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autor: Edgar Allan Poe etiqueta: Cuento textos disponibles


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Enterrado Vivo

Edgar Allan Poe


Cuento


Hay hechos, cuyo relato despierta vivísimo interés, y que son demasiado horribles para servir de asunto en la novela. Ningún novelista podría echar mano de ellos, sin grave peligro de disgustar y hasta de hacer daño al lector. Para que puedan aceptarse asuntos semejantes, es indispensable que se presenten con el severo traje de la verdad histórica. Estremece la lectura de los pormenores del paso del Beresina, del terremoto de Lisboa, de la epidemia de Londres, del degüello del día de San Bartolomé, ó de la asfixia de los ingleses prisioneros en el Blackhole de Calcuta; pero son los hechos, la realidad y en una palabra, la historiado que nos conmueve. Si relatos tales fuesen únicamente parto de la imaginación, no engendrarían más sentimiento que el del horror.

He citado unas cuantas de las más terribles y célebres calamidades que la historia consigna; pero lo que más hiere nuestra imaginación, es la magnitud y naturaleza de esas calamidades. Contemplo inútil advertir que mi trabajo pudiera reducirlo únicamente a escoger entre el inmenso catálogo de las miserias humanas, casos aislados de un dolor cualquiera, más material y más individual, que el que surge de la generalidad de esos desastres gigantescos.

Efectivamente, el verdadero dolor, el límite del sufrimiento, no es general, sino particular; y debemos dar gracias a Dios, que en su bondad no permitió que semejante exceso de agonía lo sufriese el hombre-masa ó colectivo, sino el hombre-unidad ó individual.


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15 págs. / 26 minutos / 3.475 visitas.

Publicado el 30 de septiembre de 2020 por Edu Robsy.

El Hombre de la Multitud

Edgar Allan Poe


Cuento


«Esa desgracia de no poder estar solo»

— La Bruyere


Se ha dicho con justo motivo do cierto libro aleman — Est læsst sich nicht lesen, — «no se deja leer.» Esto significa que hay secretos que no permiten su revelacion. Hay hombres que mueren en el silencio de la noche, estremeciéndose entre las manos de espectros que los torturan con solo mantener fija sobre ellos su implacable mirada; hombres que mueren con la desesperacion en el alma y un hierro candente en la larinje, á causa del horror de los misterios que no consienten que se les descubra. Algunas veces la conciencia humana soporta un peso de tal enormidad que solo encuentra alivio en el descanso de la tumba. Así es como la esencia del crimen queda incógnita con harta frecuencia.

Hace poco tiempo que hácia el declive de una tarde de otoño estaba yo sentado delante de la acristalada ventana de un café de Lóndres, Habia estado enfermo algunos meses, y entrado en convalecencia, sentia con el recobro de la salud esa especie de bienestar, antitesis de las nieblas del hastio; esperimentando esas felices disposiciones, en que el espiritu exaltado sobrepuja su potencia ordinaria tan prodigiosamente como la razon vigorosa y sencilla de Leibnitz se eleva sobre la vaga é indecisa retórica de Gorgias. Respirar libremente era para mi un goce indefinible, y de muchos asuntos verdaderamente penosos sacaba mi fantasía sobrescitada extraños manantiales de positivos placeres. Todos los objetos me inspiraban una especie de interés reflexivo, pero fecundo en atractivas curiosidades. Con un cigarro en la boca y un periódico en la mano, habíame entretenido largamente despues de la comida; mirando luego los anuncios, observando despues los grupos de la concurrencia que ocupaba el café, y fijándome en la gente que pasaba, y que parecian sombras á través de los cristales, empañados por el ambiente exterior.


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13 págs. / 23 minutos / 392 visitas.

Publicado el 27 de septiembre de 2020 por Edu Robsy.

