Textos más populares este mes de Carmen de Burgos | pág. 2

Mostrando 11 a 20 de 34 textos encontrados.


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autor: Carmen de Burgos


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La Mujer Fantástica

Carmen de Burgos


Novela


I. Las amiguitas

Las tres jóvenes acogieron a Andrés con exclamaciones de júbilo.

—¡Qué suerte que vengas!

—¡Qué alegría!

—¡Siempre eres oportuno!

Andrés se caló el monóculo y alzando un poco la barbilla les dirigió esa mirada de ave desconfiada que da el cristal, y la fué deteniendo, lentamente, de una en otra.

Las tres eran bonitas, graciosas; parecían tres damitas del Segundo Imperio, escapadas de un cuadro de Winterhalter.

—¿De veras que os da tanta alegría verme?

—Mucha...—repuso Clotilde, que parecía la más joven y bulliciosa de las tres—. Figúrate que estábamos citadas con Enriqueta y sus hermanos para salir juntos, y de pronto hemos recibido una carta de Elena D'Aurenville, anunciándonos que viene a pasar la tarde con nosotras.

Andrés, sin alarmarse por la gravedad del caso que le referían, se arrellanó en el sofá, y preguntó:

—¿Quién es esa señorita?

—Una francesita que ha traído una carta de la señora Renyer.

—Pues no veo nada de particular en que venga a veros.

—Sí... pero ya ves... tenemos que salir.

—Puede ir con vosotras.

Las tres hermanas se miraron desconcertadas, y Susana exclamó:

—¡Dios nos libre! Es tonta de capirote para tener que aguantarla toda la tarde.

—Pero si viene recomendada a vosotras...

—Ya la invitó mamá a comer el sábado... y ojalá no lo hubiera hecho.

—¡Se toma unas confianzas!

—Nos aguaría la tarde si viniera hoy.

—¡Seguramente!

—Como que se pone sentimental con Alejandro...

—¿Pero qué queréis que yo haga?

—Que te la lleves, querido tío, que te la lleves.

—¿Dónde diablos me la voy a llevar?

—A dar un paseo, al teatro. Donde quieras...

—¿Pero por qué?


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Dominio público
146 págs. / 4 horas, 16 minutos / 302 visitas.

Publicado el 21 de agosto de 2020 por Edu Robsy.

Los Anticuarios

Carmen de Burgos


Novela


I. Adelina

Antes de abrir la tienda era preciso dar un último vistazo a los géneros y ponerse todos de acuerdo acerca del precio de algunos artículos dudosos. Ellos no necesitaban dependientes, se lo arreglaban todo en familia; una familia española que llamaba la atención en el barrio por el número de hijos, y hacía exclamar a más de una madama mirando a la anticuaría española, rolliza y frescota:

—¡Oh, los españoles!

Eran ya bien conocidos en el barrio por su posición sólida y por sus excentricidades. Hacía más de diez años que habían ido a establecerse allí, abriendo aquella tiendecita, que poco a poco se había convertido en un lujoso guarda-joyas, de joyas antiguas, auténticas, cuya autenticidad abonaba, no sólo el crédito de que gozaban en el comercio, sino su condición de españoles. Eran de una tierra donde las antigüedades de mérito son comunes, hasta en las casas de los aldeanos, y donde se vendían todas, por raras que fuesen, lo mismo los recuerdos de antepasados que las reliquias de los templos.

Entre la familia se lo podían arreglar todo, hasta los hijos pequeños entendían ya de antigüedades y desdeñaban las telas de moda y los juguetes de novedad, porque no tenían carácter.

Una vez todo listo, el hijo mayor procedió a levantar las persianas de metal que cubrían las puertas; se le dio la última mano a los dos escaparates, verdaderas vitrinas de museo, y la tiendecita, limpia y recompuesta, recibió la caricia del aire húmedo del boulevard, cuyo piso tenía reflejos de cristal empañado. Adelina vino a ocupar su puesto, no detrás, sino delante del mostrador, cerca de la pequeña estufa que caldeaba la tienda, y mientras esperaba la llegada de los parroquianos, —que para este ramo no suelen ser muy madrugadores— abrió un cajón de telas y empezó a separar los diversos géneros.


