Textos peor valorados de Charles Dickens etiquetados como Cuento | pág. 2

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autor: Charles Dickens etiqueta: Cuento


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Sentimental

Charles Dickens


Cuento


La señorita Crumpton, o, para citar con toda autoridad a la inscripción que aparecía en la verja del jardín del «Minerva House», en Hammersmith, «Las señoritas Crumpton», eran dos personas de una estatura fuera de lo común, particularmente delgadas y excesivamente flacas; tiesas como un palo y de color apergaminado.

La señorita Amelia Crumpton contaba treinta y ocho años y la señorita María Crumpton admitía tener cuarenta, confesión que era perfectamente innecesaria por cuanto era evidente que por lo menos tenía cincuenta. Vestían de la manera más interesante —como si fueran mellizas—; tenían un aire tan feliz y satisfecho como un par de clavelones a punto de echar grano. Eran muy precisas, tenían las ideas más estrictas posibles respecto de la propiedad, usaban peluca y siempre despedían un fuerte olor a lavanda.

«Minerva House» —«La Casa de Minerva», diosa de la Sabiduría— dirigida bajo los auspicios de las dos hermanas, era un establecimiento dedicado a completar la educación de jóvenes señoritas, donde una veintena de muchachas, cuya edad oscilaba entre los quince y los diecinueve abriles, adquirían un conocimiento superficial de todo y un verdadero conocimiento de nada: enseñanza de los idiomas francés e italiano; lecciones de baile dos veces por semana y otras cosas convenientes para la vida. Era un edificio todo blanco, un poco apartado del camino, cercado por una valla. Las ventanas de los dormitorios estaban siempre entreabiertas para que, a vista de pájaro, pudieran admirarse las numerosas camas de hierro y unos muebles tapizados de blanquísima cotonada, e imprimir así en el transeúnte el debido sentido de la fastuosidad del establecimiento.


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15 págs. / 26 minutos / 214 visitas.

Publicado el 9 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Estampas de Caballeretes

Charles Dickens


Cuento


DEDICADAS A LAS SEÑORITAS

A LAS SEÑORITAS DEL REINO UNIDO DE LA GRAN BRETAÑA E IRLANDA Y
A LAS SEÑORITAS
DEL PRINCIPADO DE GALES
E IGUALMENTE
A LAS SEÑORITAS
RESIDENTES EN LAS ISLAS DE
GUERNSEY, JERSEY, ALDERNAY Y SARK

HUMILDE DEDICATORIA
DE SU DEVOTO ADMIRADOR

ADORADAS:

Quien os dedica estas líneas ha leído con virtuosa indignación una obra que pretende ser unas Estampas de señoritas escrita por Quiz, ilustrada por Phiz y publicada en un volumen en duodécimo.

Después de una lectura atenta y vigilante de dicha obra, quien esto os dedica es de la humilde opinión que nunca se han incluido tantas calumnias contra vuestro honrado sexo en ninguna obra, en duodécimo o cualquier otro décimo.

En la portada y el prefacio de dicha obra, vuestro honrado sexo se describe y clasifica como si fueseis animales; y, aunque quien esto os dedica no está en condiciones de negar que lo seáis, sí afirma humildemente que no es educado decirlo.

En el citado prefacio, vuestro honrado sexo se define también como troglodita, una palabra muy severa que, pese a todo lo que vuestro honrado sexo o quien esto os dedica pueda decir al respecto, podría considerarse una palabra injuriosa y poco considerada.

El autor de dicha obra se ha aplicado a su tarea con maldad alevosa, algo que quien esto os dedica cree que queda suficientemente claro por el hecho de que se haga llamar Quiz, lo que demuestra una conclusión preconcebida y la intención implícita de burlarse.

Para poner en práctica tan pérfido propósito, el citado Quiz, o quienquiera que sea el autor de la obra en cuestión, debe de haber traicionado la confianza de algunos miembros de vuestro honrado sexo: de lo contrario no habría podido reunir tanta información sobre los modos y costumbres de vuestro honrado sexo en general.


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51 págs. / 1 hora, 30 minutos / 71 visitas.

Publicado el 14 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Estampas de Parejitas

Charles Dickens


Cuento


CON UNA
URGENTE APELACIÓN A LOS CABALLEROS DE INGLATERRA
(VIUDOS O SOLTEROS),
A PROPÓSITO DE LA ALARMANTE CRISIS ACTUAL

Por el autor de Estampas de caballeretes

Urgente apelación etc.
A LOS CABALLEROS DE INGLATERRA,
(VIUDOS O SOLTEROS),
LLAMADA DE SU LEAL CONCIUDADANO

ADORADOS:

Dado que su Muy Graciosa Majestad, Victoria, Defensora de la Fe, y Reina, por la gracia de Dios, del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda declaró, el pasado 23 de noviembre, ante su Muy Honorable Consejo Privado, la Muy Graciosa Intención de su Majestad de adoptar el vínculo del matrimonio.

