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autor: Edith Wharton


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Un Viaje

Edith Wharton


Cuento


Acostada en su litera, con la mirada prendida en las sombras que se cernían sobre su cabeza, el apremiante ritmo de las ruedas persistía en su cerebro sumiéndola en círculos cada vez más profundos de desvelada lucidez. El coche cama había sucumbido al silencio nocturno. A través de los húmedos cristales de las ventanas contemplaba las luces fugaces, los largos jirones de presurosa oscuridad. De vez en cuando giraba la cabeza y miraba entre las rendijas de las cortinas de su marido, al otro lado del pasillo…


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15 págs. / 26 minutos / 225 visitas.

Publicado el 29 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

Un Cobarde

Edith Wharton


Cuento


1

—Mi hija Irene —comentó la señora Carstyle haciendo rimar el nombre con «tureen»— no ha gozado de oportunidades sociales, pero si el señor Carstyle hubiese optado… —Se interrumpió para mirar alusivamente el raído sofá que se encontraba frente a la chimenea como si se tratara del propio señor Carstyle. Vibart se alegró de que no fuese el caso.

La señora Carstyle era una de esas mujeres que vulgarizan lo elegante. Se refería invariablemente a su marido como «el señor Carstyle», y aunque sólo tenía una hija se cuidaba mucho de designar siempre a la joven por su nombre. Durante el almuerzo se había explayado a gusto sobre la necesidad de una mayor altura de miras en lo relativo a influencias y aspiraciones, alternando la conversación con sus excusas por el cordero reseco y fingiendo sorprenderse de que la criada (desconcertada a su vez) se hubiese olvidado de servir el café y los licores, «como siempre».


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20 págs. / 36 minutos / 79 visitas.

Publicado el 29 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

Tercera Parte

Edith Wharton


Cuento


1

¿No se ha sentido nunca inquieto ante la alta fachada con persianas echadas de una vieja casa italiana? ¿Esa impávida máscara, uniforme, muda y engañosa como el semblante de un cura tras el cual continúan zumbando los secretos escuchados en el confesionario? Hay casas que proclaman la actividad que albergan; son la clara y expresiva cutícula de una vida que fluye próxima a la superficie. Pero el palacio en su callejón o la villa oculta entre cipreses en su colina resultan impenetrables como la muerte. Los ventanales asemejan ojos ciegos, y el portón, una boca cerrada. En el interior tal vez podría brillar el sol, oler a fragantes arrayanes… O podría percibirse algún latido de vida recorriendo las arterias de la colosal estructura. O una soledad mortal en cuyo seno se hospedan los murciélagos, entre las desencajadas piedras, donde las llaves se oxidan en las cerraduras de puertas sin franquear…

2

Desde la galería con sus desvaídos frescos, mirando hacia la avenida flanqueada por una escalera de sombras de ciprés, divisé el escudo ducal y los desportillados jarrones de la verja. El mediodía caía de plano sobre los jardines, sobre las fuentes, sobre los pórticos y las grutas. Al pie de la terraza, donde un liquen color cromo había tapizado la balaustrada como si se tratase de laminae de oro, se sucedían los viñedos inclinándose hacia el fértil valle encajado entre montañas. Las lomas más bajas aparecían salpicadas de blancas aldeas, como estrellas cubriendo de lentejuelas una noche de verano. Y algo más allá, cadenas de azulados montes, livianos contra el cielo de gasa. El aire de agosto era débil, pero ligero y vivificante en contraste con la enrarecida atmósfera de las estancias por las que me habían conducido. Sentí su frescor y acogí agradecida el calor del sol.

—Los aposentos de la duquesa están al otro lado —dijo el anciano.


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27 págs. / 47 minutos / 46 visitas.