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Dominio público
217 págs. / 6 horas, 20 minutos / 282 visitas.

Publicado el 26 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

La Justicia del Mar

Carmen de Burgos


Novela corta


«El mar es la conciencia del pescador y tiene que mostrarse honrado delante de él.»
ESQUILO.

I

El más joven de los mares, el incoloro golfo del Zuiderzee, se extendía tranquilo, en una tranquilidad felina, satisfecho del zarpazo, artero y travieso, con que se había apoderado de aquel vasto campo verde que servía ahora de lecho á sus aguas. En la tarde tranquila, sin rumores, sin brisa que cabrillease en vellones de oro nevado la superficie, se destacaba del cristal lechoso de las aguas el contorno de las islas arraigadas en su seno, semejantes á gigantescas plantas de nenúfar que se abren al sol, para alcanzar el misterio del amor y la fecundación, y se vuelven á hundir en el silencio del sudario cristalino.

El cielo, blanco, hacía blanco al mar, espejo continuo de su dulzura y sus borrascas, sometido ahora á plácida quietud. Lamía apenas, con imperceptible chapoteo, los acantilados abruptos del norte de la costa y las pobres defensas de piedra musgosa con que los habitantes de Monikembarken pretendían defender el suelo de la isla de las invasiones furiosas de aquellas olas traicioneras que de vez en cuando asolaban su escasa vegetación y ahogaban á los ganados.

Monikembarken es quizá la isla más muerta de todas las muertas islas del Zuiderzee; quedó aislada del continente, cuando el mar, en su constante lucha con el genio holandés, le robó aquel territorio. Unas cuantas familias refugiadas en el altozano que forma hoy la isla, habían fundado en ella un pueblo de pescadores que crecía y la poblaba, mientras las islas cercanas, alguna tan importante como Enkhuizen, se iban despoblando y arruinándose, porque sus hijos, rompiendo la tradición de esperar que se retirasen las aguas para volver á pisar el continente, escapaban en busca de otra vida más fácil y emigraban á los países del sol.


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Dominio público
40 págs. / 1 hora, 10 minutos / 121 visitas.

Publicado el 12 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

El Último Deseo

Carmen de Burgos


Cuento


I

Aquel gabinete azul tan bello, donde tantas horas de felicidad habían transcurrido, estaba revuelto, desordenado; fuera de su sitio sillones y muebles; tirados por mesas y sofás los vestidos, las gasas y los encajes; en el centro de la habitación mundos y maletas á medio arreglar, y en el suelo, sobre la alfombra, multitud de papeles de música y libros de todas clases, que habían de formar parte del equipaje.

Julia iba de acá para allá por la habitación, poniéndolo todo en orden, colocando en los baúles los objetos para el viaje. Pasaba ante Rafael luciendo la gallardía de su cuerpo hermoso, alto, fuerte y esbelto, y su cabeza de rizos de ébano con reflejos azulillos; el rostro de facciones correctas, labios de grana y plateada tez, donde brillaban dos ojos de azabache, con profundidades de abismo, entre doble fila de pestañas espesas, que se movían inquietas, con aletear de mariposas negras.

—¿Me escribirás? —preguntó él.

—¡Escribirte! ¡Ah! Sí, es verdad; vamos á dejar de vernos —contestó Julia.

Un estremecimiento recorrió su cuerpo y se acercó temblorosa á su amigo, como si hasta aquel instante no hubiera medido toda la tristeza de la separación.

—Julia —añadió él con voz grave—, desiste de este viaje, de este alejamiento inútil... Tu marcha me llena de dolor... Te amo, Julia, te amo; encarnas toda la idealidad de mi alma... desvaneces todas mis tristezas en una nueva aurora de felicidad.


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Dominio público
16 págs. / 29 minutos / 98 visitas.