Puesto que su Muy Graciosa Majestad, al dar a conocer su Muy Graciosa Intención a su Muy Honorable Consejo Privado, como antes se ha dicho, utilizó las palabras: «Es mi intención unirme en matrimonio con el príncipe Alberto de Sajonia Coburgo y Gotha».

Teniendo en cuenta que éste es año bisiesto, por lo que se considera legítimo que una dama se ofrezca en matrimonio a un caballero y le insista y obligue a aceptarla bajo pena del pago de una multa o castigo; a saber: un vestido de seda o satén de la mejor calidad, escogido por la dama y pagado (o adeudado) por el caballero.

Ya que éstos y otros horrores y peligros con los que el susodicho año bisiesto amenaza a los caballeros de Inglaterra con ocasión de su reiterado retorno se han visto agravados y aumentados por las palabras de la citada Muy Graciosa comunicación de su Majestad, que ha llenado la cabeza de muchas señoritas del reino de ciertas ideas destructivas para la paz de la humanidad que nunca antes se les habían pasado por la imaginación.


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56 págs. / 1 hora, 39 minutos / 85 visitas.

Publicado el 14 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

El Barón de Grogzwig

Charles Dickens


Cuento


El barón Von Koëldwethout, de Grogzwig, Alemania, era probablemente un joven barón como cualquiera le gustaría ver uno. No es necesario que diga que vivía en un castillo, porque es evidente; tampoco es necesario que diga que vivía en un castillo antiguo, pues ¿qué barón alemán viviría en uno nuevo? Había muchas circunstancias extrañas relacionadas con este venerable edificio, entre las cuales no era la menos sorprendente y misteriosa el hecho de que cuando soplaba el viento, éste rugía en el interior de las chimeneas, o incluso aullaba entre los árboles del bosque circundante, o que cuando brillaba la luna ésta se abría camino por entre determinadas pequeñas aberturas de los muros y llegaba a iluminar plenamente algunas zonas de los amplios salones y galerías, dejando otras en una sombra tenebrosa. Tengo entendido que uno de los antepasados del barón, que andaba escaso de dinero, le han clavado una daga a un caballero que llegó una noche pidiendo servidumbre de paso, y se supone que tos hechos milagrosos tuvieron lugar como consecuencia de aquello. Y, sin embargo, difícilmente puedo saber cómo sucedió, pues el antepasado del barón, que era un hombre amable, se sintió después tan apenado por haber sido tan irreflexivo, y haber puesto sus manos violentas sobre una cantidad de piedras y maderos pertenecientes a un barón más débil, que construyó como excusa una capilla obteniendo un recibo del cielo como saldo a cuenta.


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11 págs. / 20 minutos / 126 visitas.

Publicado el 22 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

El Velo Negro

Charles Dickens


Cuento


Una velada de invierno, quizá a fines de otoño de 1800, o tal vez uno o dos años después de aquella fecha, un joven cirujano se hallaba en su despacho, escuchando el murmullo del viento que agitaba la lluvia contra la ventana, silbando sordamente en la chimenea. La noche era húmeda y fría; y como él había caminado durante todo el día por el barro y el agua, ahora descansaba confortablemente, en bata, medio dormido, y pensando en mil cosas. Primero en cómo el viento soplaba y de qué manera la lluvia le azotaría el rostro si no estuviese instalado en su casa.

Sus pensamientos luego cayeron sobre la visita que hacía todos los años para Navidad a su tierra y a sus amistades e imaginaba que sería muy grato volver a verlas y en la alegría que sentiría Rosa si él pudiera decirle que, al fin, había encontrado un paciente y esperaba encontrar más, y regresar dentro de unos meses para casarse con ella. Empezó a hacer cálculos sobre cuándo aparecería este primer paciente o si, por especial designio de la Providencia, estaría destinado a no tener ninguno. Volvió a pensar en Rosa y le dio sueño y la soñó, hasta que el dulce sonido de su voz resonó en sus oídos y su mano, delicada y suave, se apoyó sobre su espalda.

