Calzado de Blanco
Edgar Wallace
Cuento
1
Jack Trevor no era celoso. Se dijo esto a sí mismo una docena de veces; se lo dijo a Marjorie Banning sólo una vez.
—¡Celoso! —flameó ella, y añadió, ganando control de su ira—: No acabo de comprenderte. ¿Qué entiendes tú por celoso?
Jack se sintió, y pareció, incómodo.
—La palabra «celoso», desde luego, suena tonta en este caso —trompicó—. Lo que quiero decir es «suspicaz».
Volvió a aturullarse.
Estaban sentados en el Parque, bajo un olmo aparrado, y, aunque no se encontraban lejos de la enloquecedora multitud, la misma locura de ésta la ahuyentaba lo suficiente como para dejarla minimizada a una cantidad perdonable. Había a la vista exactamente tres parejas de enamorados, una niñera con un cochecito, un policía y unos cuantos niños jugando.
—Lo que quiero decir es… —dijo Jack desesperadamente—. Me fío de ti, cariño, y… bueno, no quiero conocer tus secretos, pero…
—¿Pero…? —repitió ella fríamente.
—Bueno, meramente señalo el hecho de que te he visto tres veces pasar en un coche despampanante…
—Un coche de una cliente —dijo ella con calma.
—Pero, seguramente, el acicalar el cabello de la gente no requiere el mediodía y la tarde completos —insistió él—. La verdad es que lamento profundamente darte la lata, pero el hecho es que siempre que te he visto en el coche ha coincidido con los días en que, según tus palabras, no podías quedar conmigo por las tardes.
Ella no respondió inmediatamente.
Él se lo estaba poniendo muy difícil, y ella se resintió amargamente, no sólo de las dudas y sospechas albergadas por él respecto a sus movimientos, sino del hecho de no poder ofrecerle explicación alguna. Lo que más le dolía era la justificación que su silencio podía darle.
—¿Quién ha estado inoculándote esas ideas? —preguntó ella—. ¿Lennox Mayne?
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Publicado el 5 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.