en su sedosidad y prenderla con brillantes.

El sonrió tristemente; sin duda había leído el pensamiento atormentador detrás de la frente de nieve, y repuso:

—Este encanto nos gana demasiado, se apodera de nosotros un ansia de infinito, se sueña con exceso... Llega á hacerse doloroso. ¿No sería mejor volver ya á París?

Ilumináronse los ojos grandes de Alina con el reflejo de una esperanza. Había hecho el sacrificio de París, de su libertad, de su arte, de sus triunfos de actriz joven y mimada, para seguir á su amante y escapar de todo lo que podía separarles; pero la nostalgia de su vida, de su medio habitual, la seguía y cada vez aumentaba más. Sentía injustificadas tristezas, arrebatos de cólera, ganas de llorar, y trataba en vano de disimular el estado de su alma.


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37 págs. / 1 hora, 6 minutos / 144 visitas.

Publicado el 13 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

El Tesoro

Carmen de Burgos


Novela corta


I

Aquella, noche de luna había sabido aprovecharla bien el tío Manolo, para reunir en su era a los vecinos á desperfollar el enorme montón de mazorcas, resecas por el sol, sin que nadie echara de ver el trabajo con la agradable compañía de la gente moza y la salsa de sus historias de viejo marrullero.

En el centro de la empedrada era se apilaban las panochas envueltas en su sayal de estameña por el cual aparecían las hebras de una cabellera seca y marchita. Sobre la pila, una gran espuerta de dar el pienso á las vacas, iba recibiendo á las que eran despojadas de su ropaje por la turba de chiquillos, hombres y mujeres, que sentados sobre las falfollas mullidas y crujientes, rompían con pinchos de madera la tosca envoltura, la seda interior guardada bajo ella, y después de separarlas del tallo con rumor suspirante, las arrojaban al aire, rasgado con sus destellos de luz, para ir á caer en la espuerta, donde al chocar las facetas de los granos de oro, producían chasquidos de besos y risas de colegialas.

Aquel rasgar ropajes y desnudar mazorcas se verificaba entre la alegre charla y algazara de los mozuelos de ambos sexos, que estallaba con la franca alegría engendrada por la proximidad de la carne joven, mientras á un extremo del montón, las gentes formales rodeaban al tío Manolo y oían sus palabras con algo de respetuosa consideración, descuidando un tantico á los muchachos.


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Dominio público
40 págs. / 1 hora, 11 minutos / 97 visitas.

Publicado el 31 de agosto de 2020 por Edu Robsy.

El Perseguidor

Carmen de Burgos


Novela corta


I

Aquella Nochebuena traía hacia Matilde todas las nostalgias del recuerdo. No podía sustraerse a la evocación de los aniversarios; tan fuertemente grabados en nosotros. Su espíritu, acostumbrado a pasar con ligereza de una impresión a otra, ávido de sensaciones y de emociones nuevas, parecía complacerse ahora en retrotraerse, hurtarse a lo real, para soñar con aquéllos: «en tal día como hoy», que le traían a la memoria escenas patriarcales de su vida española. Las fiestas de familia del hogar paterno, en una cortijada andaluza donde pasó sus primeros años. Su padre, cazador impenitente, los condenaba a pasar allí diciembre y enero, para gozar la época del celo del macho y cazar las perdices con reclamo.

Veía hacer con pena todos los preparativos para dejar la casa de Córdoba y enterrarse en aquel cortijo de la sierra. Aquellos viajes eran de las impresiones más fuertemente grabadas en su alma, Unos viajes tristes, una caravana que cruzaba los parajes más escuetos y desolados de la sierra, sobre mulos y burros aparejados con aguaderas y silletas, sobre los que iban: ella, su madre y los criados; todos rodeados de bultos de ropa, de provisiones, de objetos que embarazaban más la marcha. Alguna pobre sirviente pasaba todo el camino sin soltar de la mano la jaula del loro o el objeto frágil que se le confiaba. Un viaje de ocho horas, por el campo reseco, desolado, cansados todos, sin hablar unos con otros; los muleros pinchando a las bestias para hacerles andar, sin más descanso que la parada en la venta para darles agua y para comer todos.