En efecto, una mano se había apoyado sobre su espalda, pero no era suave ni delicada; su propietario era un muchacho corpulento, el cual por un chelín semanal y la comida había sido empleado en la parroquia para repartir medicinas. Como no había demanda de medicamentos ni necesidad de recados, acostumbraba ocupar sus horas ociosas —unas catorce por día— en substraer pastillas de menta, tomarlas y dormirse.

—¡Una señora, señor, una señora! —exclamó el muchacho, sacudiendo a su amo.

—¿Qué señora? —exclamó nuestro amigo, medio dormido—. ¿Qué señora? ¿Dónde?


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11 págs. / 20 minutos / 755 visitas.

Publicado el 18 de junio de 2016 por Edu Robsy.

La Fortuna de un Estudiante

Charles Dickens


Cuento


I

Aunque se ha hablado mucho de la sobriedad de los estómagos lacedemonios, de seguro que no hubieran podido resistir el sistema de alimentacion á que nos sujetaba el respetable doctor Glumpler en su colegio; de seguro que se hubieran insurreccionado.

Los vencedores de los persas requerian una comida, algo más nutritiva que los resíduos de grasa que se desprendian de los huesos de ternera con que nos obsequiaba el doctor; y por otra parte, si Jerges se hubiera limitado á alimentar á sus innumerables huestes con un poco de arroz hervido, como nos sucedía á nosotros, los vasallos que en sus extensos dominios contaba, no lo hubieran ensalzado hasta considerarle como un Dios.

Sin embargo, importa decir que bajo este punto de vista el colegio del doctor Glumper no se diferenciaba de otros muchos colegios, en donde los escolares de mi tiempo, hijos todos de muy buenas casas, seguían sus estudios, pero muriéndose de hambre. Es verdad que con lo que nos daban teníamos, á no dudarlo, lo suficiente para vivir, mas en comerlo estaba la dificultad. La comida, que nada tenía de buena al comienzo de la semana, al final de ésta se hacia irresistible; de modo que cuando llegaba el domingo, nos parecíamos á un grupo de jóvenes viajeros perdidos en las soledades del mar á quienes salva de una muerte próxima el feliz encuentro de un buque cargado de rosbeaf y de pudding: este buque era para nosotros lo que llamábamos la banasta de Hannah.

Hannah nos lavaba la ropa, y el sábado por la tarde, despues de la entrega de las prendas, iba invariablemente al jardin y allí, descubriendo su providencial banasta, sacaba á la luz una infinidad de golosinas que nos parecían excelentes; por su calidad y por lo módico de su precio.


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Dominio público
22 págs. / 39 minutos / 809 visitas.

Publicado el 21 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Armario Viejo

Charles Dickens


Cuento


Eran las diez de la noche. En la hostería de los Tres Pichones, de Abbeylands, un viajero, joven aún, se había retirado a su cuarto, y de pie, cruzados los brazos contra el pecho, contemplaba el contenido de un baúl que acababa de abrir.

—Bueno, todavía debo sacar algún partido de lo que me queda —dijo—. Sí, en este baúl puedo invocar un genio no menos poderoso que el de Las mil y una noches: el genio de la venganza... y quizá también el de la riqueza... ¿Quién sabe?... Empecemos antes por el primero.

Quien hubiese visto el contenido del baúl, más bien habría pensado que su dueño no debería hacer mejor cosa que llevárselo a un trapero, pues todo eran ropas, en su mayor parte pertenecientes, por su tela y forma, a las modas de otro siglo, excepto uno o dos vestidos de mujer; pero ¿qué podía hacer con traje de mujer el joven cuya imaginación se exaltaba de ese modo ante aquel guardarropa híbrido? No eran días de Carnaval...

—¡Alto! Dan las diez —repuso de pronto—. Tengo que apresurarme, no vaya a cerrar la tienda ese bribón.

Y hablando consigo mismo se abrochó el frac, se echó encima un capote de caza, bajó, franqueó la puerta, siguió por la Calle Mayor hasta recorrerla casi toda, torció por una calleja y se detuvo ante el escaparate de un comercio.


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14 págs. / 24 minutos / 381 visitas.