Metzengerstein

Edgar Allan Poe


Cuento


Pestis eram vivus—moriens tua mors ero.
Martín Lutero

El horror y la fatalidad han estado al acecho en todas las edades. ¿Para qué, entonces, atribuir una fecha a la historia que he de contar? Baste decir que en la época de que hablo existía en el interior de Hungría una firme aunque oculta creencia en las doctrinas de la metempsicosis. Nada diré de las doctrinas mismas, de su falsedad o su probabilidad. Afirmo, sin embargo, que mucha de nuestra incredulidad (como lo dice La Bruyère de nuestra infelicidad) "vient de ne pouvoir être seuls".

Pero, en algunos puntos, la superstición húngara se aproximaba mucho a lo absurdo. Diferían en esto por completo de sus autoridades orientales. He aquí un ejemplo: El alma —afirmaban (según lo hace notar un agudo e inteligente parisiense)— "ne demeure qu' une seule fois dans un corps sensible: au reste, un cheval, un chien, un homme même, n'est que la ressemblance peu tangible de ces animaux".

Las familias de Berlifitzing y Metzengerstein hallábanse enemistadas desde hacía siglos. Jamás hubo dos casas tan ilustres separadas por su hostilidad tan letal. El origen de aquel odio parecía residir en las palabras de una antigua profecía: "Un augusto nombre sufrirá una terrible caída cuando, como el jinete en su caballo, la mortalidad de Metzengerstein triunfe sobre la inmortalidad de Berlifitzing".


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9 págs. / 16 minutos / 159 visitas.

Publicado el 10 de junio de 2016 por Edu Robsy.

El Escarabajo de Oro

Edgar Allan Poe


Cuento


¡Hola! ¡hola! ¡Este hombre está atacado de locura
Debe haberle picado la tarántula.

— All in the Wrong.
 

Muchos años ha contraje íntima amistad con Mr. Wílliam Legrand. Pertenecía a una antigua familia hugonote y había gozado de fortuna; pero una serie de contratiempos le redujo más tarde a la miseria. Para evitar la mortificación consiguiente a sus desastres abandonó Nueva Órleans, la cuna de sus antepasados y fijó su residencia en la isla de Súllivan, cerca de Chárleston, en Carolina del Sur.

Esta isla es muy singular. Está formada casi toda de arena, y tiene alrededor de tres millas de longitud. Su anchura no excede de un cuarto de milla en toda su extensión. Queda separada del continente por una corriente apenas perceptible que se desliza entre un yermo de cañas y légamo, guarida favorita de las aves silvestres. La vegetación, como puede suponerse, es escasa y raquítica. No hay árboles de ninguna clase. Cerca de la extremidad occidental, hacia el fuerte de Moultrie, donde existen algunos edificios de estructura miserable ocupados durante el verano por los fugitivos del polvo y las fiebres de Chárleston, puede encontrararse en verdad la palmera de abanico; pero toda la isla, con excepción de la parte occidental y de una faja blanca y endurecida a la ribera del mar, está cubierta de una densa maleza del mirto blanco tan apreciado por los horticultores de Inglaterra. Estos arbustos alcanzan a menudo una altura de quince o veinte pies y forman un tallar casi impenetrable, embalsamando el aire con su fragancia.


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41 págs. / 1 hora, 12 minutos / 4.201 visitas.

Publicado el 9 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Conversación con una Momia

Edgar Allan Poe


Cuento


El symposium de la noche anterior había sido un tanto excesivo para mis nervios. Me dolía horriblemente la cabeza y me dominaba una invencible modorra. Por ello, en vez de pasar la velada fuera de casa como me lo había propuesto, se me ocurrió que lo más sensato era comer un bocado e irme inmediatamente a la cama.

Hablo, claro está, de una cena liviana. Nada me gusta tanto como las tostadas con queso y cerveza. Más de una libra por vez, sin embargo, no es muy aconsejable en ciertos casos. En cambio, no hay ninguna oposición que hacer a dos libras. Y, para ser franco, entre dos y tres no hay más que una unidad de diferencia. Puede ser que esa noche haya llegado a cuatro. Mi mujer sostiene que comí cinco, aunque con seguridad confundió dos cosas muy diferentes. Estoy dispuesto a admitir la cantidad abstracta de cinco; pero, en concreto, se refiere a las botellas de cerveza que las tostadas de queso requieren imprescindiblemente a modo de condimento.

