La tienda hacía años que estaba cerrada...quizá diez, quizá
veinte...nadie lo sabía seguro. De hecho todo el barrio se había
acostumbrado a verla con las persianas bajadas, y y amucha gente ni
se acordaba que allí había habido una panadería, la vieja
panadería de Doña Consuelo, que en paz descansaba hacía ya muchos
años, de hecho su muerte precipitó que se cerrara el negocio...y
desde entonces, haría veinte años, el local había estado
vacío...salvo por un viejo espejo con su cristal intacto todavía en
una de las paredes.
Entonces corrió por
el barrio una voz que hablaba que alguien había comprado la vieja
panadería, un matrimonio joven con ansias de futuro...no, no...un
matrimonio de mediana edad con tres hijos...no, tampoco...una mujer
soltera...no espera...no, no, un hombre que fue despedido de aquella
fábrica, ¿no saben ustedes,la que cerró el mes pasado, de cuyo
nombre nadie se acuerda y por lo tanto podría ser culaquiera de
todas las fábricas cerradas de España? Y entre rumor y rumor, que
si era alguien marroquí, paquistaní, español chino, ecuatoriano,
los rumores crecían y crecían sin límite alguno. Se especulaba sin
orden ni concierto con el nombre de aquellos o aquel misterioso
personaje que había comprado la vieja panadería de Doña Consuelo,
tan buena mujer como era, tan servicial...¿saben ustedes cuándo...?
En fin, que el barrio era un bullir de rumores diversos y
contradictorios entre ellos, cada casa un rumor, y cada calle un
corrillo...
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