Tabaco y Flores
Eduardo Robsy
Cuento
Al entrar en el salón me encontré otra vez a mi padre sentado en su butaca favorita, ojeando un periódico mientras fumaba un cigarrillo mentolado. Reconozco que siempre me ha gustado ese olor: me recuerda a mi infancia. Se alegró de verme, pero siempre me ha costado interpretar las emociones de mi padre y, últimamente, mucho más. No me sentía cómodo.
—Hola, papá. ¿Cómo estás?
—Bien, hijo —dijo mi padre cerrando el periódico—. Me alegra verte de nuevo. Llevabas un tiempo sin pasar por aquí y estaba preocupado.
—Ya sabes que el trabajo me trae de cabeza. Tengo un nuevo proyecto en marcha y me absorbe muchas horas.
—Bueno, lo importante es que tú estés bien.
—Papá...
—¿Qué pasa?
—Sabes que no tendrías que hacer esto, ¿verdad?
—¿Te refieres a fumar? Sabes que fumo poco y que ya no me hace ningún daño —dijo esbozando una media sonrisa.
—Lo sé, pero no me refería a eso...
—¿Entonces?
—A lo otro, papá. A lo otro. No puedes seguir haciendo esto.
—No sé a qué te refieres, hijo. Todo está bien.
—No, papá, no lo está. Y sabes perfectamente a qué me refiero.
—No hagas ahora una montaña de un grano de arena. Tampoco es para tanto...
—Sabes que no lo llevo bien, es todo. Me tengo que ir ya, que llevo prisa —añadí.
—Siempre con prisas, siempre tan acelerado —respondió, con el gesto más triste—. Me ha alegrado verte igualmente, hijo.
—A mí también, papá, aunque no me acostumbro a esto.
—Ya sabes que es transitorio, no le des más vueltas de las necesarias.
—Por cierto, ¿te gustaron las flores? —pregunté.
—Sí, todo un detalle hijo. Te lo agradezco.
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Publicado el 19 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.