Habiendo así dado fin a una cena frugal, me puse mi gorro de dormir con intención de no quitármelo hasta las doce del día siguiente, apoyé la cabeza en la almohada y, ayudado por una conciencia sin reproches, me sumí en profundo sueño.

Mas, ¿cuándo se vieron cumplidas las esperanzas humanas? Apenas había completado mi tercer ronquido cuando la campanilla de la puerta se puso a sonar furiosamente, seguida de unos golpes de llamador que me despertaron al instante. Un minuto después, mientras estaba frotándome los ojos, entró mi mujer con una carta que me arrojó a la cara y que procedía de mi viejo amigo el doctor Ponnonner. Decía así:


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18 págs. / 32 minutos / 724 visitas.

Publicado el 9 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Hop-Frog

Edgar Allan Poe


Cuento


No he conocido nunca persona que tuviese más buen humor ni que se sintiese más inclinao á las cuchufle­tas que este buen rey. No vivía sino para embromar. Contar una buena historia del género bufo y contarla bien era el camino más seguro para llegar á su favor. He aquí porqué sus siete ministros eran todos perso­nas bien conocidas por su carácter bromista. Todos estaban cortados conforme al real patrón: vasta cor­pulencia, adiposidad é inim¡Lable aptitud para la bufo­nería. Que las gentes engordan dando bromoss, ó que hay algo en la grasa que predispone á la broma, es cuestión que nunca he podido resolver; pero es lo cierto que un bromista flaco es un rara avis in terris.

En cuanto á los refinamientos, ó sombras del inge­nio, como los llamaba él mismo, el rey se cuidaba poco de ellos. Sentía una admiración especial por la amplitud en la broma ó gracia, y hasta á veces toleraba que fuese un poco larga, pero las delicadezas le molestaban. Hubiera preferido él Gargantúa de Rabelais al Zadig de Voltaire, y en general le agradaban mucho más las bufonadas en acción que las bromas ó las burlas de palabra.

En la época en que ocurre nuestra historia los bufones de profesión no habían pasado de moda por completo en la corte. Algunas de las grandes poten­cias continentales tenían aún sus bufones; eran éstos seres desdichados y contrahechos, adornados con el gorro de cascabeles ó caperuza y que debían estar siempre dispuestos á lanzar frases agudas á cambio de las migajas que caían de la mesa real.

Nuestro rey naturalmente tenía su bufón. El hecho es que sentía la necesidad de algo que se pareciese á la locura, aunque sólo fuese para contrabalancear la pesada sabiduría de los siete sabios que le servían de ministros — sin contarle á él.


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11 págs. / 19 minutos / 327 visitas.

Publicado el 21 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Berenice

Edgar Allan Poe


Cuento


Dicebant mihi sodales, si sepulchrum
amicæ visitarem, curas meas aliquantulum
fore levatas

— Ebn Zaiat.


La miseria es múltiple. La desgracia afecta diversas formas. Extendiéndose por el vasto horizonte como el arco iris, sus colores son tan variados, tan distintos y hasta tan íntimanente mezclados, como los que presenta ese fenómeno. ¡Extendiéndose por el vasto horizonte como el arco iris! ¿Cómo es que de la belleza he derivado un tipo de lo desagradable? ¿del anuncio de paz, un símil de dolor? Pero así como en ética el mal es una consecuencia del bien, en la realidad, es del placer que ha nacido el dolor. Ó la memoria de la dicha pasada es la pena de hoy, ó las agonías presentes tienen su origen en los éxtasis que pueden haber existido.