Los manjares habían tomado un gusto enmohecido siempre, un gusto a camino; una cosa reseca que le impedía comer los pollos fritos, la tortilla y el jamón como si hubieran perdido su condición apetitosa para hacérsele insoportables; el vino tenía gusto a pez, y el agua de aljibe resultaba amargosa y dura.


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Dominio público
32 págs. / 56 minutos / 258 visitas.

Publicado el 14 de mayo de 2019 por Edu Robsy.

Como Flor de Almendro

Carmen de Burgos


Cuento


Ansiosa, acodada sobre la barandilla de popa, fijaba con insistencia los ojos en el horizonte, como si quisiera dar fuerza á sus pupilas para rasgarlo y descubrir la tierra.

La marcha tranquila del vapor la exasperaba en aquellos momentos en que rugía la tempestad dentro de su alma; hubiera querido montañas de olas que le arrojasen sobre la playa roto y maltrecho, con la velocidad del rayo.

Toda la noche la había pasado allí, fija la mirada en el horizonte, y á los primeros albores de la mañana, la faja plomiza delataba la proximidad de la costa.

El capitán había dicho que entrarían en el puerto á las diez de la mañana. ¡Cuántas horas aún! ¿Llegaría á tiempo? A esta pregunta, su corazón se angustiaba, y su garganta se oprimía con las agonías del llanto.

¡Si pudiera salvar la vida de aquel hombre con la suya! ¡Ó á lo menos decirle sólo una vez cuánto le amaba! ¡Pero pensar en que muriera así, lejos de ella!... ¡Sin haberle dicho la primera frase de amor!

Había recibido la carta de Roberto ocho días antes. Una carta tristísima, de pocas líneas, escritas con mano trémula:


«Te amo, Catalina, permíteme que te lo diga una vez, ahora que voy á morir... Perdóname que se escape de mí alma en este momento supremo mi pasión; olvídala luego... Conserva en tu memoria al amigo, al hermano...

«ROBERTO.»


¡Roberto le escribía aquella carta! ¡Roberto la amaba é iba á morir! Se revolvía poderosa en su alma la pasión... Ella le amaba también. En un momento se decidió: lo dispuso todo en pocas horas, y le expidió un telegrama que revelaba el estado de su espíritu á pesar del laconismo de sus frases:


«Espérame. Corro á tu lado. Te amo.

«CATALINA.»


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Dominio público
6 págs. / 11 minutos / 94 visitas.

Publicado el 26 de agosto de 2020 por Edu Robsy.

Amadís

Carmen de Burgos


Novela, novela de caballerías


Prólogo a la novela del muy esforzado y virtuoso caballero Amadís de Gaula

Amadís, vuelve a salir al palenque, en buen hora, por cierto. Hace falta que el esforzado y virtuoso caballero cabalgue y lidie descomunal batalla en pro de los ideales del romanticismo, derrotados y maltrechos, aprovechando un momento en que la ansiedad espiritualista se deja sentir, en una gran parte de la sociedad moderna; como en campo, largo tiempo reseco y sin lluvia, se advierte la sed que lo abrasa y lo consume. Amadís no ha muerto. El pequeño lays de su primitiva tradición, que, como el Doncel del Mar cruzó las aguas, se fortaleció en el combate y en el ejercicio del amor y de la justicia, para ser, como ellos, inmortal.

Tal se prolonga la vida de Amadís, al través de la tradición, que, a los dos libros primeros que se conocen, siguen luego otros dos y de ellos, como de robusto tronco, continúan floreciendo hijuelas, hasta llegar al octavo, en el que Juan Díaz, bachiller en cánones, se atrevió en 1526, a matar al héroe, tan amado de sus lectores que algunos hicieron duelo y llevaron luto por su muerte, como si de un personaje real se tratase.