Publicado el 29 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

Santuario

Edith Wharton


Novela corta


Primera parte

I

Resulta poco frecuente que la juventud se permita una felicidad perfecta. Da la impresión de que deben realizarse demasiadas operaciones de selección y rechazo como para poder ponerse al alcance del subyugante despertar de la vida. Pero, por una vez, Kate Orme había decidido rendirse a la felicidad permitiendo que ésta impregnara cada uno de sus sentidos como una lluvia primaveral empapa un fértil prado. No había nada que justificara tan repentina placidez. Y, sin embargo, ¿no era precisamente eso lo que la hacía tan irresistible, tan irrefrenable? A lo largo de los dos últimos meses —desde su compromiso con Denis Peyton— nada significativo se había añadido a la suma total de su felicidad y no existía posibilidad alguna, tal y como ella misma habría afirmado, de que nada viniese a aumentar de modo apreciable lo que constituía ya de por sí un saldo incalculable. Las circunstancias de su vida se mantenían inalterables tanto en lo externo como en lo que se refería a su propio mundo interior. Pero mientras antes el aire había estado cargado de alas que revoloteaban a su alrededor, ahora esas mismas alas parecían haberse posado sobre ella, y podía entregarse a su protección.


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95 págs. / 2 horas, 47 minutos / 58 visitas.

Publicado el 29 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

Los Otros Dos

Edith Wharton


Cuento


1

De pie junto a la chimenea del salón, Waythorn esperaba a que su esposa bajase a cenar. Era la primera noche que ambos pasaban en casa de él, y le embargaba un inusitado nerviosismo juvenil. No es que fuese mayor (las gafas le añadían poco más de los treinta y cinco años que admitía tener su esposa), pero a él le gustaba pensar que ya había alcanzado la edad de la madurez. Ahí estaba, sin embargo, aguardando el sonido de los pasos de ella, emocionado por lo que presagiaban. Las guirnaldas nupciales que adornaban las jambas de la puerta habían avivado en su interior un rescoldo de sentimentalismo que quedó flotando en el aire, y que le hacía gozar doblemente de la acogedora estancia en la que se encontraba y de la grata cena dispuesta en la contigua.

La enfermedad de Lily Haskett, hija del primer matrimonio de la señora Waythorn, había provocado el precipitado regreso de la pareja de su luna de miel. La pequeña había sido trasladada a casa de Waythorn por expreso deseo de éste el mismo día de la boda de su madre. Nada más llegar, el doctor les confirmó que se trataba de fiebre tifoidea, si bien declaró que los síntomas parecían favorables. Lily había cumplido doce años de salud impecable, por lo que el caso prometía ser benigno. También la enfermera les habló en términos tranquilizadores, de manera que, tras la alarma inicial, la señora Waythorn se adaptó a la situación. Aunque adoraba a Lily (tal vez había sido dicho fervor lo que más había atraído a Waythorn), era dueña de sus emociones, virtud que había heredado su hija y que la alejaba del prototipo de mujer que malgasta pañuelos en preocupaciones estériles.


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25 págs. / 44 minutos / 200 visitas.

Publicado el 29 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

Los Niños

Edith Wharton


Novela


A mis pacientes oyentes de Sainte-Claire

Libro Primero

I

Mientras el gran buque de pasaje flotaba entre un enjambre de remolcadores en la bahía de Argel, Martin Boyne contemplaba desde la cubierta de paseo el pelotón de pasajeros de primera clase que abarrotaban la pasarela, mirando arriba, ofreciendo inconscientemente el rostro a su observación.

«¡Ni un alma con quien me apetezca hablar… como siempre!»

Ciertos hombres tenían una suerte increíble en sus viajes. Les bastaba con subir a un tren o a un barco para encontrarse con un antiguo amigo o trabar amistad con alguien, lo cual era mucho más emocionante. Siempre coincidían en el mismo compartimento o en el mismo camarote con alguna celebridad errante, con el propietario de una casa famosa, de una colección notoria o de una personalidad divertida y peculiar, siendo este último, claro está, el caso más infrecuente, por ser el más reconfortante.


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310 págs. / 9 horas, 3 minutos / 54 visitas.