Publicado el 25 de agosto de 2020 por Edu Robsy.

Los Inadaptados

Carmen de Burgos


Novela


Dedicatoria

Un libro es la eucaristía que establece la comunión entre el autor y los lectores.


… y tomando el pan lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: «Tomad y comed; este es mi cuerpo».

DEL EVANGELIO.

(San Mateo, XXVI, 26).
 


… y desgarrándose las entrañas escribió un libro y lo dio a los artistas diciendo; «Tomad y leed; esta es mi alma».

DE LA VIDA.
 

Unas palabras

Jamás fue de mi agrado detener al lector con observaciones ni prólogos, innecesarios la mayor parte de las veces, antes de penetrar en las páginas de un libro; sin embargo, hoy creo precisa una breve aclaración. Adoro la Novela, diosa de la literatura, y dentro de sus diversos géneros tiene mi preferencia la sana novela naturalista; esto me obliga a defenderme de la acusación de falsedad que pudieran arrojar sobre mi libro las personas desconocedoras de la región levantina que en él describo, y ya me parece que oigo exclamar a más de uno: «¿Pero qué Andalucía nos pinta aquí Colombine?».

Yo puedo asegurarles, con la fe de una pluma incapaz de mentir, que nada hay en él de falso o exagerado. Lo he escrito para satisfacer una necesidad de mi espíritu: la de exteriorizar una impresión recibida en la infancia. Segura de que mi obra no llegará a manos de aquella sencilla gente, casi todas las personas llevan sus verdaderos nombres, y en la descripción del paisaje no alteré el de los sitios que sirven de escenario al drama. Hechos ciertos son el naufragio del vapor Valencia y cuantos forman la trama urdida por mi mano: No he tenido que modificar el lenguaje de los moradores del valle, para darle una entonación andaluza que allí no se usa y que será siempre escollo de novelistas.


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141 págs. / 4 horas, 7 minutos / 401 visitas.

Publicado el 26 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

Los Negociantes de la Puerta del Sol

Carmen de Burgos


Novela corta


Miraba con ira aquel sol tan espléndido que iluminaba más de lo que le convenía su traje manchado, los zapatos sin tacones y el sombrero mugriento. Había tenido deseos de que pasasen los días del invierno, que había sufrido, mal abrigado y sintiendo penetrar el agua a través de su calzado, pero ahora echaba de menos la media luz discreta y velada que disimulaba el horror de su indumentaria.

Acostumbrado a concurrir todos los días a aquella acera, punto de cita «de los grandes negociantes», tan ricos de ideas y proyectos como escasos de dinero, no prestaba atención a la multitud que pasaba a su alrededor, ni al aspecto que la Puerta del Sol ofrecía a aquella hora.

Más que el reloj del Ministerio de la Gobernación, marcaba las horas el aspecto de la gran plaza, que de hora en hora ofrecía un cambio notable. Era allí donde en las primeras horas de la mañana se percibía el bostezo de la ciudad que se despertaba y donde poco a poco iba afluyendo la vida toda, como si cada una de las calles que conducen a ella fuesen los grandes ríos que reciben a su paso a todos los tributarios y van a desaguar en ese océano de la Puerta del Sol, siempre revuelto y turbulento.

Aquel barullo parecía que lo tonificaba, que había algo en la corriente de una gran muchedumbre que engendra una especie de energía eléctrica. Había sido siempre la Puerta del Sol el lugar más concurrido de Madrid, al que acudían todos aquellos arrieros y carreteros de las diferentes provincias de España, que entraban por la Puerta de Toledo a vender sus mercancías, cuando aún no había ferrocarriles.


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Dominio público
49 págs. / 1 hora, 27 minutos / 312 visitas.

Publicado el 26 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

La Incomprensible

Carmen de Burgos


Cuento


«¡Ven! ¡¡Ven!! Estoy aquí solo, rodeado de rosas, pero ¡ay! faltas tú... ¿Cuándo vienes? Dímelo pronto, nena... Me siento apenado, melancólico, lejos de mi sol moreno, de mi gitana de las tristes dulzuras. ¡Ven! Te necesito para que sonría mi alma y florezca en torno mío la primavera...»

