¡Donde Muere mi Comandante...!
Daniel Riquelme
Cuento
Concluida la retreta de ordenanza, apagados los faroles a la puerta de la casa que ocupaba en Tingo el coronel en jefe de la división de Arequipa —hoy general Velásquez— cada mochuelo se corría a su olivo para ver de enterar la noche como Dios le alcanzara.
Manitos de rocambor por aquí; pirquineos de monte por allá o una rifita de sin saber cómo, con tal o cual remojo y verbenas: esto era cuenta. El diablo más rebuscón podía cargar a la cuenta de tantos hombres que allí estaban cual águilas en jaula y peces en redoma; pues en toda la circunferencia del campamento no había ni para remedio ventanas a cuyas rejas cantar una coplilla de amor.
Esto por lo que hace a los niños.
La gente más formal, si era dable mayor formalidad y continencia en todos, acorrillábase para el té, charlando hasta la medianoche en sabrosas pláticas que despabilaban el sueño.
Sin embargo, las conversaciones, por lo general, no salían de este círculo magnético: Chile y sus inacabables perfecciones.
Y cuando había una tertulia amigo extranjeros, la cosa solía ultrapasar la raya: pues dando cada uno suelta a sus recuerdos, se exageraba como a porfía y proporción del cariño y la distancia, que tanto en la ausencia se ama a la Patria.
En una de aquellas noches nos habíamos reído grandemente con el relato de las aventuras del famoso Granito de Oro, que hacía uno de los concurrentes.
Granito de Oro era un soldado de Coquimbo.
Viejo cangallero o poco menos en las minas de su provincia, habíase enrolado de voluntario en el comienzo de la guerra, y en el Regimiento ejercía por unanimidad de sufragios el cargo de payaso de la compañía de volatineros que se había formado para alegrar la vida de campaña.
—El Coquimbo —decía el narrador— llegaba al trote a la línea de Miraflores, reforzando nuestra ala derecha.
Dominio público
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Publicado el 30 de octubre de 2020 por Edu Robsy.