Publicado el 27 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

Las Hermanas Bunner

Edith Wharton


Novela corta


Primera parte

I

En los días en que el tráfico de Nueva York avanzaba al ritmo de los languidecientes coches de caballos, en que la buena sociedad aplaudía a Christine Nilsson en la Academia de Música y disfrutaba de los atardeceres de la Escuela del Río Hudson que colgaban en las paredes de la Academia Nacional de Diseño, había una discreta tienda de un solo escaparate conocida estrecha y favorablemente por la población femenina del vecindario que limitaba con la plaza Stuyvesant.

Se trataba de una tienda muy pequeña en un destartalado semisótano de una calle tranquila ya condenada a la decadencia; a tenor del carácter misceláneo de lo expuesto detrás del cristal y de la parquedad del cartel que lo coronaba (un mero «Hermanas Bunner» en borrosas letras de oro sobre un fondo negro), para un no iniciado habría sido difícil adivinar la naturaleza exacta del negocio que se desarrollaba en el interior. Aunque eso carecía prácticamente de importancia, puesto que su fama era tan puramente local que las clientas de cuya existencia dependía conocían de forma casi congénita y exacta cuál era el surtido de «artículos» de los que disponía el establecimiento de las hermanas Bunner.


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102 págs. / 3 horas / 233 visitas.

Publicado el 29 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

Las Costumbres Nacionales

Edith Wharton


Novela


Libro primero

I

—Undine Spragg, ¿cómo te atreves? —protestó su madre, levantando una mano prematuramente ajada y repleta de anillos para salir en defensa de la nota que acababa de entregar un apático botones.

Pero su defensa era tan frágil como su protesta, y siguió sonriendo a su visita mientras la señorita Spragg, con un rápido movimiento de sus jóvenes dedos, se apoderaba de la carta y se apartaba para leerla junto a la ventana.

—Supongo que es para mí —se limitó a decirle a su madre por encima del hombro.

—¿Ha visto usted cosa igual, señora Heeny? —murmuró la señora Spragg con orgullo y reprobación.

La señora Heeny, una mujer de aspecto enérgico y profesional, con impermeable, el velo gastado y caído hacia atrás, y un bolso de cocodrilo bastante usado a sus pies, siguió la mirada de la madre con gesto de conformidad y buen humor.

—Nunca he visto a una joven más adorable —asintió, respondiendo más al espíritu que a la letra de la pregunta de su anfitriona.


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459 págs. / 13 horas, 24 minutos / 78 visitas.

Publicado el 28 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

La Solterona

Edith Wharton


Novela corta


Primera parte

Capítulo 1

En el viejo Nueva York de 1850 despuntaban unas cuantas familias cuyas vidas transcurrían en plácida opulencia. Los Ralston eran una de ellas.

Los enérgicos británicos y los rubicundos y robustos holandeses se habían mezclado entre ellos dando lugar a una sociedad próspera, cauta y, pese a ello, boyante. Hacer las cosas a lo grande había sido la máxima de aquel mundo tan previsor, erigido sobre la fortuna de banqueros, comerciantes de Indias, constructores y navieros.

Aquellas gentes parsimoniosas y bien nutridas, a quienes los europeos tildaban de irritables y dispépticas solo porque los caprichos del clima les habían exonerado de carnes superfluas y afilado los nervios, vivían en una apacible molicie cuya superficie jamás se veía alterada por los sórdidos dramas que eventualmente se escenificaban entre las clases inferiores. Por aquellos días, las almas sensibles eran como teclados mudos sobre los cuales tocaba el destino una melodía inaudible.


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83 págs. / 2 horas, 25 minutos / 222 visitas.

Publicado el 27 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

La Renuncia

Edith Wharton


Novela


¡Qué delicada es la desolación!

Shelley

Libro primero

I

Kate Clephane despertó, como de costumbre, cuando un rayo del sol de la costa Azul cayó en diagonal sobre su cama. Eso era lo que más le gustaba de la habitación estrecha y deslucida del hotel de tercera categoría, el hotel de Minorque et de l’Univers: que por la ventana se filtrase el sol de la mañana y que además no lo hiciese demasiado temprano.


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Protegido por copyright
271 págs. / 7 horas, 55 minutos / 79 visitas.

Publicado el 26 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

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