Los ojos de Isabel no podían separarse de aquel párrafo apasionado de la carta que temblaba en su mano. Aquella carta, escrita en papel grande, pulso seguro y letra clara, de mayúsculas dibujadas como letra de imprenta, venía á traerle al cabo la felicidad tanto tiempo deseada. Y llegaba cuando la esperaba menos, cuando ya su alma había consumado el sacrificio de la separación, de la abdicación de todas sus esperanzas.

De espíritu soñador y romántico; desengañada muy prematuramente de la pequeñez de las cosas; despreciadora de todo, quizás porque todo se le ofrecía con exceso; asqueada de la jauría de hombres que seguían sus pasos como perros ansiosos de carne, el pintor fuerte, genial, grande y poderoso, apareció ante ella como descendiente de una raza de dioses, y su espíritu se le dio sin lucha, se le entregó como al esperado, al presentido durante muchos años en sus sueños de soledad, en sus ansias de ideal, en sus anhelos de lo infinito.

Su pasión había sido tan grande, que temió al agotamiento, al desencanto, á la desilusión, y huyó del lado del que amaba para conservar los dulces lazos del afecto, del perfume de un amor llamado á desvanecerse fatalmente cuando nada hubiese en él desconocido para el artista.

Llevaba tres años viajando; los escenarios nuevos, el interés de la curiosidad borraban recuerdos, la imagen del dios se esfumaba y renacía la paz en su espíritu.


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Dominio público
10 págs. / 18 minutos / 79 visitas.

Publicado el 24 de agosto de 2020 por Edu Robsy.

Alma de Artista

Carmen de Burgos


Cuento


I

Selma cambió el sencillo traje de calle por una bata de seda azul, restos de su pasada opulencia.

Con sus zapatitos de raso blanco y su cabellera color de castaña madura, caída en revueltos rizos sobre la espalda, tenía el aspecto delicado y grácil de una niña.

Ángel la miraba tristemente hundida en su butaca, cerca del balcón, en aquel hotelito de la Caleta, donde había ido á buscar el aire del mar y el clima templado de Málaga. Sobre la palidez de cera mate extendida sobre su rostro se destacaba la rizada barba y la nariz aguileña, con esas líneas que caracterizan á la raza semítica. Parecía un Cristo demacrado por el ayuno.

La terrible tisis iba disecándole el cuerpo, una delgadez estrema parecía tallar sus nervios, y su cabellera rizosa caía en bucles sobre la frente tersa y bella. Aun lucía en sus ojos grandes la mirada dominadora del genial tenor que fué aplaudido en el mundo entero; aun sus labios conservaban un gesto de arrogancia.

Selma cogió el cestillo de la costura y se sentó en una sillita baja á los pies del artista.

—Deja eso —dijo él con un gesto de disgusto, señalando la labor.

La joven no contestó y se apresuró á obedecer sonriendo. El brillo de las lágrimas iluminó los ojos del enfermo.

—¡Qué injusto soy, Selma mía! Tienes necesidad de trabajar y te lo impido... Ya no somos ricos.

—No pienses en eso...—dijo ella con voz suave—; no es cosa precisa.

—La vida tiene burlas muy crueles, Selma; los artistas debían morir sin conocer las miserias ni las enfermedades... en plena gloria.

La joven le acarició dulcemente la mano.

—¡Qué buena eres! —siguió él—. ¡Cómo me compadeces!...

—¡Compadecerte! No, Ángel, no pronuncies esa palabra; cuando se compadece no se ama. Amar es admirar.

—¡He estado tan ciego!


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Dominio público
10 págs. / 18 minutos / 224 visitas.

Publicado el 22 de agosto de 2020 por Edu Robsy.

Como Flor de Almendro

Carmen de Burgos


Cuento


Ansiosa, acodada sobre la barandilla de popa, fijaba con insistencia los ojos en el horizonte, como si quisiera dar fuerza á sus pupilas para rasgarlo y descubrir la tierra.