Sin embargo, Amadís no ha muerto; parece que ha estado en alguna nueva prisión o nuevo encantamiento, porque lo vemos aparecer en 1535 redivivo, en un noveno libro debido a la torpe pluma de Feliciano de Silva.

Y sigue viviendo el esforzado paladín a través de las aventuras de todos los descendientes de Esplandián, D. Florisando y demás héroes anteriores a su resurrección: D. Silves de la Selva, Esferamundi, etc., hasta llegar a la décimacuarta continuación, que menciona D. Pascual de Gayangos, en su «Catálogo de los Libros de Caballerías» por referencia de Nicolás Antonio.


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237 págs. / 6 horas, 55 minutos / 170 visitas.

Publicado el 14 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.

Alma de Artista

Carmen de Burgos


Cuento


I

Selma cambió el sencillo traje de calle por una bata de seda azul, restos de su pasada opulencia.

Con sus zapatitos de raso blanco y su cabellera color de castaña madura, caída en revueltos rizos sobre la espalda, tenía el aspecto delicado y grácil de una niña.

Ángel la miraba tristemente hundida en su butaca, cerca del balcón, en aquel hotelito de la Caleta, donde había ido á buscar el aire del mar y el clima templado de Málaga. Sobre la palidez de cera mate extendida sobre su rostro se destacaba la rizada barba y la nariz aguileña, con esas líneas que caracterizan á la raza semítica. Parecía un Cristo demacrado por el ayuno.

La terrible tisis iba disecándole el cuerpo, una delgadez estrema parecía tallar sus nervios, y su cabellera rizosa caía en bucles sobre la frente tersa y bella. Aun lucía en sus ojos grandes la mirada dominadora del genial tenor que fué aplaudido en el mundo entero; aun sus labios conservaban un gesto de arrogancia.

Selma cogió el cestillo de la costura y se sentó en una sillita baja á los pies del artista.

—Deja eso —dijo él con un gesto de disgusto, señalando la labor.

La joven no contestó y se apresuró á obedecer sonriendo. El brillo de las lágrimas iluminó los ojos del enfermo.

—¡Qué injusto soy, Selma mía! Tienes necesidad de trabajar y te lo impido... Ya no somos ricos.

—No pienses en eso...—dijo ella con voz suave—; no es cosa precisa.

—La vida tiene burlas muy crueles, Selma; los artistas debían morir sin conocer las miserias ni las enfermedades... en plena gloria.

La joven le acarició dulcemente la mano.

—¡Qué buena eres! —siguió él—. ¡Cómo me compadeces!...

—¡Compadecerte! No, Ángel, no pronuncies esa palabra; cuando se compadece no se ama. Amar es admirar.

—¡He estado tan ciego!


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Dominio público
10 págs. / 18 minutos / 215 visitas.

Publicado el 22 de agosto de 2020 por Edu Robsy.

Quiero Vivir mi Vida

Carmen de Burgos


Novela


Dedicatoria

Ofrenda al ilustre doctor Marañón, que de modo tan competente, sereno y noble, ha estudiado la intersexualidad, iluminando este problema con luces de ciencia y de piedad.

Carmen de Burgos.

Prólogo

Breve ensayo sobre el sentido de los celos,
Por Gregorio Marañón

Carmen de Burgos, atenta siempre a los progresos del pensamiento, ha escrito una novela en la que desarrolla un conflicto de la psicología y del instinto de la mayor modernidad, de un interés actual apasionante, En la literatura clásica, los hombres y las mujeres representaban, cada cual, un tipo de pasión sostenida y única: Otelo, era los celos; Hamlet, la duda; Don Quijote, la generosidad suprahumana a fuerza de ser radicalmente humana (obsérvese la coincidencia final de Don Quijote con los místicos, y sin embargo, la divergencia total de sus raíces respectivas); Werther, esa pasión sexual, sin escape hacia el sensualismo pagano, que caracterizó al romanticismo; y así sucesivamente.


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Dominio público
196 págs. / 5 horas, 44 minutos / 680 visitas.

Publicado el 26 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

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