Textos por orden alfabético de Clemente Palma etiquetados como Cuento | pág. 2

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autor: Clemente Palma etiqueta: Cuento


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Parábola

Clemente Palma


Cuento


Mi tío, el prior de los Camaldulenses, era hombre de muy buen humor, a pesar de vivir entregado a la lectura de viejas hagiografías, vetustos cronicones y apergaminados infolios, de los que sacaba datos para la historia de la Orden, que, desde hacía mucho tiempo, estaba escribiendo. Yo pasaba entonces por una dolorosa crisis moral, debida no sé si a la seriedad con que tomé ciertas lecturas filosóficas, o al pesar que me produjo la muerte de mi Susana, una novia un poco diabólica que tuve, y a la que, probablemente por eso, amé con pasión. Lo cierto es que tuve una racha de misticismo y acudí en confesión donde mi buen tío, quien, con gran afabilidad, descargó mi conciencia del peso de algunos miles de gordos pecados, cometidos durante muchos años de descreimiento e impiedades. No se contentó mi buen tío con este aseo de mi alma, sino que, comprendiendo que mi estado moral y nervioso me ponían en peligro de caer en uno de estos dos abismos: la locura o el suicidio, me llevó al convento a fin de que las lecturas piadosas, la meditación y la paz de la celda contribuyeran a devolverme la paz del espíritu. En un principio la tranquilidad conventual me permitió concentrarme, y fueron más agudos mis dolores y más mortificantes mis recuerdos y meditaciones. Pero, poco a poco, la paz exterior fue invadiendo mi alma. Mi virtuoso tío acudía en las noches a la biblioteca del convento, en donde yo me había instalado, y entre la lectura de dos enrevesados capítulos, disertaba conmigo sobre alguna cuestión architeológica; me refería anécdotas y curiosidades históricas o me hacía alguna relación, mística con sus puntas de picardía profana. A los dos meses mi espíritu estaba ya curado y me parecían cortas las noches para escuchar la alegre charla de mi tío y sus claras y profundas disertaciones.


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Dominio público
6 págs. / 11 minutos / 130 visitas.

Publicado el 14 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Una Historia Vulgar

Clemente Palma


Cuento


Un joven médico francés me refirió una historia trágica de amor, que se quedó vivamente grabada en mi memoria y que hoy refiero casi en los mismos términos en que la escuché.

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Ernesto Rousselet era un muchacho que intimó conmigo en virtud de no sé qué misteriosas afinidades. Era lorenés y de una familia protestante. Fui el único amigo a quien amó y con quien tuvo verdadera intimidad. Era, sin embargo, de una educación, de un carácter y de un modo de pensar muy distintos a los míos; más aún, completamente opuestos. Ernesto era un puritano: por nada del mundo dejaba de ir los viernes a los oficios y los domingos a oír la lectura de la Biblia en una capilla luterana. A veces le acompañaba yo, y, a pesar de mi espíritu burlón, no podía menos de respetar la honradota fe de mi buen amigo. Ernesto era serio, incapaz de una deslealtad, y su alma noble de niño grande se transparentaba en todos sus actos y brillaba en la mirada de sus grandes ojos azules, en sus francos apretones de mano, y en la dulzura y firmeza de su voz. Nada de esto quiere decir que Ernesto fuera bisoño y meticuloso, ni que se asustara con las truhanadas propias de los mozos, ni que fuera un mal compañero de diversiones. Cierto es que a muchas asistía sólo por complacerme. Uno de los grandes placeres de Ernesto era hacer conmigo excursiones en bicicleta, de la que era rabioso aficionado.


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Dominio público
9 págs. / 16 minutos / 182 visitas.

Publicado el 14 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

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