La marcha tranquila del vapor la exasperaba en aquellos momentos en que rugía la tempestad dentro de su alma; hubiera querido montañas de olas que le arrojasen sobre la playa roto y maltrecho, con la velocidad del rayo.

Toda la noche la había pasado allí, fija la mirada en el horizonte, y á los primeros albores de la mañana, la faja plomiza delataba la proximidad de la costa.

El capitán había dicho que entrarían en el puerto á las diez de la mañana. ¡Cuántas horas aún! ¿Llegaría á tiempo? A esta pregunta, su corazón se angustiaba, y su garganta se oprimía con las agonías del llanto.

¡Si pudiera salvar la vida de aquel hombre con la suya! ¡Ó á lo menos decirle sólo una vez cuánto le amaba! ¡Pero pensar en que muriera así, lejos de ella!... ¡Sin haberle dicho la primera frase de amor!

Había recibido la carta de Roberto ocho días antes. Una carta tristísima, de pocas líneas, escritas con mano trémula:


«Te amo, Catalina, permíteme que te lo diga una vez, ahora que voy á morir... Perdóname que se escape de mí alma en este momento supremo mi pasión; olvídala luego... Conserva en tu memoria al amigo, al hermano...

«ROBERTO.»


¡Roberto le escribía aquella carta! ¡Roberto la amaba é iba á morir! Se revolvía poderosa en su alma la pasión... Ella le amaba también. En un momento se decidió: lo dispuso todo en pocas horas, y le expidió un telegrama que revelaba el estado de su espíritu á pesar del laconismo de sus frases:


«Espérame. Corro á tu lado. Te amo.

«CATALINA.»


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Dominio público
6 págs. / 11 minutos / 94 visitas.

Publicado el 26 de agosto de 2020 por Edu Robsy.

Aroma de Pecado

Carmen de Burgos


Cuento


Sola, en la elegante habitación del hotel, se revolvía en el lecho, sin poderse dormir. Sus carnes producían rumor de raso al rozar contra las sábanas, y los encajes se quebraban á su contacto con acento de caricia.

Apretó el botón de la luz eléctrica y paseó una mirada investigadora por el cuarto. La cama se retrataba en la gran luna del armario, con su regia magnificencia. Sobre la chimenea jarrones de flores; en todas partes juguetes y bibelots; el tocador lleno de frascos y cajas de perfumes; los muebles rientes: chaise-longue, butaquitas coquetas, alfombras muelles y cojines. ¡Qué distante estaba aquella habitación de su severa alcoba de Madrid! Recordábala con su enorme lecho de nogal, sus sábanas planchadas, la colcha modesta, las escasas sillas y el reclinatorio de terciopelo. No había más muebles que esos y la mesa de noche con la botella del agua y el libro de devociones. Siempre, al tender la mirada en torno, halló los cuadros de mártires, de santos, la cara sufriente de una Dolorosa ó las llagas de un Crucificado. Ahora era su propia imagen la que se le ofrecía en los espejos múltiples.

Se alzó en el lecho, y dirigió la vista á la luna más próxima. ¿Era tan hermosa como se contemplaba? ¡Hacía tanto tiempo que no reparaba en su belleza! Suelto el negro cabello sobre los hombros, encendidas las mejillas, rojos los labios, brillantes las pupilas bajo su cortinaje de negras pestañas, con el seno amplío, la garganta firme y los brazos morenos, la luz arrancaba á sus carnes tonalidades plateadas. Por un momento sintió admiración, ternura hacia su pobre cuerpo, descuidado en prematura vejez, y estrechando dulcemente sus senos, bajó la cabeza y se besó los brazos...

¿Qué hacía? Dudó un momento. Después echóse atrás y saltó resuelta al suelo, para acercarse al espejo.


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Dominio público
11 págs. / 19 minutos / 156 visitas.

Publicado el 26 de agosto de 2020 por Edu Robsy.

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