Publicado el 18 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Fantasmas de Navidad

Charles Dickens


Cuento


Me gusta volver a casa en Navidad. Todos lo hacemos, o deberíamos hacerlo. Deberíamos volver a casa en vacaciones, cuanto más largas mejor, desde el internado en el que nos pasamos la vida trabajando en nuestras tablas aritméticas, para así descansar. Viajamos hasta casa a través de un paisaje invernal; por campos cubiertos por una niebla baja, entre pantanos y brumas, subiendo prolongadas colinas, que se van volviendo oscuras como cavernas entre las espesas plantaciones que llegan a tapar casi las estrellas chispeantes; y así hasta que estamos en las amplias mesetas y finalmente nos detenemos, con un silencio repentino, en una avenida. En el aire helado la campana de la puerta tiene un sonido profundo que casi parece terrible; la puerta se abre sobre sus goznes y al llegar hasta una casa grande las brillantes luces nos parecen más grandes tras las ventanas, y las filas de árboles que hay frente a ellas parecen apartarse solemnemente hacia los lados, como para dejarnos pasar. Durante todo el día, a intervalos, una liebre asustada ha salido corriendo a través de la hierba cubierta de nieve; o el repiqueteo distante de un rebaño de ciervos pisoteando el duro hielo ha acabado también, por un minuto, con el silencio. Si pudiéramos verles sus ojos vigilantes bajo los helechos, brillarían ahora como las gotas heladas de rocío sobre las hojas; pero están inmóviles, y todo está callado. Y así, las luces se van haciendo más grandes, y los árboles se apartan hacia atrás ante nosotros para cerrarse de nuevo a nuestra espalda, como impidiéndonos la retirada, y llegamos a la casa.


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8 págs. / 14 minutos / 685 visitas.

Publicado el 16 de junio de 2016 por Edu Robsy.

La Historia de Nadie

Charles Dickens


Cuento


Vivía en la orilla de un enorme río, ancho y profundo, que se deslizaba silencioso y constante hasta un vasto océano desconocido. Fluía así, desde el Génesis. Su curso se alteró algunas veces, al volcarse sobre nuevos canales, dejando el antiguo lecho, seco y estéril; pero jamás sobrepasó su cauce, y seguirá siempre fluyendo hasta la eternidad.

Nada podía progresar, dado su corriente impetuosa e insondable. Ningún ser viviente, ni flores, ni hojas, ni la menor partícula de cosa animada o sin vida volvía jamás del océano desconocido. La corriente del río oponía enérgica resistencia, y el curso de un río jamás se detiene, aun cuando la tierra cese en sus revoluciones alrededor del sol.

Vivía en un paraje bullicioso, y trabajaba intensamente para poder subsistir. No tenía esperanza de ser alguna vez lo suficientemente rico como para descansar durante un mes, pero aun así, estaba contento, tenía a Dios por testigo y no le faltaba voluntad para cumplir sus pesadas tareas. Pertenecía a una inmensa familia, cuyos miembros debían ganarse el sustento por sí mismos con la diaria tarea, prolongada desde el amanecer hasta entrada la noche. No tenía otra perspectiva ni jamás había pensado en ella.

En la vecindad donde residía se oían constantes ruidos de trompetas y tambores, pero no le concernían en absoluto. Esos golpes y tumultos procedían de la familia Bigwig, cuya extraña conducta no dejaba de admirar. Ellos exponían ante la puerta de su vivienda las más raras estatuas de hierro, mármol y bronce y oscurecían la casa con las patas y colas de toscas imágenes de caballos. Si se les preguntaba el significado de todo eso, sonreían con su rudeza habitual y continuaban su ardua tarea.


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6 págs. / 11 minutos / 957 visitas.

Publicado el 18 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Juicio por Asesinato

Charles Dickens


Cuento


He observado siempre el predominio de una falta de valor, incluso entre personas de cultura e inteligencia superiores, para hablar de las experiencias psicológicas propias cuando éstas han sido de un tipo extraño. Casi todos los hombres tienen miedo de que las historias de este tipo que puedan contar no encuentren paralelo o respuesta en la vida interior de quien les oye, y, por tanto, sospechen o se rían de ellos. Un viajero sincero que hubiera visto un animal extraordinario parecido a una serpiente marina no tendría miedo alguno a mencionarlo; pero si ese mismo viajero hubiera tenido algún presentimiento singular, un impulso, un pensamiento caprichoso, una (supuesta) visión, un sueño o cualquier otra impresión mental notable, se lo pensaría mucho antes de mencionarlo. Atribuyo en gran parte a esa reticencia la oscuridad en la que se encuentran implicados estos temas. No comunicamos habitualmente nuestra experiencia de estas cosas subjetivas lo mismo que lo hacemos con nuestras experiencias de la creación objetiva. Como consecuencia, la experiencia general a este respecto parece algo excepcional, y realmente es así por cuanto es lamentablemente imperfecta.


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14 págs. / 25 minutos / 192 visitas.

Publicado el 16 de junio de 2016 por Edu Robsy.

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