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autor: Concha Espina etiqueta: Novela textos disponibles fecha: 02-05-2016


Agua de Nieve

Concha Espina


Novela


A ISABEL CARRANCEJA

Amiga y señora: Recibid con buen semblante esta novela, nacida en noble cuna, pues se escribió en vuestra casa al amparo de generosa hospitalidad. Si la dulzura del asilo que me disteis y la grandeza de esas marinas y paisajes montañeses no fueron parte á producir obra más bella, cúlpese á mi pobre ingenio, harto ruin, que no supo recoger de tantas hermosuras sino vedijas de niebla, pedazos de hielo y salitres de la mar. Pero la lumbre de vuestro corazón, al reflejarse en estas páginas, habrá de encenderlas con suavísimos resplandores, como sol de Mayo, alegría del agua y de la nieve...

Concha Espina


LIBRO PRIMERO. LA VIAJERA RUBIA


I

en el lazareto de san simón.—regina de alcántara.—el espejo turbio.—los misterios de una noche de mayo.—la felicidad descalza.

Tocó el bote dulcemente en la tierra, tierra frondosa y húmeda que emergía de las aguas como un jirón de los blandos vergeles submarinos. Regina de Alcántara, moza elegante y gentilísima, de ojos negros y cabellos rubios, desembarcó de un salto, rápida y leve, sin advertir que un pasajero le tendía, solícito, la mano. Dió la muchacha algunos pasos por la costa, con visible emoción, y, de pronto, hincándose de rodillas, hundió en la hierba fragante el demudado rostro. Acarició la mullida tierra con un largo beso y levantóse después; miró en torno suyo algo confusa, y como el mismo pasajero se acercara á decirla:—¿Llora usted?—ella, riendo, contestó:—No lloro... Es que la pradera me ha mojado con sus lágrimas... Esta tierra mía del Norte siempre está llorando...


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243 págs. / 7 horas, 5 minutos / 863 visitas.

Publicado el 2 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Despertar para Morir

Concha Espina


Novela


LIBRO PRIMERO. LA QUINTA DE LAS PALMERAS

I

—Aquí hacemos verdadera vida de campo—decía la marquesa con negligente ademán—; aquí saboreamos los placeres de «la escondida senda»... Mis hijas están encantadas de esta libertad... Años hace que tenían el antojo de pasar un verano en Las Palmeras, aburridas ya de Biarritz, de San Sebastián... de San Juan de Luz...

Sonriendo amablemente, López, el condiscípulo provinciano del marqués, repetía:

—Muy bien... muy bien... perfectamente...

Y en sus ojos grises y fríos, que miraban al rostro bello de la dama, había una expresión de refinada picardía.

—El campo—añadió la marquesa—es para mí una deliciosa novedad. Estos paisajes, esta paz, este silencio, son como un baño del alma... Aquí se siente uno más joven... ¿No es cierto, amigo mío?... En las grandes ciudades se vive tan deprisa que hasta los muchachos de quince años tienen allí señales de prematura vejez... ¡Quién pudiera vivir siempre en el campo!... Los que ocupamos cierta posición en el mundo, somos igual que los reyes, prisioneros de nosotros mismos... Sólo el que es pobre es libre...

Con un tono de profunda cordialidad, asentía López:

—Perfectamente... mucho que sí...

Y estaba pensando el buen señor:—Mi ilustre amiga la marquesa de Coronado, siente ahora inclinaciones á la vida pastoril... á la santa pobreza... ¡Coqueterías y caprichos de mujer guapa y ociosa!... Y ¡cuidado que es guapa... todavía! Me parece una figura de Rubens... con un poquito de malicia meridional... Juraría haber visto su retrato en la galería de los Médicis.


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181 págs. / 5 horas, 16 minutos / 571 visitas.

Publicado el 2 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Dulce Nombre

Concha Espina


Novela


PRIMERA PARTE

I. EL MOLINO DEL ANSAR

—Oye, molinero!

Volvióse a escuchar Martín Rostrío.

—¿Qué hay?

—Necesito hablarte.

Como era don Ignacio Malgor el que le llamaba, y con acento un poco extraño, el molinero acabó de erguirse sobre el cimadal.

—Cuando quieras.

—¿Dónde?

—Pues... aquí.

—No vamos a entendernos con este ruido.

Observó Martín un instante al indiano, presintiendo algo insólito en la conferencia. Vigiló con mirada solícita el local, y preguntó:

—¿Es un asunto largo?

—Según...

Una mujer, sosegada y madura, teje su calceta a un extremo del salón, sentada en un celemín puesto del revés. A pocos pasos de ella, una joven, niña por las trazas, endeble y menuda, se apoya en el muro, obstinada en mirar cómo surte la harina amarillenta desde el estrangol hasta el cesto de bañías, hondo y reluciente, a medio colmar.

—Poco tienes que decir, Tomasa—pronuncia la tejedora:

—Poco... ¿y usted?

—Yo, menos, hija; pero... no falta quien platique.

—No.

Se vuelven a un tiempo hacia los dos hombres acodados sobre el derrame de una ventana, en íntima conversación, lo más lejos posible de las muelas.

—Se me hace—insinúa la moza con un gesto elocuente—que están apalabrando a Dulce Nombre.

—Mujer, ¿tan de súpito?

—¡Vaya!

—Pero, ¿de verdad la quiere «éste»?

—Así dicen.

—¿Con buen fin?

—Ya lo veremos.

—¿Y Manuel Jesús?

Se encoge Tomasa de hombros; por su semblante desgraciado y turbio pasa un temblor arisco.

—¡Qué sé yo!


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119 págs. / 3 horas, 29 minutos / 459 visitas.

Publicado el 2 de mayo de 2016 por Edu Robsy.