Mi nombre de bautismo es Egœus; el de mi familia no lo diré. No hay en la tierra mansión más antigua que mi sombrío, gris y hereditario castillo. Nuestra raza ha sido llamada raza de visionarios; y en algunas circuns­tancias extrañas, en el carácter de la casa señorial, en los frescos del salón principal, en las tapicerías de los dormitorios, en el cincel de algunas columnas de la sala de armas, en la forma de la biblioteca, y, en fin, en la naturaleza verdaderamente singular de los libros en­cerrados en ella, hay más que suficiente materia para disculpar esa creencia.


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10 págs. / 17 minutos / 1.037 visitas.

Publicado el 21 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

El Demonio de la Perversidad

Edgar Allan Poe


Cuento


Al examinar las facultades é inclinaciones, — móviles primordiades del alma humana, — los frenólogos han dejado de enumerar una tendencia que, aunque visiblemente existe como sentimiento primitivo, radical é indestructible, no ha sido tampoco enumerada por ninguno de los moralistas que han precedido á aquellos. Todos, en la infatuacion completa de la razon, nos hemos olvidado de ella. Hemos consentido que su existencia se ocultase á nuestros ojos solo por falta de creencia, — de fé, — otra fuese la fé fundada en la revelacion ó ya en la cábala. Su idea no nos ha ocurrido jamás por efecto simplemente de su carácter especial.


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7 págs. / 13 minutos / 4.253 visitas.

Publicado el 21 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

William Wilson

Edgar Allan Poe


Cuento


¿Qué decir de ella? ¿Qué decir (de la) torva conciencia, ese espectro en mi camino?

Camberlayne — Pharronida

Permitid que, por el momento, me presente como William Wilson. La página inmaculada que tengo ante mí, no debe ser manchada con mi verdadero nombre. Éste ya ha sido exagerado objeto del desprecio — del horror —, del odio de mi estirpe. ¿Los vientos indignados, no han esparcido su incomparable infamia por las regiones más distantes del globo? ¡Oh, paria, el más abandonado de todos los parias! ¿No estás definitivamente muerto para la tierra? ¿No estás muerto para sus honores, para sus flores, para sus doradas ambiciones? Y una nube densa, lúgubre, ¡limitada ¿no cuelga eternamente entre tus esperanzas y el cielo?


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23 págs. / 41 minutos / 217 visitas.

Publicado el 21 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Morella

Edgar Allan Poe


Cuento


El mismo, por si mismo únicamente, eternamente uno, y solo.

Platón — Symposium

Consideraba yo a mi amiga Morella con un sentimiento de profundo, aunque muy singular afecto. Habiéndola conocido casualmente hace muchos años, mi alma, desde nuestro primer encuentro, ardió con un fuego que no había conocido antes jamás; pero no era ese fuego el de Eros, y representó para mi espíritu un amargo tormento la convicción gradual de que no podría definir su insólito carácter ni regular su vaga intensidad. Sin embargo, nos tratamos, y el destino nos unió ante el altar; jamás hablé de pasión, ni pensé en el amor. Ella, aun así, huía de la sociedad, y dedicándose a mí, me hizo feliz. Asombrarse es una felicidad, y una felicidad es soñar.

La erudición de Morella era profunda. Como espero mostrar, sus talentos no eran de orden vulgar, y su potencia mental era gigantesca. Lo percibí, y en muchas materias fui su discípulo. No obstante, pronto comprendí que, quizá a causa de haberse educado en Pressburgo ponía ella ante mí un gran número de esas obras místicas que se consideran generalmente como la simple escoria de la literatura alemana. Esas obras, no puedo imaginar por qué razón, constituían su estudio favorito y constante, y si en el transcurso del tiempo llegó a ser el mío también, hay que atribuirlo a la simple, pero eficaz influencia del hábito y del ejemplo.

Con todo esto, si no me equivoco, pero tiene que ver mi razón. Mis convicciones, o caigo en un error, no estaban en modo alguno basadas en el ideal, y no se descubriría, como no me equivoque por completo, ningún tinte del misticismo de mis lecturas, ya fuese en mis actos o ya fuese en mis pensamientos.


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6 págs. / 12 minutos / 513 visitas.

Publicado el 21 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

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